Beatos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, Mártires
Septiembre 16
 
 Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, indígenas zapotecos de la 
Sierra Norte de Oaxaca (México), nacieron en el año de 1660 en San 
Francisco Cajonos. Juan Bautista se casó con Josefa de la Cruz, con 
quien tuvo una hija llamada Rosa. Jacinto de los Ángeles se casó con 
Petrona de los Ángeles, con quien tuvo dos hijos llamados Juan y 
Nicolasa. Los dos pertenecían a la Vicaría de San Francisco Cajonos, 
atendida por los padres dominicos Gaspar de los Reyes y Alonso de Vargas.
 
 De los dos sabemos que fueron personas íntegras en su vida personal, 
matrimonial y familiar, así como en el cumplimiento de sus deberes 
ciudadanos, de modo que desempeñaron los diversos cargos civiles 
acostumbrados en su pueblo y en su tiempo como topil, juez de tequio, 
mayor de vara, regidores, presidente, síndico y alcalde, mostrando así 
el aprecio por las tradiciones culturales y la responsabilidad para el 
cumplimiento de los deberes ciudadanos.
 
 Igualmente, consta que 
los dos fueron personas bautizadas, evangelizadas y catequizadas, 
desempeñando también los diversos cargos a los que tenían acceso los 
fieles en ese tiempo como acólito, sacristanes menor y mayor, y 
monaguillo.
 
 Finalmente desempeñaron el cargo civil y 
eclesiástico de Fiscal, que los misioneros introdujeron o fomentaron 
entre los indígenas. Quiere el III Concilio Provincial Mexicano 
celebrado en 1585 «que en cada pueblo se elija a un anciano distinguido 
por sus irreprochables costumbres, quien al lado de los párrocos sea 
perpetuo censor de las costumbres públicas» (P. Antonio Gay, Historia de
 Oaxaca, II.V.2) «Es su oficio principal inquirir los delitos y vicios 
que perturban la moralidad, descubriendo al cura los amancebamientos, 
adulterios, divorcios indebidos, perjurios, blasfemias, infidelidades, 
etc.» (Ibídem; Cfr. III Concilio Mexicano L I, Tít. IX, 1,23).
 
 
En la noche del 14 de septiembre de 1700, los dos Fiscales descubrieron 
que un buen grupo de personas del pueblo de San Francisco Cajonos y de 
los pueblos vecinos estaban realizando en una casa particular un culto 
de religiosidad ancestral; los Fiscales avisaron a los padres dominicos;
 los Fiscales y los Padres acompañados del capitán Antonio Rodríguez 
Pinelo fueron al lugar de los hechos, sorprendieron a los autores, 
dispersando la reunión, recogiendo las ofrendas del culto y regresándose
 al convento.
 
 Al día siguiente, el pueblo se amotinó, exigiendo
 la entrega de las ofrendas confiscadas y de los Fiscales. Refugiándose 
en el convento los Padres, los Fiscales y la Autoridad, se pasaron la 
tarde entre exigencias y negociaciones. Finalmente, ante las amenazas y 
el peligro crecientes de matar a todos e incendiar el convento, el 
capitán Pinelo decidió entregar a los Fiscales, bajo promesa de respetar
 sus vidas.
 
 Los Padres no aceptaron la entrega. Pero los 
Fiscales depusieron sus armas aceptando la perspectiva de morir, se 
confesaron y recibieron la Comunión, diciendo Juan Bautista: «vamos a 
morir por la ley de Dios; como yo tengo a su Divina Majestad, no temo 
nada ni he de necesitar armas»; y al verse en manos de sus verdugos 
dijo: «aquí estoy, si me han de matar mañana, mátenme ahora». Cuando 
eran azotados en la picota de la plaza pública, dijeron a los Padres que
 observaban desde la ventana: «Padres encomiéndenos a Dios»; y cuando 
los verdugos se burlaban de ellos diciéndoles: «¿te supo bien el 
chocolate que te dieron los Padres?», ellos respondieron con el 
silencio.
 
 El día 16 los verdugos condujeron a los Fiscales a 
San Pedro, donde de nuevo los azotaron y los encarcelaron. Cuando los 
verdugos invitaban a los Fiscales a renunciar de la fe católica y les 
perdonarían, ellos contestaron «una vez que hemos profesado el Bautismo,
 continuaremos siempre a seguir la verdadera religión». Luego les 
llevaron bajando y subiendo por laderas, hasta el monte Xagacía 
antiguamente llamado «De las hojas», donde amarrados los despeñaron, 
casi los degollaron y los mataron a machetazos, les arrancaron los 
corazones y los echaron a los perros que no se los comieron. Los 
verdugos Nicolás Aquino y Francisco López bebieron sangre de los 
mártires, para recuperar ánimo y fortalecerse según costumbre de beber 
sangre de animales de caza, pero también como señal de odio y coraje, 
según un dicho ancestral que aún se escucha «me voy a tomar tu sangre». Y
 los sepultaron en el mismo monte, desde entonces llamado «Monte Fiscal 
Santos».
 
 Algunos opinan que los Fiscales no son Mártires sino 
delatores de sus paisanos y traidores a su cultura; pero es claro que 
los Fiscales estaban designados civil y religiosamente para el ejercicio
 de un cargo público en el pueblo y en la comunidad religiosa. Más aún, 
desde el principio en el proceso civil que se llevó a cabo entre 
1700-1703 y en el proceso eclesiástico hasta el día de hoy, viene la 
fama de martirio y de santidad, que finalmente la Iglesia reconoce con 
la Beatificación.
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Fuente: Santoral, el santo de cada día 
 

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