Beato José de Jesús María (José Vicente Hormaechea y Apoitia), Sacerdote y
Mártir
Septiembre 4
(1880-1936). José Vicente de Hormaechea y Apoitia nació en Navárniz
(Vizcaya) en una familia vasca tradicional de recia fe. A los 16 años ingresaba
como novicio en el convento Trinitario de Algorta (Bilbao), y acabados sus
estudios, a sus 23 años era ordenado sacerdote en Madrid en 1903. Destinado a
Cuba, al volver a España fue superior del Convento de Córdoba, y en 1935 del de
Villanueva del Arzobispo en Jaén, donde le halló la revolución.
El 21 de julio de 1936 subió al Santuario un grupo de milicianos que tras registro infructuoso conminó a la comunidad a «que entregara las armas escondidas», que sabían los frailes no tenían. Al día siguiente, 22 de julio, volvieron a subir al Santuario y con el pretexto de que no entregaron armas inexistentes, detuvieron a los cuatro padres presentes y en un camión bajaron a tres a la escuela habilitada como cárcel, pero al P. José lo hicieron ir a pie, detrás del camión entre burlas y amenazas de la mala gente. Cuando llegó a la prisión fue cacheado, arrancándole el escapulario, las medallas y el rosario.
Al día siguiente de la detención, 23 de julio, en una de las palizas que le propinaron en la cárcel, un miliciano le golpeaba con la culata del fusil; el padre José, instintivamente paró uno de los golpes, sujetando con fuerza el arma. En el forcejeo, el fusil se disparó, hiriendo levemente al miliciano en el pie, y de forma más seria al P. José. Al verlo en aquel estado, decidieron los milicianos trasladarlo del Grupo Escolar-cárcel, al Hospital.
El P. José estuvo en el Hospital durante más de un mes, y continuamente pasaban por allí milicianos y milicianas a cualquier hora del día o de la noche para pegarle, ultrajarle e insultarle. El Padre José oía sus blasfemias e injurias contra Dios y la Iglesia con inalterada paz y con los ojos cerrados en actitud de orar.
«Contó el Padre a las enfermeras que una noche, los milicianos le habían pegado con una cruz de madera de las que estaban colgadas en las enfermerías. Le golpeaban con la cruz y luego le decían: bésala; y la besaba». Los milicianos quisieron obligarle entonces a «que pisoteara un crucifijo, a lo cual se negó rotundamente».
El martirio material del P. José tuvo lugar hacia las tres de la madrugada del 4 de septiembre de 1936, dentro del Hospital-Asilo. Hacia la una se presentaron bastantes milicianos y otras personas en tropel, pidiendo que abrieran las puertas. Las Hermanitas se negaron, llamando al alcalde para saber qué tenían que hacer. La Guardia Municipal les indicó que abrieran, porque les tenía cuenta hacerlo. Así lo hicieron; subieron en tropel al piso principal, y pidieron a las religiosas las llaves de la enfermería, ordenando al Padre José que se levantara, porque se lo llevaban a Jaén a declarar. Éste se dirigió al sacerdote don Joaquín Montoro, que yacía en cama contigua: «Ha llegado nuestra hora, absolvámonos mutuamente para que Dios tenga misericordia de nosotros».
Empezó a vestirse con mucha calma. El P. José era consciente de que lo iban a matar, y prefería que lo mataran dentro del Asilo, por lo que se dirigió a los milicianos, diciéndoles con dulzura: «Para salir de aquí preciso orden escrita del Gobernador». Los sicarios llamaron a su jefe. Hacia las tres de la mañana entró el jefe, pistola en mano, ordenando al Padre José que lo siguiera. Éste sereno, se negó, diciéndole que saldría con orden escrita del alcalde. El jefe, despechado ante sus secuaces, le disparó a bocajarro sobre la sien derecha, muriendo el Padre José en el acto. A la mañana siguiente vino un camión, que trasladó el cadáver al cementerio municipal, donde fue enterrado. Los restos mortales del P. José de Jesús María fueron trasladados en 1945 al camarín del Santuario de la Virgen de la Fuensanta, donde descansan en la actualidad.
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Fuente: oremosjuntos.com
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