Fiesta de Cristo Rey
Ultimo domingo del año litúrgico.
(Noviembre 24, 2013) (Noviembre 23, 2014) (Noviembre 22, 2015) (Noviembre 20, 2016)
¡Prepárate para la fiesta del Rey del universo!
ÚLTIMO DOMINGO DEL AÑO LITÚRGICO:
Cristo es el Rey del universo y de cada uno de nosotros.
Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque
celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la
verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y
la paz.
Un poco de historia
La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925.
El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.
Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo
sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la
importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el
alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con
su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y
universal, es decir, para siempre y para todos los hombres.
Con la fiesta de Cristo Rey se concluye el año litúrgico. Esta fiesta
tiene un sentido escatólogico pues celebramos a Cristo como Rey de todo
el universo. Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se
hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo have casi dos
mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres
hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos,
en la Parusía.
Si quieres conocer lo que Jesús nos anticipó de ese gran día, puedes leer el Evangelio de Mateo 25,31-46.
En la fiesta de Cristo Rey celebramos que Cristo puede empezar a reinar
en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos, y
así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta
forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros
mismos y en nuestros hogares, empresas y ambiente.
Jesús nos habla de las características de su Reino a través de varias parábolas en el capítulo 13 de Mateo:
“es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y
crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus
ramas”;
“es semejante al fermento que una mujer toma y echa en
tres medidas de harina hasta que fermenta toda”; “es semejante a un
tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno
de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”;
“es
semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de
gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”.
En
ellas, Jesús nos have ver claramente que vale la pena buscarlo y
encontrarlo, que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros
de la tierra y que su crecimiento será discreto, sin que nadie sepa cómo
ni cuándo, pero eficaz.
La Iglesia tiene el encargo de
predicar y extender el reinado de Jesucristo entre los hombres. Su
predicación y extensión debe ser el centro de nuestro afán vida como
miembros de la Iglesia. Se trata de lograr que Jesucristo reine en el
corazón de los hombres, en el seno de los hogares, en las sociedades y
en los pueblos. Con esto conseguiremos alcanzar un mundo nuevo en el que
reine el amor, la paz y la justicia y la salvación eterna de todos los
hombres.
Para lograr que Jesús reine en nuestra vida, en primer
lugar debemos conocer a Cristo. La lectura y reflexión del Evangelio,
la oración personal y los sacramentos son medios para conocerlo y de los
que se reciben gracias que van abriendo nuestros corazones a su amor.
Se trata de conocer a Cristo de una manera experiencial y no sólo
teológica.
Acerquémonos a la Eucaristía, Dios mismo, para
recibir de su abundancia. Oremos con profundidad escuchando a Cristo que
nos habla.
Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera
espontánea, por que Él es toda bondad. Y cuando uno está enamorado se
le nota.
El tercer paso es imitar a Jesucristo. El amor nos
llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y
a sentir como Cristo, viviendo una vida de verdadera caridad y
autenticidad cristiana. Cuando imitamos a Cristo conociéndolo y
amándolo, entonces podemos experimentar que el Reino de Cristo ha
comenzado para nosotros.
Por último, vendrá el compromiso
apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender
el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de
apostolado. No nos podremos detener. Nuestro amor comenzará a
desbordarse.
Dedicar nuestra vida a la extensión del Reino de
Cristo en la tierra es lo mejor que podemos hacer, pues Cristo nos
premiará con una alegría y una paz profundas e imperturbables en todas
las circunstancias de la vida.
A lo largo de la historia hay
innumerables testimonios de cristianos que han dado la vida por Cristo
como el Rey de sus vidas. Un ejemplo son los mártires de la guerra
cristera en México en los años 20’s, quienes por defender su fe, fueron
perseguidos y todos ellos murieron gritando “¡Viva Cristo Rey!”.
La fiesta de Cristo Rey, al finalizar el año litúrgico es una
oportunidad de imitar a estos mártires promulgando públicamente que
Cristo es el Rey de nuestras vidas, el Rey de reyes, el Principio y el
Fin de todo el Universo.
QUE VIVA MI CRISTO
Que viva mi Cristo, que viva mi Rey
que impere doquiera triunfante su ley,
que impere doquiera triunfante su ley.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Cristo Rey!
Mexicanos un Padre tenemos
que nos dio de la patria la unión
a ese Padre gozosos cantemos,
empuñando con fe su pendón.
Él formó con voz hacedora
cuanto existe debajo del sol;
de la inercia y la nada incolora
formó luz en candente arrebol.
Nuestra Patria, la Patria querida,
que arrulló nuestra cuna al nacer
a Él le debe cuanto es en la vida
sobretodo el que sepa creer.
Del Anáhuac inculto y sangriento,
en arranque sublime de amor,
formó un pueblo, al calor de su aliento
que lo aclama con fe y con valor.
Su realeza proclame doquiera
este pueblo que en el Tepeyac,
tiene enhiesta su blanca bandera,
a sus padres la rica heredad.
Es vano que cruel enemigo
Nuestro Cristo pretenda humillar.
De este Rey llevarán el castigo
Los que intenten su nombre ultrajar.
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Autor: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net
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