San Raimundo de Fitero, Abad y Fundador
Febrero 1 - Marzo 15
Fundador de la Orden de Calatrava
Martirologio Romano: En la villa de Ciruelos, en la región española de
Castilla la Nueva, san Raimundo, abad de Fitero, que fundó la Orden de
Calatrava y trabajó en favor de la cristiandad (c. 1160).
Fecha de canonización: 1719 por el Papa Clemente XI
Abad del monasterio cisterciense de Fitero en Navarra, y fundador de la Orden militar de Calatrava.
Se llamaba Raymundo Sierra o Raymond Serrat. Aunque documentalmente no
puede probarse, lo más probable es que naciera en Saint Gaudens de
Garona, en Francia, y que la época fue a comienzos del siglo XII.
Algunos autores sitúan su nacimiento en Tarazona (Aragón), y otros
afirman que fue en Barcelona.
Aparece como canónigo en
Tarazona, atestiguado documentalmente por testimonio de su primer
obispo, Don Miguel, monje benedictino. De aquí pasó a monje del
monasterio cisterciense de Nuestra Señora de Sacala Dei, en Gascuña, y
de ahí fue enviado como prior a la nueva fundación que Don Bernardo
determinó hacer en España.
Se asentaron los nuevos monjes en el
monte que llaman Yerga, con consentimiento del rey. En 1140 Alfonso VII
les donó la villa de Nienzabas que había quedado asolada por los moros;
aquí fundaron el monasterio de Nienzabas del que fue abad Raymundo a la
muerte de Durando, alrededor del año 1144. Lo eligieron abad por la
fama que tenía de santo y taumaturgo. Con el título y oficio de abad
aparece ya en la escritura del 1146, al donar el rey al monasterio los
dominios de Serna de Cervera y Baños de Tudescón, actuales balnearios de
Fitero.
En 1148 asistió al capítulo general de la orden del
Císter, en calidad de abad; en ese concilio estuvo presente el papa
Eugenio III, que también era cisterciense.
Raymundo trasladó
ese mismo año el monasterio al mejor sitio de Castejón, recibió la
donación real del castillo de Tulungen y, en la heredad donada por Don
Pedro Tizón y su esposa Doña Toda, fundó en 1150 el de Santa María de
Fitero del que será el primer abad.
Diego de Velázquez es un monje que en tiempo pasado fue soldado y amigo del rey Sancho.
Raymundo y él se encuentran en Toledo el año 1158. Diego ha escuchado
al rey el gran peligro que corre la plaza de Calatrava confiada años
atrás por Alfonso VII a los Templarios, pero que ahora está casi
desguarnecida que es por el momento la llave estratégica de Toledo. El
peligro es grande por la proximidad de los almohades. Raymundo y Diego
piden al rey la defensa de la plaza y con los monjes traídos de Fitero
más un ejército formado por campesinos y artesanos consiguen defender la
plaza y ahuyentar a los moros. En premio, el rey Sancho III les concede
el dominio de Calatrava donde Raymundo funda el mismo año la Orden
mitad monjes obedientes al toque de la campana, mitad soldados
obedientes al toque de la trompeta que fue aprobada posteriormente por
el papa Alejandro III, por bula de 25 de setiembre de 1164, cuando ya
había muerto su fundador.
Raymundo murió en 1163 en Ciruelos y
allí se enterró. En 1471 se trasladaron sus restos al monasterio
cisterciense de Monte León de Toledo y, desde el siglo XIX, las
reliquias del santo se encuentran en la catedral de Toledo.
Si
los creyentes actuales quisiéramos imponer nuestra santa fe con la
violencia, ya tendríamos que empezar por gestionar quién quisiera
vendernos una bomba de hidrógeno; pero ese supuesto sería
irreconciliable con la dignidad de las personas y el respeto a su
dignidad, seríamos calificados inmediatamente de fanáticos y
fundamentalistas; habríamos ciertamente perdido el norte de la caridad
que califica a los cristianos como auténticos discípulos de Cristo, y
nuestro modo de hacer supondría una renuncia total a los postulados de
la convivencia democrática.
Desde luego, habríamos dejado de
confiar en los medios de siempre oración, mortificación y buen ejemplo
para ser sembradores de paz y de alegría que es el vehículo normal de
transmisión de la fe, siempre don del Espíritu Santo. Pero, aunque hoy
nos pueda parecer impropio de un santo vivir con la espada en la mano
por la mañana y en oración adorante por la noche, la historia es así;
juzgar los hechos pasados con la mentalidad actual es caer en un
anacronismo.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
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