Mayo 4
Martirologio Romano: En las minas de Fennes, en Palestina, donde estaban condenados, san Silvano, obispo de Gaza, y treinta y nueve compañeros, mártires, todos ellos coronados con el suplicio durante la misma persecución, al ser decapitados por orden del César Maximino Daya. († 304)
Los hechos que leeremos en la narración de Eusebio de Cesarea ocurrieron en el año 304, en la ciudad de Tiro; de ellos el propio Eusebio fue testigo, y lo cuenta de primera mano. Sin embargo, esta persecusión, en conjunto, duró varios años, y tenemos mártires vinculados a los mismos hechos desde el 304 hasta el 311.
Eusebio narra en los siguientes términos el martirio que presenció:
Varios cristianos egipcios que se habían establecido en Palestina y otros
en Tiro, dieron pruebas de su paciencia y de su constancia en la fe. Después de
haber sido golpeados innumerables veces, cosa que soportaron con gran paciencia,
fueron arrojados a los leopardos, osos salvajes, jabalíes y toros. Yo estaba
presente cuando esas bestias, sedientas de sangre humana, hicieron su aparición
en la arena; pero, en vez de devorar o destrozar a los mártires, se mantuvieron
a distancia de ellos, sin tocarles, y se volvieron en cambio contra los
domadores y cuantos se hallaban cerca; sólo respetaron a los soldados de Cristo,
a pesar de que éstos obedeciendo a las órdenes recibidas, agitaban los brazos
para provocar a las fieras. Algunas veces, éstas se lanzaron sobre ellos con su
habitual ferocidad, pero volvían siempre atrás, como movidas por una fuerza
sobrenatural. El hecho se repitió varias veces, con gran admiración de los
espectadores. Los verdugos reemplazaron dos veces a las fieras, pero fue en
vano. Los mártires permanecían impasibles.
Entre ellos se hallaba un joven de menos de veinte años, que no se movía de
su sitio y conservaba una serenidad absoluta; con los ojos elevados al cielo y
los brazos en cruz, en tanto que los osos y los leopardos con las fauces
abiertas amenazaban con devorarle de un momento a otro; sólo por un milagro de
Dios se explica que no le tocasen. Otros mártires se hallaban expuestos a los
ataques de un toro furioso, que ya había herido y golpeado a varios domadores, y
dejándolos medio muertos; pero el toro no atacó a los mártires; aunque parecía
que iba a lanzarse sobre ellos: sus pezuñas rascaban furiosamente el suelo y
agitaba la cornamenta en todas direcciones, pero sin llegar a embestir a los
mártires, a pesar de que los verdugos lo incitaban con capas rojas. Después de
varios intentos inútiles con diferentes fieras, los santos fueron finalmente
decapitados y sus cuerpos arrojados al mar. Otros que se negaron a ofrecer
sacrificios a los dioses, murieron apaleados, quemados y también ejecutados en
distintas formas.
=
«Vidas de los santos», Alban Butler
Toda la vida asesinando a indefensas personas...Hoy en día, seguimos viendo a miles de personas morir mártires...Madre mía, no hemos aprendido nada, estamos condenados por tanta sangre derramada!!!
ResponderBorrar