Tomado de los Libros de Cielo dictados por Jesus a la Sierva de Dios, Luisa Picarretta:
Encontrándome en mi habitual estado, mi dulce Jesús me dijo:
“Hija mía, Yo no hacía otra cosa que darme a expensas de la Voluntad del Padre; si hablaba, hablaba en la boca y con la lengua del Padre; si obraba, obraba en las manos del Padre; aún el respiro, respiraba en Él y todo lo que Yo hacía iba ordenado como Él quería. Así que podía decir que mi vida la desarrollaba en el Padre y Yo era el portador del Padre, porque todo lo encerré en su Querer y nada hacía por mí sólo. Mi punto principal era la Voluntad del Padre; por eso no me fijaba en mí mismo, ni por las ofensas que me hacían interrumpía Yo mi curso, sino que siempre volaba más a mi centro, y mi vida natural terminó cuando en todo cumplí la Voluntad del Padre. Así ahora tú, hija mía, si te abandonas a expensas de mi Voluntad no tendrás más preocupación por nada, mi misma privación que tanto te atormenta y te consume, corriendo en mi Voluntad encontrará el sostén, mis besos ocultos, mi vida en ti y vestida de ti; en tu mismo latido sentirás mi ardiente y doliente latido. Y si no me ves y no me sientes, mis brazos te estrechan y... ¿cuántas veces no sientes mi movimiento y mi aliento refrescante que calma tus ardores? Tú sientes todo esto. Y cuando haces por ver quién te ha abrazado, quién te ha dado su aliento y no me ves, Yo te sonrío te beso con los besos de mi Querer y me oculto más en ti para sorprenderte de nuevo e infundirte un aliento de más en mi Voluntad. Por eso no me contristes con afligirte sino déjame hacer. El vuelo de mi Querer no se detenga nunca en ti, pues de otra manera obstaculizarías mi vida en ti; en cambio, en el vivir en mi Querer Yo no encuentro ningún obstáculo y hago crecer mi vida y la desarrollo como quiero”.
Ahora y sólo para obedecer, digo algunas palabras acerca de la diferencia que hay entre el vivir resignado a la Voluntad Divina y el vivir en el Divino Querer:
Primero: Vivir resignado, según mi pobre parecer, significa someterse en todo a la Voluntad Divina, ya sea en lo próspero o en lo adverso, viendo en todas las cosas las disposiciones de la Voluntad de Dios y el orden que tiene sobre todas las criaturas que ni siquiera un cabello puede caerse de nuestra cabeza si el Señor no lo quiere. Me parece que es como un buen hijo que va a donde el padre quiere que vaya; que sufre lo que el padre quiere que sufra; rico o pobre es indiferente, porque está contento sólo con ser el que el padre quiere que sea. Si el hijo recibe orden de ir a alguna parte lejana a hacer algo, va solamente porque así lo ha querido el padre, pero mientras dura el tiempo de estar lejos, debe detenerse para descansar, debe tomar alimentos, debe tratar con personas, etc., y por tanto debe poner mucho de su querer. Pero a pesar de que va, porque así lo ha querido el padre, en todas las circunstancias encuentra continuamente la ocasión de hacer todo por sí mismo y puede estar los días y los meses alejado de su padre, sin estar en todas las cosas especificada la voluntad del padre.
Así que quien vive resignado y sometido al Divino Querer le es imposible no mezclar su voluntad en todo lo que hace. Será un buen hijo, pero no tendrá en todo los pensamientos, las palabras y la vida del Padre como propia, retratado del todo en él, porque debiendo ir, continuar, tratar con otros, regresar, el amor queda como intermitente, porque solamente la unión continua y perfecta es la que hace que el alma siempre crezca, pero como la corriente del padre no está en comunicación continua con la corriente de la voluntad del hijo, en todos esos largos intervalos el hijo puede habituarse a hacer la propia voluntad. Creo que el vivir resignado y sometido es el primer paso hacia la santidad del vivir en y de la Divina Voluntad.
Segundo: Vivir en el Divino Querer. Quisiera la mano de mi amable Jesús para escribirlo, ¡ah, sólo Él podría decir todo lo bello, lo bueno y lo santo del vivir en el Divino Querer! Yo soy incapaz, pues si bien tengo muchos conceptos en la mente, me faltan las palabras... Jesús mío, derrámate en mis palabras y yo diré lo que pueda:
Vivir en el Divino Querer significa vivir inseparablemente, no hacer nada por sí solo, porque ante el Divino Querer el alma se siente incapaz de todo, no pide órdenes ni las recibe, porque se siente incapaz de ir sola, y dice: “si quieres que haga, hagamos juntos; si quieres que vaya, vayamos juntos”.
Así que hace todo lo que hace el padre; si el padre piensa, el alma hace suyos los pensamientos del padre y no hace ni uno más de los que hace el padre; si el padre mira, si habla, si obra, si camina, si sufre, si ama... también ella mira lo que mira el padre, repite las palabras del padre, obra en las manos del padre, camina con los pies del padre, ama con el amor del padre y vive no fuera sino dentro del padre: así que, es el reflejo y el retrato perfecto del padre. Todo esto no es para quien vive resignado y sometido.
A esta hija es imposible encontrarla sin el padre, ni al padre sin ella, y no solamente externamente, sino que todo su interior se ve como entrelazado con el interior del padre, transformada, perdida toda, toda, toda en Dios.
¡Oh, los vuelos rápidos y sublimes de esta hija en el Divino Querer! Este Querer Divino es inmenso, en todo instante circula en todos, da vida, conservación y orden a todo y a todos y el alma espaciándose en esta inmensidad vuela hacia todos, ama a todos y ayuda a todos con el mismísimo amor con el que Jesús ayuda y ama a todos.
Esto no lo puede hacer quien sólo vive resignado y sometido. Así que, a quien vive en el Divino Querer le es imposible hacer por sí sólo; es más, siente náuseas de su obrar humano, aunque fuera santo, porque en el Divino Querer las cosas, aún las más pequeñas, toman otro aspecto, adquieren nobleza, esplendor y santidad divinas, potencia y belleza divinas, se multiplican al infinito y en un instante hace todo, y después que ha hecho todo, dice: “no he hecho nada, todo lo ha hecho Jesús y este es todo mi contento, que miserable cual soy, Jesús me ha dado el honor de tenerme en el Divino Querer, para hacerme hacer lo que ha hecho Él”.
Así que el enemigo no puede molestar a esta hija, haciéndola dudar en si ha hecho bien o mal, poco o nada, porque todo lo ha hecho Jesús y ella junto con Jesús. Esta es la más pacífica, no está sujeta a ansiedades, no ama a ninguno y ama a todos y divinamente; se puede decir, que es la repetidora de la vida de Jesús, el órgano de su voz, el latido de su Corazón, el mar de sus gracias. En esto sólo creo que consiste la verdadera santidad; todas las demás cosas son sombras, larvas, espectros de santidad.
En el Divino Querer las virtudes toman lugar en el orden divino; en cambio, fuera de Él lo toman en el orden humano y están sujetas a estima propia, a vanagloria y a pasiones. ¡Oh, cuántas obras buenas, cuántos sacramentos frecuentados son de llorarse ante Dios y de repararse, porque están vacíos de Divino Querer, y por lo tanto, sin frutos! ¡Quiera el Cielo que todos comprendieran la verdadera santidad! ¡Oh, como todas las demás cosas desaparecerían! Por eso muchos se encuentran en el camino falso de la santidad; muchos la ponen en las prácticas de piedad y, ¡ay de quien se las estorbe! ¡Oh, cómo se engañan... y si sus quereres no están unidos con Jesús y ellos transformados en Él, lo que es continua oración, con todo y sus prácticas piadosas su santidad es falsa! Y tan es así, que se ve que con mucha facilidad estas almas pasan de las prácticas de piedad a los defectos, a las diversiones, a sembrar discordias y a tantas otras cosas que mejor callo. ¡Oh, como es deshonrosa esta clase de santidad! Otras ponen la santidad en ir a la iglesia y asistir a todas las funciones, pero su querer esta lejano de Jesús y se ve que estas almas poco se cuidan de observar sus propios deberes y si son impedidas, por cualquier causa, en ir a la iglesia, se airan, se enojan y... así esa santidad se les evapora, se lamentan, desobedecen, son las llagas de las familias, ¡oh, qué falsa santidad!
Otras la ponen en las confesiones frecuentes, en la dirección pormenorizada, en hacer escrúpulo de todo, pero luego no se hacen escrúpulo de que su querer no corre junto con el Querer de Jesús. Y, ¡ah de quien las contradice! Estas almas son como globos inflados que en cuanto se les hace un pequeño agujero, se sale el aire y su santidad se esfuma y caen por tierra. Estos pobres globos tienen siempre que decir, son fácilmente llevados a la tristeza, viven siempre en la duda y quisieran un director para ellas solas y que hasta en las más pequeñas cosas las aconseje, las tranquilice, las consuele y pronto están más agitadas que antes. ¡Pobre santidad, cómo es falsificada!
Quisiera las lágrimas de mi Jesús para llorar junto con Él sobre estas santidades y hacer conocer que la verdadera santidad está en el hacer la Divina Voluntad y vivir en el Divino Querer.
Esta santidad echa sus raíces tan profundas que no hay peligro de que oscile porque llena cielo y tierra y en todo y en cualquier parte encuentra su apoyo, es firme, no esta sujeta a inconstancias ni a defectos voluntarios, es atenta a los propios deberes, es la más sacrificada, desapegada de todos y de todo, aún de las mismas direcciones, y como sus raíces son tan profundas, crece tan alto que sus flores y sus frutos se abren y maduran en el Cielo; está tan escondida en Dios que la tierra poco o nada ve de esta alma; el Divino Querer la tiene absorbida en Él, sólo Jesús es la vida, el artífice. La forma de la santidad de ésta más que envidiable criatura no tiene nada de suyo, sino todo es en común con Jesús; su pasión es el Divino Querer; su característica es el Querer de Jesús y el Fiat Divino es su movimiento continuo y su vida.
En cambio, la pobre y falsa santidad de los globos está sujeta a continuas inconstancias, y mientras parece que los globos de su santidad se inflan tanto que parece que vuelan ya por los aires y a cierta altura, tanto que muchos y hasta los mismos directores quedan asombrados, pero pronto quedan desengañados, porque para hacer desinflar estos globos basta una humillación, basta una preferencia usada por los directores con cualquier otra persona, pensando que éste es un robo que les hacen, creyéndose las más necesitadas. Y mientras se hacen escrúpulo de tonterías llegan luego a desobedecer y esos celos son polilla que van royendo el bien que hacen y les va sacando el aire y el pobre globo se desinfla y cae por tierra, llegando a ensuciarse de tierra; entonces, si se busca qué santidad había en el globo... ¿qué se encuentra? Se encuentra amor propio, resentimiento, pasiones ocultas bajo aspecto de bien y se tiene la ocasión para decir que estos globos se han hecho juguete del demonio. Así que, de su santidad no se encuentra sino un amasijo de defectos, aparentemente con máscara de virtud; pero... ¿quién puede decir todo? Sólo Jesús sabe los males peores de esta falsa santidad, de esta vida devota sin cimientos, apoyada en una falsa piedad. Estas falsas santidades son las vidas espirituales sin fruto, estériles, que son causa de hacer llorar, quién sabe cuánto, a mi amable Jesús. Son el malhumor de la sociedad, los tormentos de los mismos directores y de las familias; se puede decir que llevan un aire maléfico que daña a todos.
¡Oh, que diferente es la santidad del alma que vive en el Divino Querer! Estas almas son la sonrisa de Jesús, están alejadas de todos, aún de los mismos directores, sólo Jesús es todo para ellas; así que no son suplicio para ninguno; el aire benéfico que poseen embalsaman todo, son el orden y la armonía de todos y Jesús, celoso de estas almas, se hace actor y espectador de todo lo que hacen, ni siquiera un latido, un respiro, un pensamiento que Él no regule y domine. Jesús las tiene tan absorbidas en el Divino Querer que difícilmente pueden recordarse de que viven en el exilio.
Luisa Picarreta - Libro de Cielo
Vol. XII: (cap. 19) 1º(18) de septiembre de 1917