Beato Agrícola Rodriguez García
De los Huertos, Mártir
Julio 21
Apuntes hagiográficos
Agrícola Rodríguez García de los Huertos nació el 18 de marzo de 1896 en
Consuegra (Toledo). A los siete años de edad se separa de sus padres para
marchar a Burgos, donde estudia en el colegio de los Hermanos Maristas. En 1908
se incorpora al Seminario Mayor de Toledo, para continuar la carrera
eclesiástica en los cursos de latín, filosofía y teología con las máximas
calificaciones. En 1921 obtiene el doctorado en Sagrada Teología. Fue ordenado
sacerdote el 21 de julio de 1918. En sus dieciocho años de vida sacerdotal
ejerció el ministerio en Villacañas, Guadamur y en Mora de Toledo.
Coinciden los testigos en señalar su ejemplaridad en el ejercicio de su
ministerio sacerdotal. Era hombre dotado de buenas cualidades humanas, que son
tan apreciables en el trato pastoral: agradable y educado en el trato, ordenado,
puntual, limpio, justo, inteligente y culto, dotado de gran serenidad y
fortaleza.
Y junto a estas virtudes naturales, brillaban en él las específicamente
pastorales, como lo eran su profunda vida de oración: todos los días estaba en
el templo desde las seis de la mañana, rezando el breviario, preparándose para
la santa misa y confesando a los fieles hasta las nueve en que celebraba la
Eucaristía; su dedicación celosa y exclusiva al ministerio sacerdotal, su
facilidad para la predicación, su dedicación a la catequesis especialmente de
los niños, su atención a los enfermos y a los pobres con visitas y con
limosnas.
Desde 1931, con el advenimiento de la Segunda República, se creó un
ambiente cada vez más hostil a la Iglesia. Don Agrícola lo experimentó en su
propia vida con acusaciones por parte de los enemigos de la Iglesia, que le
llevaron a la cárcel y al destierro de su parroquia durante tres meses. Cuando
se lo permitieron, volvió a su parroquia de Mora, sabiendo a lo que se exponía.
Y allí permaneció hasta su martirio, sin abandonar en ningún momento el rebaño
encomendado.
El ABC del 12 de diciembre de 1931 informa de ello con el título “Causa
sobreseída”. En el cuerpo de la noticia puede leerse que “el juez de instrucción
de Madridejos ha sobreseído la causa instruida contra el párroco de Mora, don
Agrícola Rodríguez por la denuncia que en los pasados meses se formuló contra
él, acusándole de haber pronunciado frases gravemente ofensivas para los
republicanos en un sermón predicado en Manzaneque. Por esta denuncia, que ha
resultado infundada, el Sr. Rodríguez estuvo encarcelado”.
Martirio
El 21 de julio de 1936 quedó grabado a fuego en los anales de la
multisecular historia de la archidiócesis toledana. Ese día comenzó el
exterminio del clero toledano. Como recuerda monseñor Jaime Colomina Torner,
después de las diócesis de Barbastro y Lérida, la nuestra sigue en el tercer
puesto -en esta desafortunada clasificación- con el 50% de los sacerdotes
asesinados. Ese 21 de julio la Guardia Civil salió de Mora camino de Toledo.
Entonces se desataron las furias de los marxistas, y buscaron al sacerdote para
eliminarlo.
Cuando semanas antes de la beatificación de 2007 exhumamos los restos de
don Agrícola, al recoger con piedad el cráneo de tan insigne párroco, el plomo
caía en la cuenca de nuestras manos. El tiro mortal que atravesó su cabeza nos
hacía regresar a la intensidad vivida por él en los últimos momentos de su
vida.
Todavía hoy en día una placa, en la fachada posterior de la iglesia
parroquial recuerda, aquel momento doloroso: “Serían como las cuatro o cinco de
la tarde del 21 de julio”, afirma Luis Lillo.
“A esa hora don Agrícola abrió la puerta de la sacristía y pidió a los
milicianos que respetaran a las mujeres y al niño, que quedaban en su interior.
Entonces dijeron:
-Venimos solo a por ti, tira p’adelante.
-Venimos solo a por ti, tira p’adelante.
Al verlo los milicianos, mandaron a las mujeres que se disgregaran,
quedando don Agrícola totalmente al descubierto ante la mirada de odio de los
milicianos, quienes en descarga cerrada y a cierta distancia, dispararon sobre
él. A pesar de los muchos impactos recibidos en su cuerpo, no cayó a tierra,
iniciando su vía martirial, con la sotana rasgada por un lado, su espalda
derramando sangre en dirección a su casa.
Cuando llegaba frente a la taberna de un tal Clemente, recibe de frente la
segunda descarga mortal. Fue entonces cuando su fuerte humanidad, doblegándose,
cayó por primera vez por tierra. Cuando todos le dan por muerto, don Agrícola, a
duras penas, incorpora medio cuerpo y logra poder sentarse sobre el bordillo de
la acera.
Como, a pesar de tantos disparos, sus adversarios aún no habían podido
terminar de una vez con él, un fuerte miliciano se acercó a aquel cuerpo
martirizado y propinándole una feroz patada en el pecho, lanzó instantáneamente
a don Agrícola boca arriba; no conforme el agresor, lo pisoteó cruelmente y se
puso a bailar grotescamente sobre el cuerpo yacente.
Momentos después, al ver que el cura seguía con vida, se aproximó a él una
joven miliciana, a quien llamaban la Morena, y disparó sobre el pecho del que
había sido su párroco.
Una vez ya en la caja, como esta era un tanto pequeña y don Agrícola, sin
ser grueso, era muy recio, al no caber bien no podían cerrarla, quedando visible
parte del cadáver; para evitarlo, al tener que pasar por varias calles hasta
llegar al cementerio, un miliciano se sentó sobre la tapa del ataúd para reducir
lo más posible con su peso la abertura y conseguir así la menor visibilidad del
cuerpo del muerto; tal individuo refirió que al sentirse oprimido el cuerpo de
don Agrícola por el peso que llevaba encima, daba golpes con los puños contra la
tapa de la caja.
Así debió ser pues según contó Eladio Romeral, marxista muy significado y
paisano del mártir que presenció el sepelio, “antes de introducirle en la fosa
tuvieron que darle un tiro en la cabeza, porque aún conservaba algo de
vida”.
Tras su muerte martirial se convierte en el protomártir del clero
toledano.
Dónde venerar sus reliquias
El 12 de diciembre de 1940 su cuerpo fue trasladado desde el cementerio de
Mora al pasillo central de la parroquia de Nuestra Señora de Altagracia de Mora
de Toledo, donde permaneció durante décadas velando por los sacerdotes y
feligreses. Tras su beatificación, el 28 de octubre de 2007, sus restos fueron
colocados (en la foto, bajo estas líneas, el preciso momento en que los
sacerdotes proceden a su ubicación) en una preciosa urna y trasladados al altar
mayor, donde otrora celebrara la Santa Misa.
El obispo auxiliar de Toledo, monseñor Carmelo Borobia Isasa, el 15 de
febrero de 2009, presidió la santa Misa de traslado de los restos al altar mayor
de la parroquia.
Así lo explicó don Carmelo en la homilía de aquel
día:
Me siento profundamente conmovido al celebrar la Eucaristía en esta hermosa
iglesia de Mora, que tuvo la dicha de acoger la actividad pastoral del beato
Agrícola y sobre sus sagradas reliquias. Felicidades porque sois un pueblo
bendecido por el Señor.
Se ha dicho que desde las persecuciones de los primeros siglos de la
Iglesia no había habido otra semejante a la persecución religiosa del siglo XX
sufrida en nuestra Patria. Creo que es verdad: en todos los sentidos: por el
número tan crecido de mártires y por la calidad de su fidelidad… y también en
esta consecuencia que bien pudiéramos llamar “litúrgica”: la Iglesia, desde el
principio tuvo un especial interés por celebrar la Eucaristía sobre los
sepulcros de los mártires y por eso, luego, cuando pasó la época de las
persecuciones, a partir del s. IV, quiso seguir colocando bajo el ara del altar,
las reliquias insignes de los cuerpos de los santos. Es esto lo que -con tanto
acierto como cariño- estamos haciendo nosotros esta tarde. Las sagradas
reliquias del beato Agrícola, bajo el ara del altar de esta parroquia de Mora,
os recordarán siempre que el Señor ha sido especialmente generoso con vosotros.
Y que entre los virtuosos pastores que ha querido poner al frente de vuestra
parroquia, quiso daros también un sacerdote santo, don Agrícola que ha dejado
entre vosotros, el rastro indeleble de la santidad, llevada al extremo de dar la
vida.
Los sacerdotes pasan por las parroquias: a lo largo de su vida un sacerdote
puede pasar por seis o siete parroquias, todas queridas, todas distintas, todas
dejando en su corazón un recuerdo singular e imborrable. Y de la misma manera,
para las parroquias, cada párroco es diferente: y a cada uno se le recuerda de
un modo distinto: el que trabajó más con los jóvenes, el que hizo las obras, el
que predicaba bien, el que era especialmente caritativo. Al beato Agrícola que,
en los casi ocho años de su presencia entre vosotros os habló de Cristo con sus
palabras y sus obras, le recordareis como el “párroco que dio su vida por
vosotros”: sus reliquias, aquí bajo el altar, para vosotros harán imborrable
este recuerdo, porque, efectivamente, así, en la literalidad de las palabras,
don Agrícola dio su vida por vosotros. Cada cristiano, en el momento de nuestro
bautismo hemos sido identificados con Cristo.
En todo sacerdote además, por el
Sacramento del Orden, se renueva y se afianza de un modo singular esa
identificación con Cristo para que pueda amar con el corazón de Cristo a todo y
a todos, pero particularmente a todas aquellas almas que son puestas bajo su
cuidado pastoral. Y Cristo nos ama a cada uno, de modo individual, como
personas, porque para Dios no hay multitudes. Si el martirio es –decimos, y es
en verdad- la suprema identificación con Cristo, del mismo modo que todos los
hombres estábamos en el corazón de Cristo en el momento de su Sacrificio en la
Cruz, así también cada uno de vosotros estaba en el corazón sacerdotal de don
Agrícola, cuando en las mismas puertas de su parroquia, aquel 21 de Julio de
1936, su alma volaba al cielo. Atrás quedaba su cuerpo inmolado como el de
Cristo: este cuerpo sagrado sobre el que, aquí en esta parroquia de Mora, que
fue la suya, cada día se ofrecerá el santo sacrificio de la Misa.
No quiero hablar de los detalles del martirio del beato Agrícola: los
conocemos bien. Pero sí quiero subrayar sus consecuencias. Don Agrícola con su
vida, y también con su muerte, nos habló del cielo, y nos enseñó el camino para
llegar a él. Por eso la primera consecuencia de su martirio no puede ser otra
que el sentirnos movidos a imitarle. La beatificación de un cristiano -y mucho
más de un mártir- estrictamente a él, ni le quita ni le añade gloria: se le
declara “beato” y “santo” para proponérnoslo como “modelo”.
El Beato Agrícola, igual que los otros 497 compañeros mártires,
beatificados con él, supo descubrir que la vida de los cristianos -nuestra vida-
está continuamente en las manos de Dios, y que solo así es como alcanza su
sentido pleno: su martirio fue la consumación de lo que en ellos había sido lo
habitual: y como habían vivido “en las manos de Dios”, así murieron: el martirio
de la sangre es un don extraordinario que Dios concede a algunos. Y es muy
posible que a ninguno de nosotros el Señor nos pida el martirio de la sangre,
pero lo que sí es seguro es que a todos Dios nos pide ese “martirio incruento”
que supone el vivir gozosamente nuestra fe y nuestra pertenencia a la Iglesia en
medio de unas circunstancias que hoy son totalmente adversas, y en medio de una
sociedad, la nuestra, que no solamente no necesita a Dios sino que,
abiertamente, ha decidido ir contra Él. Cada día los cristianos experimentaremos
como se hace más fuerte la presión social anticristiana: y se nos ridiculizará,
y se nos querrá borrar de la vida pública, arrinconándonos en las sacristías,
como ya se nos está arrinconando en las escuelas. Irán contra nosotros pero en
el fondo van contra Dios, porque es a Dios a quienes quisieran quitar de en
medio.
En el bautismo se nos invita a poner nuestra vida en las manos de Dios:
Nuestro bautismo es el inicio de un camino –el camino de nuestra vida- destinado
a concluir felizmente, cuando tras nuestra muerte lleguemos a la presencia de
Dios, y el Señor - a todos- nos pueda reconocer “de los suyos”: entonces
descubriremos que habrá merecido la pena arrostrar sacrificios e incomodidades
por mantenernos fieles a Cristo.
Don Agrícola, párroco y mártir, nos está señalando el cielo: nos está
diciendo que el Cielo es nuestra meta: que el premio prometido se confunde con
nuestro destino eterno: vivir eternamente amando en Dios y eternamente amados
por Él. Dios nos creó para eso, y para eso, Cristo con su Muerte y Resurrección,
nos ha recreado.
El camino del cielo ya lo sabemos: es el camino de la fidelidad, y el
equipaje son nuestras buenas obras. Don Agrícola no improvisó su martirio. Don
Jorge López Teulón ha afirmado que “de don Agrícola como de sus trece
compañeros, se hubiera podido iniciar el proceso de beatificación sin necesidad
de martirio, porque realmente sus vidas y sus obras les hacían acreedores de tal
reconocimiento”. Por eso cuando llegó el momento estaban preparados. Nos
impresionan sus vidas totalmente en las manos de Dios, y precisamente por ello,
totalmente entregados a su vocación: Y no solamente don Agrícola y sus
compañeros, que eran sacerdotes: entre nuestros mártires hubo también muchos
laicos, hombres y mujeres, jóvenes casi todos, pero también algunos ya de edad
más madura: El martirio fue la rúbrica de sangre de su fidelidad a Cristo vivida
en el día a día: en la vida profesional, en la vida familiar y también en la
vida pública. Vosotros conocéis bien los numerosos testimonios martiriales que
se dieron en esta parroquia de Mora: fueron el fruto fecundo de la siembra del
padre Cuadrado primero y luego de don Agrícola: permitidme recordar a Dolores y
a Carmen Cano Sobreroca, mujeres de esta parroquia, dedicadas desde su
compromiso en la Acción Católica, a servicio del Señor y a la ayuda de los más
pobres y necesitados. Ninguna improvisó su martirio, por eso a todos, la llamada
del Señor los cogió preparados. Pero ¿y nosotros? ¿Nos encontraría el Señor
dispuestos a seguirle si ahora, como a ellos, se nos exigiese el supremo
testimonio de fidelidad?
Dije antes que al beatificar o canonizar a alguien la iglesia nos lo
propone como modelo, pero nos lo está proponiendo también como intercesor. Y los
que, como el Beato Agrícola nos quisieron tanto, ahora en el Cielo nos quieren
más, porque nos quieren en Dios, y tal como nos quiere Dios. No buscar la
intercesión de los santos es simple y llanamente falta de fe. ¿Cómo no va a
interceder por sus queridos feligreses Don Agrícola si, como el Buen Pastor dio
la vida por vosotros?: Descubrid el inmenso potencial evangelizador que se
contiene en la vida, en el martirio y en la glorificación de vuestro párroco
mártir. Si el Señor os ha querido hacer este don, acudid a él. Acudid al Beato
Agrícola, conoced su vida y su muerte. Reavivad la experiencia de su amor
entregado como el de Cristo, de quien no quiso ser otra cosa más que fidelísimo
colaborador. Hablad a vuestros niños de que aquí hubo un sacerdote santo que os
amó –y que os ama por encima de cualquier otra consideración-, tanto que dio su
vida por vosotros.
Y yo en vuestro nombre, me atrevo a pedirle hoy al Beato Agrícola, que aquí
en Mora, de su mano, muy pronto surjan nuevas vocaciones sacerdotales. La
vitalidad de una parroquia se pone de manifiesto, en buena medida, en el número
de vocaciones sacerdotales y religiosas que es capaz de suscitar en su seno.
También un día en su Consuegra natal, aquel niño al que hoy estamos celebrando,
se planteo el seguir al Señor más estrechamente. Y porque dijo sí, hoy la
Iglesia nos lo propone como modelo y como intercesor.
Os encomiendo a todos a la Santísima Virgen María a la que con confianza
filian invocáis como Nuestra Señora de la Antigua, a San José y a todos los
santos, y también al Beato Agrícola y a todos nuestros beatos mártires: en el s.
XX, el más hermoso fruto de santidad de la Iglesia de España y posiblemente del
mundo entero. Que la Sagrada Comunión que ahora, dentro de unos momentos
recibiremos debidamente preparados, nos haga pregustar ya anticipadamente el
gozo eterno del cielo.
Así que ahora, cuando entramos en la parroquia de Mora, al dirigir nuestra vista al Sagrario para presentar nuestras oraciones al Señor, nuestra mirada se topará con las reliquias de aquel que “no quiso ser otra cosa más que fidelísimo colaborador de Cristo” y que siempre intercederá por nosotros. ¡Beato Agrícola Rodríguez, protomártir del clero toledano, ruega para que los sacerdotes sean santos! ¡Beato Agrícola Rodríguez, ruega por España, por la archidiócesis de Toledo y por tu pueblo de Mora!
Así que ahora, cuando entramos en la parroquia de Mora, al dirigir nuestra vista al Sagrario para presentar nuestras oraciones al Señor, nuestra mirada se topará con las reliquias de aquel que “no quiso ser otra cosa más que fidelísimo colaborador de Cristo” y que siempre intercederá por nosotros. ¡Beato Agrícola Rodríguez, protomártir del clero toledano, ruega para que los sacerdotes sean santos! ¡Beato Agrícola Rodríguez, ruega por España, por la archidiócesis de Toledo y por tu pueblo de Mora!
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Fuente: religionenlibertad.com
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