jueves, junio 19, 2025

Evangelio Junio 19, 2025


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Jueves 11 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 6,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. 


»Vosotros, pues, orad así: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».


«Vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo»

Rev. D. Emili MARLÉS i Romeu  - (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, el Señor nos quiere ayudar a crecer en un tema central de nuestra vida cristiana: la oración. Nos advierte que no recemos como los paganos que intentan convencer a Dios sobre aquello que quieren. Muchas veces pretendemos conseguir lo que deseamos a través de la insistencia, haciéndonos “pesados” a Dios, creyendo que conseguiremos hacernos escuchar con nuestra verborrea. El Señor nos recuerda que el Padre está constantemente solícito de nuestra vida y que, en todo momento, él sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos (cf. Mt 6,8). ¿Vivimos con esta confianza? ¿Tengo la conciencia de que el Padre me lava los pies continuamente y que sabe mejor que nadie lo que necesito en cada momento (en las cosas grandes y en las pequeñas)?

Jesús nos abre un nuevo horizonte de plegaria: la oración de quienes se dirigen a Dios con la conciencia de hijos. El tipo de relación que tengo con una persona determina la manera en la que le pido las cosas, y también aquello que puedo esperar de ella. De un padre, y especialmente del Padre celestial, lo puedo esperar todo y sé que tiene cuidado de mi vida. Por eso Jesús, que vive siempre como un auténtico hijo, nos dice «no estéis preocupados por vuestra vida: qué vais a comer» (Mt 6,25). ¿Realmente tengo esta conciencia de hijo? ¿Me dirijo a Dios con la misma familiaridad con que lo hago con mi padre o mi madre?

Después, Jesús nos abre su corazón, y nos enseña cómo es su relación/plegaria con el Padre para que la hagamos también nuestra. Con la oración del “Padrenuestro” Jesús nos enseña a vivir como hijos. San Cipriano tiene un conocido comentario al “Padrenuestro”, en el que nos dice: «Debemos recordar y saber que, cuando llamamos “Padre” a Dios, tenemos que obrar como hijos suyos, a fin de que él se complazca en nosotros, como nosotros nos complacemos de tenerlo por Padre».


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Si dice que hará lo que pidamos al Padre en su nombre, ¿cuánto más eficaz no será nuestra oración en el nombre de Cristo, si la hacemos, además, con sus propias palabras?» (San Cipriano)
  • «Los discípulos, seducidos por la persona de Jesús mientras oraba, le piden una instrucción sobre cómo orar: el “Padrenuestro” es la respuesta. Es una oración concentrada en siete peticiones, llena de sentido teológico, en contraste con la palabrería y verborrea» (Benedicto XVI)
  • «‘La oración dominical es en verdad el resumen de todo el Evangelio’ (Tertuliano). Cuando el Señor hubo legado esta fórmula de oración, añadió: ‘Pedid y se os dará’ (Lc 11,9). Por tanto, cada uno puede dirigir al cielo diversas oraciones según sus necesidades, pero comenzando siempre por la oración del Señor que sigue siendo la oración fundamental» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.761)
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  • Fuente: https://evangeli.net/evangelio 

miércoles, junio 18, 2025

Evangelio Junio 18, 2025


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Miércoles 11 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 6,1-6.16-18): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 


»Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 


»Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».


«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench - (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)


Hoy, Jesús nos invita a obrar para la gloria de Dios, con el fin de agradar al Padre, que para eso mismo hemos sido creados. Así lo afirma el Catecismo de la Iglesia: «Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación». Éste es el sentido de nuestra vida y nuestro honor: agradar al Padre, complacer a Dios. Éste es el testimonio que Cristo nos dejó. Ojalá que el Padre celestial pueda dar de cada uno de nosotros el mismo testimonio que dio de su Hijo en el momento de su bautizo: «Éste es mi Hijo amado en quien me he complacido» (Mt 3,17).

La falta de rectitud de intención sería especialmente grave y ridícula si se produjera en acciones como son la oración, el ayuno y la limosna, ya que se trata de actos de piedad y de caridad, es decir, actos que —per se— son propios de la virtud de la religión o actos que se realizan por amor a Dios.

Por tanto, «cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial» (Mt 6,1). ¿Cómo podríamos agradar a Dios si lo que procuramos de entrada es que nos vean y quedar bien —lo primero de todo— delante de los hombres? No es que tengamos que escondernos de los hombres para que no nos vean, sino que se trata de dirigir nuestras buenas obras directamente y en primer lugar a Dios. No importa ni es malo que nos vean los otros: todo lo contrario, pues podemos edificarlos con el testimonio coherente de nuestra acción.

Pero lo que sí importa —¡y mucho!— es que nosotros veamos a Dios tras nuestras actuaciones. Y, por tanto, debemos «examinar con mucho cuidado nuestra intención en todo lo que hacemos, y no buscar nuestros intereses, si queremos servir al Señor» (San Gregorio Magno).


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Si ya ha prendido en ti algún brote del fuego del amor divino, no quieras manifestarlo de pronto al exterior; guárdate de lanzarlo a los vientos. Mantén cerrado el horno, para que ni se enfríe ni pierda calor» (San Carlos Borromeo)
  • «Toda expresión penitencial sólo tiene valor a los ojos de Dios si es signo de un corazón sinceramente arrepentido. La verdadera “recompensa” no es la admiración de los demás, sino la amistad con Dios» (Benedicto XVI)
  • «Cristo Jesús hizo siempre lo que agradaba al Padre. Vivió siempre en perfecta comunión con Él. De igual modo sus discípulos son invitados a vivir bajo la mirada del Padre ‘que ve en lo secreto’ (Mt 6,6) para ser ‘perfectos como el Padre celestial es perfecto’ (Mt 5,48)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.693)
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  • Fuente: https://evangeli.net/evangelio 

martes, junio 17, 2025

Evangelio Junio 17, 2025


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Martes 11 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 5,43-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».


«Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial»

Rev. D. Iñaki BALLBÉ i Turu - (Terrassa, Barcelona, España)


Hoy, Cristo nos invita a amar. Amar sin medida, que es la medida del Amor verdadero. Dios es Amor, «que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5,45). Y el hombre, chispa de Dios, ha de luchar para asemejarse a Él cada día, «para que seáis hijos de vuestro Padre celestial» (Mt 5,45). ¿Dónde encontramos el rostro de Cristo? En los otros, en el prójimo más cercano. Es muy fácil compadecerse de los niños hambrientos de Etiopía cuando los vemos por la TV, o de los inmigrantes que llegan cada día a nuestras playas. Pero, ¿y los de casa? ¿y nuestros compañeros de trabajo? ¿y aquella parienta lejana que está sola y que podríamos ir a hacerle un rato de compañía? Los otros, ¿cómo los tratamos? ¿cómo los amamos? ¿qué actos de servicio concretos tenemos con ellos cada día?

Es muy fácil amar a quien nos ama. Pero el Señor nos invita a ir más allá, porque «si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener?» (Mt 5,46). ¡Amar a nuestros enemigos! Amar aquellas personas que sabemos —con certeza— que nunca nos devolverán ni el afecto, ni la sonrisa, ni aquel favor. Sencillamente porque nos ignoran. El cristiano, todo cristiano, no puede amar de manera “interesada”; no ha de dar un trozo de pan, una limosna al del semáforo. Se ha de dar él mismo. El Señor, muriéndose en la Cruz, perdona a quienes le crucifican. Ni un reproche, ni una queja, ni un mal gesto...

Amar sin esperar nada a cambio. A la hora de amar tenemos que enterrar las calculadoras. La perfección es amar sin medida. La perfección la tenemos en nuestras manos en medio del mundo, en medio de nuestras ocupaciones diarias. Haciendo lo que toca en cada momento, no lo que nos viene de gusto. La Madre de Dios, en las bodas de Caná de Galilea, se da cuenta de que los invitados no tienen vino. Y se avanza. Y le pide al Señor que haga el milagro. Pidámosle hoy el milagro de saberlo descubrir en las necesidades de los otros.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «El amor basta por sí solo; no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica: “Amo porque amo”» (San Bernardo)
  • «¿Por qué Jesús pide amar a los propios enemigos, o sea, un amor que excede a la capacidad humana? Porque tiene en cuenta que en el mundo hay demasiada violencia, demasiada injusticia y, por tanto, sólo se puede superar esta situación contraponiendo un plus de amor» (Benedicto XVI)
  • «Todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad. Todos son llamados a la santidad: ‘Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto’ (Mt 5,48)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.013)
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  • Fuente: https://evangeli.net/evangelio 

lunes, junio 16, 2025

Evangelio Junio 16, 2026


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Lunes 11 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».


«Pues yo os digo: no resistáis al mal»

Rev. D. Joaquim MESEGUER García - (Rubí, Barcelona, España)


Hoy, Jesús nos enseña que el odio se supera en el perdón. La ley del talión era un progreso, pues limitaba el derecho de venganza a una justa proporción: sólo puedes hacer al prójimo lo que él te ha hecho a ti, de lo contrario cometerías una injusticia; esto es lo que significa el aforismo de «ojo por ojo, diente por diente». Aun así, era un progreso limitado, ya que Jesucristo en el Evangelio afirma la necesidad de superar la venganza con el amor; así lo expresó Él mismo cuando, en la Cruz, intercedió por sus verdugos: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).

No obstante, el perdón debe acompañarse con la verdad. No perdonamos tan sólo porque nos vemos impotentes o acomplejados. A menudo se ha confundido la expresión “poner la otra mejilla” con la idea de la renuncia a nuestros derechos legítimos. No es eso. Poner la otra mejilla quiere decir denunciar e interpelar a quien lo ha hecho, con un gesto pacífico pero decidido, la injusticia que ha cometido; es como decirle: «Me has pegado en una mejilla, ¿qué, quieres pegarme también en la otra?, ¿te parece bien tu proceder?». Jesús respondió con serenidad al criado insolente del sumo sacerdote: «Si he hablado mal, demuéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23).

Vemos, pues, cuál debe ser la conducta del cristiano: no buscar revancha, pero sí mantenerse firme; estar abierto al perdón y decir las cosas claramente. Ciertamente no es un arte fácil, pero es el único modo de frenar la violencia y manifestar la gracia divina a un mundo a menudo carente de gracia. San Basilio nos aconseja: «Haced caso y olvidaréis las injurias y agravios que os vengan del prójimo. Podréis ver los nombres diversos que tendréis uno y otro; a él lo llamarán colérico y violento, y a vosotros mansos y pacíficos. Él se arrepentirá un día de su violencia, y vosotros no os arrepentiréis nunca de vuestra mansedumbre».


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Comprendan los cristianos que en esta clase de injurias que buscan repararse con el castigo, los cristianos observarán tal moderación que, una vez recibida la injuria, no nazca el odio» (San Agustín)
  • «También Jesús nos habla en el Evangelio de la santidad, y nos explica la nueva ley, la suya. No sólo no se ha devolver al otro el mal que nos ha hecho, sino que debemos esforzarnos por hacer el bien con largueza» (Francisco)
  • «El respeto a la persona humana pasa por el respeto del principio: ‘Que cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo como ‘otro yo’, cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente’ (Concilio Vaticano II) (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 1.931)
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  • Fuente: https://evangeli.net/evangelio 

domingo, junio 15, 2025

Evangelio Junio 15, 2025


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La Santísima Trinidad (C)

Texto del Evangelio (Jn 16,12-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: ‘Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros’».


«Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa»

Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I. - (Città del Vaticano, Vaticano)


Hoy celebramos la solemnidad del misterio que está en el centro de nuestra fe, del cual todo procede y al cual todo vuelve. El misterio de la unidad de Dios y, a la vez, de su subsistencia en tres Personas iguales y distintas. Padre, Hijo y Espíritu Santo: la unidad en la comunión y la comunión en la unidad. Conviene que los cristianos, en este gran día, seamos conscientes de que este misterio está presente en nuestras vidas: desde el Bautismo —que recibimos en nombre de la Santísima Trinidad— hasta nuestra participación en la Eucaristía, que se hace para gloria del Padre, por su Hijo Jesucristo, gracias al Espíritu Santo. Y es la señal por la cual nos reconocemos como cristianos: la señal de la Cruz en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

La misión del Hijo, Jesucristo, consiste en la revelación de su Padre, del cual es la imagen perfecta, y en el don del Espíritu, también revelado por el Hijo. La lectura evangélica proclamada hoy nos lo muestra: el Hijo recibe todo del Padre en la perfecta unidad: «Todo lo que tiene el Padre es mío», y el Espíritu recibe lo que Él es, del Padre y del Hijo. Dice Jesús: «Por eso he dicho: ‘Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros’» (Jn 16,15). Y en otro pasaje de este mismo discurso (15,26): «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí».

Aprendamos de esto la gran y consoladora verdad: la Trinidad Santísima, lejos de ponerse aparte, distante e inaccesible, viene a nosotros, habita en nosotros y nos transforma en interlocutores suyos. Y esto por medio del Espíritu, quien así nos guía hasta la verdad completa (cf. Jn 16,13). La incomparable “dignidad del cristiano”, de la cual habla varias veces san León el Grande, es ésta: poseer en sí el misterio de Dios y, entonces, tener ya, desde esta tierra, la propia “ciudadanía” en el cielo (cf. Flp 3,20), es decir, en el seno de la Trinidad Santísima.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «¡Oh Abismo, oh Trinidad eterna, oh Deidad, oh Mar profundo!: ¿podías darme algo más preciado que Tú mismo?» (Santa Catalina de Siena)
  • «La liturgia nos invita a alabar a Dios no sólo por una maravilla realizada por Él, sino sobre todo por cómo es Él; por la belleza y la bondad de su ser» (Benedicto XVI)
  • «(...) El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús, revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 244)
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  • Fuente: https://evangeli.net/evangelio 

Santa Benilde de Córdoba, Mártir Mozárabe

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Junio 15

Benilde, nació en el año ca. 770, en la Córdoba emiral, en el seno de una familia acomodada. Siendo aún muy joven sintió un profundo sentimiento espiritual sobre la religión cristiana. Su formación tanto cultural como religiosa fue bastante buena, convirtiéndose en una reconocida matrona.


Pero cuando era bastante anciana, se desató en su Córdoba natal una terrible y cruenta persecución califal, contra el cristianismo de las que dejan huella, pues fue la gran era de los mártires cordobeses. Desde hacía dos años no cesaban los muertos por la fe cristiana. San Eulogio conoció personalmente a Benilde y nos cuenta que era “una mujer temerosa de Dios”, una anciana matrona que no estaba vinculada a ninguno de los monasterios de la ciudad.


Cuando a San Fandila, sacerdote natural de Guadix y gran catequista, fue degollado por su actividad cristiana el 13 de Junio de este año 853 y al día siguiente lo fueron Santa Digna religiosa contemplativa, y San Félix, monje de un convento de la capital y natural de Alcalá de Henares. Es decir, todo cristiano significativo estaba siendo eliminado para desarraigar la fe de Cristo y “evangelizar” Córdoba en el espíritu del Corán.


Como los moros eran bien conocedores de las costumbres cristianas, después de la ejecución, se quemaban los cuerpos de los mártires y sus cenizas las esparcían en el río Guadalquivir para evitar la creación de santuarios en las tumbas de los mártires. San Eulogio nos narra que al día siguiente del martirio de los Santos Anastasio, Félix y Digna, Benilde se presentó ante los jueces.


Ante ellos y a pesar de sus muchos años, Benilde se llenó de una gran valentía evangélica y enorme espiritualidad y alzó su grito de libertad en contra de la tiranía, proclamando en voz alta que prefería la Fe de Cristo, que la propia vida y la coherencia creyente al silencio cómplice con aquel “terrorismo de estado”.


Su gesto claro, generoso y valiente, enfureció a los jueces, que ordenaron inmediatamente que la apresaran y fuera tortura cruelmente. Como con las torturas seguía proclamando su Fe cristiana, el juez ordenó que fuera decapitada inmediatamente y posteriormente su cuerpo sin cabeza fuera colgado en unos palos y expuesto a toda la ciudad.


Pero no conforme con las órdenes emitidas, el juez les dijo a los verdugos, que tras ser expuesto el cuerpo en la ciudad, fuera incinerado y las cenizas esparcidas por las aguas del río Guadalquivir. Los verdugos finalmente cumplieron con las órdenes recibidas y dieron muerte a Benilde, en la Córdoba emiral. El alma de esta mártir mozárabe se elevó al Paraíso Celestial, a la presencia del Sumo Hacedor, el día 15 de junio del año 853.


Dicen los entendidos que las aguas del Guadalquivir bajan, desde entonces, “contaminadas” por el único barro que, en lugar de ensuciar, fecundan a la Iglesia andaluza, conocida por el pueblo cristiano como: “la riada del amor que no puede engañarse ni engañarnos”. Pienso que llegará el día, en el cual los viejos que están cerca de la Iglesia, nos podrán dar finalmente, más de una lección de vida comprometida con el evangelio y la Fe cristiana.

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Vidas Santas


sábado, junio 14, 2025

Evangelio Junio 14, 2025


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Sábado 10 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 5,33-37): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído también que se dijo a los antepasados: ‘No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos’. Pues yo digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’: que lo que pasa de aquí viene del Maligno».


«Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’»

Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells - (Salt, Girona, España)


Hoy continúa Jesús comentándonos los Mandamientos. Los israelitas tenían un gran respeto hacia el nombre de Dios, una veneración sagrada, porque sabían que el nombre se refiere a la persona, y Dios merece todo respeto, todo honor y toda gloria, de pensamiento, palabra y obra. Por esto —teniendo presente que jurar es poner a Dios como testigo de la verdad de lo que decimos— la Ley les mandaba: «No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos» (Mt 5,33). Pero Jesús viene a perfeccionar la Ley (y, por tanto, a perfeccionarnos a nosotros siguiendo la Ley), y da un paso más: «No juréis en modo alguno: ni por el Cielo, (...), ni por la Tierra (...)» (Mt 5,34). No es que jurar, en sí mismo, sea malo, pero son necesarias unas condiciones para que el juramento sea lícito, como por ejemplo, que haya una causa justa, grave, seria (un juicio, pongamos por caso), y que lo que se jura sea verdadero y bueno.

Pero el Señor nos dice todavía más: «Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’» (Mt 5,37). Es decir, nos invita a vivir la veracidad en toda ocasión, a conformar nuestro pensamiento, nuestras palabras y nuestras obras a la verdad. Y la verdad, ¿qué es? Es la gran pregunta, que ya vemos formulada en el Evangelio por boca de Pilato, en el juicio contra Jesús, y a la que tantos pensadores a lo largo de los tiempos han procurado dar respuesta. Dios es la Verdad. Quien vive agradando a Dios, cumpliendo sus Mandamientos, vive en la Verdad. Dice el santo Cura de Ars: «La razón de que tan pocos cristianos obren con la exclusiva intención de agradar a Dios es porque la mayor parte de ellos se encuentran sometidos a la más espantosa ignorancia. Dios mío, ¡cuántas buenas obras se pierden para el Cielo!». Hay que pensar en ello.

Nos conviene formarnos, leer el Evangelio y el Catecismo. Después, vivir según lo que hemos aprendido.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Si administras los sacramentos, hermano, medita lo que haces; si celebras la misa, medita lo que ofreces; si salmodias en el coro, medita a quién hablas y qué es lo que hablas; si diriges las almas, medita con qué sangre han sido lavadas, y así todo lo que hagáis, que sea con amor» (San Carlos Borromeo)
  • «Estamos llamados a instaurar entre nosotros, en nuestras familias y en nuestras comunidades un clima de limpieza y de confianza recíproca, de manera que podemos ser considerados sinceros sin recurrir a intervenciones superiores para ser creídos» (Francisco)
  • «Es perjuro quien, bajo juramento, hace una promesa que no tiene intención de cumplir, o que, después de haber prometido bajo juramento, no mantiene. El perjurio constituye una grave falta de respeto hacia el Señor que es dueño de toda palabra (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.152)
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  • Fuente: https://evangeli.net/evangelio 

viernes, junio 13, 2025

Evangelio Junio 13, 2025


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Viernes 10 del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 5,27-32): En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio’. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la gehenna.


»También se dijo: ‘El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio’. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio».


«Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio»

Rev. D. Pablo CASAS Aljama - (Sevilla, España)


Hoy, Jesús nos habla claramente del amor indisoluble, fruto de un amor casto (“ecológico”, de respeto a la naturaleza). Tal como afirmó el Papa Francisco, «la santidad y la indisolubilidad del matrimonio cristiano, que con frecuencia se desintegra bajo la tremenda presión del mundo secular, debe ser profundizada por una clara doctrina y apoyada por el testimonio de parejas casadas comprometidas». Desgraciadamente, hoy en día, puede ser un tema polémico, porque parezca que vivir la castidad y la virtud de la santa pureza en medio de este mundo quede como algo trasnochado, o incluso como que puede quitarnos la libertad. 

De lo que hay en nuestro corazón, hablan también nuestros “ojos”. La mirada de los esposos, por ejemplo, debe ser expresión de un amor casto y puro que dure para siempre. «Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,28). 

Esta pureza de corazón se expresa tratando con dignidad nuestro cuerpo: «Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo», nos dice san Pablo (1Cor 6,19). El Evangelio de hoy tiene que llevar a entender lo sagrado del matrimonio. No se trata de entender el Evangelio de una manera literal, puesto que perder un ojo o una mano, no nos exime de pecar y además sería otro mal añadido. El sentido de las palabras de Jesús, es de sacrificio para ser fieles al proyecto de fidelidad a Dios, hasta vivir el matrimonio para lo que fue creado y después elevado a sacramento (para los cristianos). 

Jesús quiere devolver a la ley divina su fuerza, y dice: «Todo el que repudia a su mujer (…) la hace ser adúltera» (Mt 5,32). Con estas palabras nos muestra hasta qué punto cada uno es responsable de la santidad de su esposo / esposa. Estamos llamados a ser “uno” en el santo matrimonio. Es cierto que muchas veces el matrimonio no es algo fácil: vivir santamente conlleva la cruz… «El amor no nos deja indiferentes», diría Benedicto XVI.


Pensamientos para el Evangelio de hoy

  • «Los apetitos se inflaman con la sensualidad de la mirada, y los ojos, habituados a mirar impúdicamente al prójimo por estar ocioso, encienden los deseos impuros» (Clemente de Alejandría)
  • «El adulterio, como el hurto, la corrupción y todos los otros pecados, primero son concebidos en nuestra intimidad y, una vez cumplida en el corazón la elección equivocada, se ponen en práctica a través de un comportamiento concreto. Pensemos un poco sobre esto: sobre los malos pensamientos que vienen en esta línea» (Francisco)
  • «Jesús vino a restaurar la creación en la pureza de sus orígenes. En el Sermón de la Montaña interpreta de manera rigurosa el plan de Dios: ‘Habéis oído que se dijo: ‘no cometerás adulterio’. Pues yo os digo: ‘Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón’ (Mt 5,27-28). El hombre no debe separar lo que Dios ha unido (cf. Mt 19,6). La Tradición de la Iglesia ha entendido el sexto mandamiento como referido a la globalidad de la sexualidad humana» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.336)
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