San Alberto Adamo Chmielowski, Fundador
Junio 17
Martirologio Romano: En Cracovia, en Polonia, san Alberto (Adán)
Chmielowski, religioso, célebre pintor, el cual se entregó a los pobres
procurando ser bueno con todos, y fundó las Congregaciones de Hermanos y
Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco, siervos de los pobres
(1916).
Alberto Chmielowski
nació en Igolomia, cerca de Cracovia (Polonia), el 20 de agosto de 1845,
de padres nobles. Creció en un clima de ideales patrióticos, de una
profunda fe en Dios y de amor cristiano hacia los pobres. Quedó huérfano
muy pronto y sus familiares se hicieron cargo de él y de los demás
hermanos. A los 18 años se matriculó en el Instituto Politécnico de
Pulawy. Tomó parte en la insurrección de Polonia en 1863. Cayó
prisionero y se le amputó una pierna a causa de una herida. Al fracasar
la insurrección, se trasladó al extranjero, huyendo de la represalia
zarista.
En Gante (Bélgica) inició estudios de ingeniería.
Dotado de buenas cualidades artísticas, decidió estudiar pintura en
París y en Munich. En 1874, maduro ya como artista, regresó a Polonia,
decidido a dedicar “el arte, el talento y sus aspiraciones a la gloria
de Dios”. Uno de los mejores cuadros, el “Ecce Homo”, fue el resultado
de una experiencia profunda del amor misericordioso de Cristo hacia el
hombre, experiencia que llevó a Chmielowski a su transformación
espiritual.
En 1880 entró en la Compañía de Jesús como hermano
lego. Después de seis meses tuvo que dejar el noviciado por su mala
salud. Acercándose a la miseria material y moral de quienes carecen de
techo y a los desheredados en los dormitorios públicos de Cracovia,
descubrió en la dignidad menospreciada de aquellos pobrecillos el rostro
humillado de Cristo, y decidió por amor del Señor renunciar al arte y
vivir al lado de los marginados una vida pobre, dedicándoles toda su
persona.
El 25 de agosto de 1887 vistió el sayal gris y tomó
el nombre de hermano Alberto. Pasado un año, pronunció los votos
religiosos, iniciando la congregación de los Hermanos de la Orden
Tercera de San Francisco, denominados Siervos de los Pobres o
Albertinos. En 1891 fundó la rama femenina de la misma congregación
(Albertinas) con la finalidad de socorrer a las mujeres necesitadas y a
los niños. El hermano Alberto organizó asilos para pobres, casas para
mutilados e incurables, envió a las hermanas a trabajar en hospitales
militares y lazaretos, fundó comedores públicos para pobres,
orfanatorios para niños y jóvenes sin techo. Todos contaban con su
ayuda, sin distinción de religión o nacionalidad.
Para su
acción caritativa tomaba fuerza del misterio de la Eucaristía y de la
Cruz. A pesar de su invalidez, viajaba mucho para fundar nuevos asilos
en otras ciudades de Polonia y para visitar las casas religiosas.
Gracias a su espíritu emprendedor, cuando murió dejó fundadas 21 casas
religiosas en las cuales prestaban su trabajo 40 hermanos y 120
religiosos. Murió pobre entre los pobres, de cáncer de estómago, el día
de Navidad de 1916 en Cracovia, en el asilo que él mismo fundó. Antes de
su muerte dijo a los hermanos y hermanas, señalando a la Virgen de
Czestochowa: “Esta Virgen es vuestra fundadora, recordadlo”. Y “Ante
todo, observad la pobreza”. Enseñó a todos con el ejemplo de su vida que
“es necesario ser buenos como el pan, que está en la mesa, y que cada
cual puede tomar para satisfacer
Es considerado entre sus hermanos el San Francisco polaco del siglo XX.
El hermano Alberto fue beatificado en Cracovia el 22 de junio de 1983
por el Papa Juan Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre
de 1989 en Roma.
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ACI PRENSA
La vida del Santo que inspiró la vocación del
Papa Juan Pablo II
Alberto, en su juventud, luchó por la libertad de su patria; luego se
dedicó al estudio y al ejercicio de su vocación artística en el campo de
la pintura; pero pronto centró su vida en el seguimiento de Cristo que
atiende a los más pobres y necesitados; los "Albertinos" y "Albertinas",
por él fundados en el seno de la Orden Tercera de San Francisco, han
seguido y ampliado su obra y su estilo humilde y fraterno.
Alberto Chmielowski, en el siglo Adán, nació en Igolomia, cerca de
Cracovia (Polonia), el 20 de agosto de 1845, de padres nobles: Adalberto
y Josefina Borzyslawska. Creció en un clima de ideales patrióticos, de
una profunda fe en Dios y de amor cristiano hacia los pobres. Quedó
huérfano muy pronto y sus familiares se hicieron cargo de él y de los
demás hermanos, ocupándose de su formación.
A los 18 años se
matriculó en el Instituto Politécnico de Pulawy. Tomó parte en la
insurrección de Polonia en 1863. Cayó prisionero y se le amputó una
pierna a causa de una herida. Al fracasar la insurrección, se trasladó
al extranjero, huyendo de la represalia zarista. En Gante (Bélgica)
inició estudios de ingeniería. Dotado de buenas cualidades artísticas,
decidió estudiar pintura en París y en Munich. En 1874, maduro ya como
artista, regresó a Polonia, decidido a dedicar «el arte, el talento y
sus aspiraciones a la gloria de Dios». Comenzaron así a predominar en
sus actividades artísticas los temas religiosos. Uno de los mejores
cuadros, el «Ecce Homo», fue el resultado de una experiencia profunda
del amor misericordioso de Cristo hacia el hombre, experiencia que llevó
a Chmielowski a su transformación espiritual.
En 1880 entró en
la Compañía de Jesús como hermano lego. Después de seis meses tuvo que
dejar el noviciado por su mala salud. Superada una profunda crisis
espiritual, comenzó una nueva vida, dedicada totalmente a Dios y a los
hermanos. Acercándose a la miseria material y moral de quienes carecen
de techo y a los desheredados en los dormitorios públicos de Cracovia,
descubrió en la dignidad menospreciada de aquellos pobrecillos el rostro
humillado de Cristo, y decidió por amor del Señor renunciar al arte y
vivir al lado de los marginados una vida pobre, dedicándoles toda su
persona.
El 25 de agosto de 1887 vistió el sayal gris y tomó el
nombre de hermano Alberto. Pasado un año, pronunció los votos
religiosos, iniciando la congregación de los Hermanos de la Orden
Tercera de San Francisco, denominados Siervos de los Pobres o
Albertinos. En 1891 fundó la rama femenina de la misma congregación
(Albertinas) con la finalidad de socorrer a las mujeres necesitadas y a
los niños. El hermano Alberto organizó asilos para pobres, casas para
mutilados e incurables, envió a las hermanas a trabajar en hospitales
militares y lazaretos, fundó comedores públicos para pobres, y asilos y
orfanotrofios para niños y jóvenes sin techo. En los asilos para los
pobres, los hambrientos recibían pan; los sin techo, alojamiento; los
desnudos, vestidos; y los desocupados eran orientados a un trabajo.
Todos contaban con su ayuda, sin distinción de religión o nacionalidad.
En la medida en que satisfacía las necesidades elementales de los
pobres, el hermano Alberto se ocupaba también paternalmente de sus
almas, tratando de reavivar en ellos la dignidad humana, ayudándoles a
reconciliarse con Dios.
Tomaba fuerza del misterio de la
Eucaristía y de la Cruz para su acción caritativa. A pesar de su
invalidez, viajaba mucho para fundar nuevos asilos en otras ciudades de
Polonia y para visitar las casas religiosas. Gracias a su espíritu
emprendedor, cuando murió dejó fundadas 21 casas religiosas en las
cuales prestaban su trabajo 40 hermanos y 120 religiosos.
Murió, de cáncer de estómago, el día de Navidad de 1916 en Cracovia, en el asilo por él fundado, pobre entre los pobres.
Antes de su muerte dijo a los hermanos y hermanas, señalando a la
Virgen de Czestochowa: «Esta Virgen es vuestra fundadora, recordadlo».
Y: «Ante todo, observad la pobreza». Su entera dedicación a Dios
mediante el servicio a los más necesitados, su pobreza evangélica a
imitación de San Francisco de Asís, su filial confianza en la divina
Providencia, su espíritu de oración y su unión con Dios en el trabajo de
cada día son la herencia que ha dejado el hermano Alberto a sus hijos e
hijas espirituales. Enseñó a todos con el ejemplo de su vida que «es
necesario ser buenos como el pan, que está en la mesa, y que cada cual
puede tomar para satisfacer el hambre».
La herencia espiritual
del hermano Alberto pervive en sus congregaciones, que extienden su
acción misionera por tierras de Polonia, Italia, Estados Unidos y
Argentina. Convencidos de la santidad del hermano Alberto, sus
contemporáneos lo definieron como «el hombre más grande de su
generación». Considerado el San Francisco polaco del siglo XX, el
hermano Alberto fue beatificado en Cracovia el 22 de junio de 1983 por
el Papa Juan Pablo II, quien también lo canonizó el 12 de noviembre de
1989 en Roma
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