4º Domingo de Adviento
“La alegría se aproxima”
“A los seis meses, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, pueblo de
Galilea, a visitar a una joven virgen comprometida para casarse con un
hombre que se llamaba José, descendiente de David. La virgen se llamaba
María. El ángel se acercó a ella y le dijo:
—¡Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios! El Señor está contigo.
Ante estas palabras, María se perturbó, y se preguntaba qué podría significar este saludo.
—No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor —le dijo el
ángel—. Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre
Jesús. El será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el
Señor le dará el trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de
Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin.
—¿Cómo podrá suceder esto —le preguntó María al ángel—, puesto que soy virgen?
—El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá
con su sombra. Así que al santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de
Dios. También tu parienta Elisabet va a tener un hijo en su vejez; de
hecho, la que decían que era estéril ya está en el sexto mes de
embarazo. Porque para Dios no hay nada imposible.
—Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él haga conmigo como me has dicho”.
Lucas 1:26-38 (Predicación)
=
Navidad es el tiempo de los regalos. El objetivo de los regalos es
poner contentos a los demás. Esto, sin embargo, no siempre sucede.
Algunos se decepcionan por el regalo recibido y piensan en silencio:
“¿Qué voy a hacer con este regalo?”. También puede suceder que, la
persona con el tiempo pueda encontrarle alguna utilidad y se ponga
contenta. Por ejemplo como cuando el tío le regala a su pequeña sobrina
una alcancía chanchito, la niña primero se decepciona pues hubiese
preferido una muñeca u otro juguete. Más tarde descubre, no obstante el
verdadero valor del regalo y se entusiasma.
Lo más valioso, son
los regalos que Dios nos have. En realidad toda nuestra vida es un
regalo de Dios, lo que somos y lo que tenemos, menos todo aquello que,
no venga de la pecaminosidad del ser humano o del demonio mismo. Y Dios
nos da todas las cosas con la intención de que podamos alegrarnos. A
menudo nos sorprendemos de por qué Dios nos habrá dado esto o aquello.
Los dones de Dios a veces tiran por la borda nuestras expectativas y
puede suceder que nos sintamos decepcionados. Es bueno en todo caso,
aprender el arte de dejarse regalar por Dios, de aceptar lo que Dios nos
da que, puede ser mejor aún que lo nosotros esperábamos. La meta de
Dios es alegrarnos. “Instrúyeme, Señor, en tu camino para conducirme con
fidelidad”. (Salmo 86:11) Oremos y dejémonos sorprender con alegría por
los regalos que Dios tiene para nuestra vida.
María fue
sorprendida y obsequiada por Dios en una forma especial. Sí, obsequiada,
pues así le dice el ángel Gabriel: “¡Te saludo, tú que has recibido el
favor de Dios!” se podría decir también: “¡Tú fuiste premiada por Dios!”
(“Muy favorecida”: dice la RV 1995) La intención de este saludo está
contenida en el saludo de alegría, pues “Te saludo” quiere decir
también: “Alégrate” Y el ángel agrega lo siguiente: “Has recibido el
favor de Dios” eso significa: “Dios te va a regalar algo”.
Es
un regalo bastante sorprendente, sí, un regalo impresionante lo que
María recibe de Dios. Y es un regalo sobrenatural: ella, la virgen que,
todavía no ha conocido hombre, va a estar embarazada y tendrá un hijo.
Ese hijo no será nada más ni nada menos que, el Hijo de David, el
mesías que esperaba el pueblo de Israel desde hacía siglos.
En
realidad es un cosa impresionante que, el mismo ángel Gabriel traiga el
mensaje de Dios a María. Estas eran cosas de hombres, el poder recibir
mensajes de parte de Dios. Y además como muchacha soltera tenía menos
respeto que una mujer casada. Además de todo eso, era una simple
muchacha de familia de obreros. Peor aún, vivía en Galilea, la región
donde los piadosos de Jerusalén y Judea no querían considerarla ya más
como tierra santa. ¡Justo a esta María le va a hablar el ángel Gabriel!
Contradecía toda lógica humana. Pero precisamente eso atestigua la forma
de obrar de Dios: Dios gusta de identificarse con los desposeídos.
Sin embargo este regalo de Dios no es un capricho repentino. Dios obra
muchas veces de una manera que es incomprensible y sorprendente para el
juicio de mucha gente. No obstante, su perspectiva celestial y eterna
sucede de una forma perfectamente planificada. El ángel Gabriel le
cuenta a María acerca de los planes de Dios: “Dios el Señor le dará el
trono de su padre David, y reinará sobre el pueblo de Jacob para
siempre. Su reinado no tendrá fin”. Y ahí escuchamos las palabras del
profeta Natán que Dios hacía más de mil años le había dado al rey David
sobre sus descendientes. Esta promesa la repitió Dios a través de
distintos profetas; ahora se cumple en María. Sí, este hijo de David,
este redentor decidió enviar Dios al mundo cuando el mundo era aún
joven. Para María fue inesperado, para Dios fue el cumplimiento de su
plan de salvación, un plan de salvación que abarcaría toda la historia
del mundo y que tendría su punto culminante en la segunda venida de
Jesucristo al mundo.
Quien regala esto es el Espíritu Santo
como lo explica Gabriel: “—El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder
del Altísimo te cubrirá con su sombra”. María recibió también una señal
milagrosa de que en verdad se trataba de una obra de Dios y no había
error: “También tu parienta Elisabet va a tener un hijo en su vejez; de
hecho, la que decían que era estéril ya está en el sexto mes de
embarazo. Porque para Dios no hay nada imposible“.
Uno podría
pensar que María con este regalo estaría más asustada que contenta. En
aquel entonces para las mujeres embarazadas no casadas siempre era todo
más difícil. Y puede ser también que toda esta noticia divina hubiese
podido fracasar. Hasta quizás ella no haya estado interiormente
preparada para tener un hijo. Pero María, sin embargo, acepta de buena
gana este regalo. Aprende rápido el arte de dejarse regalar por Dios.
Dice ella: “—Aquí tienes a la sierva del Señor —contestó María—. Que él
haga conmigo como me has dicho”.
Esta historia no estaría
en la Biblia, si se hubiese tratado de un regalo personal de Dios a
María. Pero se trata de algo más. Se trata de un regalo de Dios para
toda la humanidad, se trata de un regalo de Dios para nosotros. Jesús,
se llamará “El salvador” y el nombre es la intención de Dios: Todos
pueden acceder a la salvación por medio de él. El será un rey sobre la
casa de Jacob, anunció el ángel. Con la casa de Jacob se piensa en el
pueblo de Israel. Pero no se piensa en su descendencia física sino
espiritual. Todos aquellos que como Abrahán confiaron en Dios, son sus
hijos y conforman el verdadero Israel, la verdadera casa de Jacob. De
esta forma este regalo que recibe María es un regalo de Dios a nosotros.
Sí, estimados hermanos y hermanas, hemos recibido como regalo a través
de María a este Salvador y Rey.
Dios nos da este regalo siempre
de forma renovada. Jesús viene una y otra vez al mundo, es decir allí
donde su palabra es predicada y sus sacramentos se comparten. Hasta el
día de hoy es así que, el Espíritu Santo sigue regalando mensajes de
Dios. La palabra de Dios y los sacramentos (el bautismo y la Santa Cena)
son los canales por medio de los cuales el Espíritu Santo llega a
nosotros con Jesús y nos regala los dones óptimos y más preciados que
Dios quiere regalar.
Estimados hermanos y hermanas, ¡Hagamos
como María y aceptemos con alegría este regalo! Puede ser que no siempre
reconozcamos su valor y nos sintamos decepcionados. Puede ser que,
algún que otro miembro de la iglesia durante el tiempo que dura el culto
piense: ‘no vale mucho la pena ir a la iglesia’. Quizás hasta puede ser
que encuentren la predicación o la liturgia un tanto aburrida. Pero
piensen: Aquí recibimos el mejor y más precioso regalo de Dios. Aquí
viene Jesucristo mismo a nosotros por medio de la palabra y del
sacramento. Aquí Dios quiere regalarnos con la intención que, podamos
alegrarnos, incluso más allá de la muerte, alegrarnos por siempre.
Aprendamos el arte de aceptar los regalos que Dios tiene para nosotros.
Apreciemos el valor de estos dones celestiales. Si sabemos lo que se
nos ha regalado por medio de Jesucristo, entonces nos vamos a dar cuenta
que: todo lo que recibimos en la vida son buenos dones de Dios en el
nombre de Jesús. Aunque nos sorprendan o tiren por la borda los planes
que teníamos para nuestra vida o en un primer momento puedan
decepcionarnos: Dejémonos sorprender por Dios; es interesante vivir así.
Y no podremos hacer nada más inteligente que siempre decir: “Aquí
tienes a la sierva del Señor, o… aquí tienes al siervo del Señor”. Amén.
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Salmo: 102
A.T.:Isaías 52:7-10
Epístola: Flp 4:4-7
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En las lecturas correspondientes al Evangelio de Lucas que, se
prescriben para el 4º Domingo de Adviento, María está en primer plano.
El Magnificat así como la visita del ángel y su anuncio al que ella se
somete, se completan por medio de la narración posterior sobre Juan el
bautista según el Evangelio de Juan. Las lecturas del Antiguo Testamento
y de las Epístolas anuncian la alegría que, ya tenemos, pues se nos
anuncia la llegada del Señor que, trae la Paz a este mundo. Corresponde
el “Gloria in excelsis” (Gloria en las alturas)
En el 4º
Domingo de Adviento nuestro corazón se llena de alegría puesto que se
aproxima la fiesta del nacimiento del Señor. Escucharemos la alabanza de
María, la madre de Jesús, y alabamos con ella la grandeza del Señor,
pues en Jesucristo se cumplen todas las promesas hechas a su pueblo
Israel. Por medio de él, sabemos que las promesas que aún no se han
cumplido se harán realidad.
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