Curación de dos ciegos
Mateo  9, 27-31.
Adviento.
El verdadero milagro es invisible y está en el  interior de cada hombre que cree.
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 27-31 
Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos  gritando: 
«¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» Y al llegar a casa,  se le 
acercaron los ciegos, y Jesús les preguntó: «¿Creen que puedo  hacerlo?»
 Ellos le contestaron: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos  
diciendo: «Que se haga en ustedes conforme a su fe». Y se les abrieron  
sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Que nadie lo sepa!» Pero  
ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella región.
Oración introductoria
Señor, dame la luz de una fe viva, ardiente y luminosa. Toca mi  corazón
 en esta meditación para que abra los ojos de mi espíritu y pueda  
conocerte y amarte; pongo en Ti toda mi confianza.
Petición
Dios Padre, que mi inteligencia y voluntad cooperen con tu gracia divina.
Meditación del Papa
El problema del mal, del dolor y del sufrimiento, el problema de la  
injusticia y del abuso, el miedo a los demás, a los extraños y a los que
  desde lejos llegan hasta nuestras tierras y parecen atentar contra  
aquello que somos, llevan a los cristianos de hoy a decir con tristeza: 
 esperábamos que el Señor nos liberara del mal, del dolor, del  
sufrimiento, del miedo, de la injusticia.
Por tanto, es necesario para cada uno de nosotros aprender la  enseñanza
 de Jesús: ante todo escuchando y amando la Palabra de Dios,  leída en 
el misterio pascual, para que inflame nuestro corazón e ilumine  nuestra
 mente, nos ayude a interpretar los acontecimientos de la vida y  a 
darles un sentido. Luego es necesario sentarse a la mesa con el  Señor, 
convertirse en sus comensales, para que su presencia humilde en  el 
sacramento de su Cuerpo y de su Sangre nos restituya la mirada de la  
fe, para mirar todo y a todos con los ojos de Dios, y la luz de su amor.
  Permanecer con Jesús que permaneció con nosotros, asimilar su estilo 
de  vida entregada, escoger con él la lógica de la comunión entre 
nosotros,  de la solidaridad y del compartir. La Eucaristía es la máxima
 expresión  del don que Jesús hace de sí mismo y es una constante 
invitación a  vivir nuestra existencia en la lógica eucarística, como un
 don a Dios y a  los demás. (Benedicto XVI, 8 de mayo de 2011).
Reflexión
Contemplamos a estos dos ciegos con sus bastones por el camino. Van  
corriendo “a trompicones”. Quizás siguen apresuradamente a algún  
lazarillo que les lleva detrás de Jesús hasta que agotados lo alcanzan. 
 Pero el Maestro parece no darse cuenta de su estado. Les pregunta:  
“Creéis que puedo curaros...” ¿No habrían demostrado ya su fe corriendo a
  ciegas, y aún clamando misericordia por el camino? Jesús quiere  
provocar en ellos una adhesión plena porque eran hombres iluminados por 
 la fe. Para ellos, recuperar la vista física será consecuencia de esa  
otra visión, más necesaria y profunda: su fe. El verdadero milagro es  
invisible y está en el interior de cada  hombre que cree.
La fe que estos hombres tenían en sus corazones no les ahorró ningún  
esfuerzo, ninguna dificultad a la hora de alcanzar a Jesús. Es verdad  
que gracias a la fe nuestra vida espiritual crece y se “ilumina”, sin  
embargo, ni siquiera en el ámbito espiritual tener fe significa  
automáticamente poseer un conocimiento cierto, o una seguridad completa.
  Porque la fe sólo es auténtica cuando se conquista paso a paso, entre 
 caídas y temblores, entre oscuridades y gritos de auxilio. Le fe es una
  lucha, al estilo de san Pablo: “He combatido bien mi combate, he 
corrido  hasta la meta, he mantenido la fe” (2Tim 4, 7-8).
No dudemos, y sobre todo no temamos a las oscuridades y a las dudas  de 
la vida. Cuando todo esto nos ocurra en el camino, por más arduas que  
se presenten, precisamente por eso, debemos alegrarnos de que así sea.  
Las pruebas de la fe son garantía de su autenticidad. Entonces nuestro  
caminar será parecido a aquel que un día recorrieron “a trompicones” dos
  pobres ciegos iluminados por la luz de su fe y siguiendo al Señor.
Propósito
Anunciar con gozo y vigor, en mi entorno social y familiar, que estamos en tiempo de Adviento.
Diálogo con Cristo 
Señor, dame la gracia de mirar la vida con los ojos de la fe, para  ver 
todo como venido de tu mano amorosa, tanto lo fácil como lo difícil.  
Dame una fe que transforme toda mi vida, sé que me amas y que mi misión 
 es transmitir mi fe a los demás.
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Autor: José Rodrigo Escorza  | Fuente: Catholic.net

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