Necesidad de la vigilancia
Tiempo Ordinario
Lucas 12, 35-38.
Al final de la vida se nos juzgará por el amor a Dios y a nuestros hermanos.
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 35-38
Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como
hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en
cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que
el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los
hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga
en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos
de ellos!
Oración introductoria
Señor, creo, confío y te amo sobre todas las cosas. Me acerco a Ti en
esta oración para reanimar la fe, para recibir la energía espiritual que
mueva mi corazón y que me mantenga en vigilante espera.
Petición
Dios mío, concédeme vivir alerta, de cara a la eternidad, con mi alma limpia, lista para el encuentro definitivo contigo.
Meditación del Papa Francisco
El
Evangelio nos habla del deseo del encuentro definitivo con Cristo, un
deseo que nos hace estar siempre preparados, con el espíritu despierto,
porque esperamos este encuentro con todo el corazón, con todo nuestro
ser. Esto es un aspecto fundamental de la vida. Hay un deseo que todos
nosotros, sea explícito sea escondido, tenemos en el corazón. Todos
nosotros tenemos este deseo en el corazón. […]
Para
nosotros es la espera de Cristo mismo, que vendrá a cogernos para
llevarnos a la fiesta sin fin, como ya ha hecho con su Madre María
Santísima, que la ha llevado al Cielo con Él.
Este
Evangelio quiere decirnos que el cristiano es uno que lleva dentro de
sí un deseo grande, un deseo profundo: el de encontrarse con su Señor
junto a los hermanos, a los compañeros de camino» (S.S. Francisco, 11 de agosto de 2013).
Reflexión
El Señor llega de improviso, como un ladrón, para ver si ya hemos
construido el Reino que se nos ha revelado. Hablar de reino quiere decir
hablar de las riquezas que Dios nos ha dado es decir, de la vida, del
bautismo, de la participación de la vida divina a través de la gracia.
Nosotros no somos dueños de estas riquezas, pero si administradores que
las deben hacer fructificar y ampliar.
El Señor nos visita en varios momentos de la vida, pero su venida por
antonomasia es el encuentro definitivo con Él. El hombre no pude perder
la venida del Señor. Esta venida por tanto, exige vigilar. Reflexionar
sobre la venida del Señor no nos debería dar miedo sino que nos debería
llevar a confiar más en Él. ¡Cómo cambia el sentido de la vida cuando se
ve desde este prisma de la fe y confianza en Cristo!
Pensar en el fin de la vida debe ser, más que una consideración del fin
en sí y por sí, una ocasión para aprovechar más inteligentemente el
tiempo que se nos queda para vivir, lo poco o mucho que sea. Lo
importante es recordar que al final de la vida se nos juzgará del amor. Y
sólo vale lo que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos.
Propósito
Vivir responsablemente este día, aprovechando mi tiempo, esforzándome
por «ganar tiempo al tiempo», para comprometerme más en la nueva
evangelización.
Diálogo con Cristo
Sean pocos o muchos los años que me quedan de vida, necesito estar listo
para lo que la Providencia permita. Jesús, Tú conoces todas mis
acciones, mis pensamientos y guías siempre mi camino, por eso te doy
gracias; pero también conoces mis temores y mi fragilidad, por eso te
pido la fortaleza y la sabiduría que necesito para sentir la urgencia de
trabajar por tu Iglesia.
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Por: José Noé Patiño | Fuente: Catholic.net
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