María guardaba todo en su corazón
Navidad
Lucas
2, 16-21.
Solemnidad de Santa María,
Madre de Dios. María es también
madre tuya, a lo largo de los días y los meses del año.
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21
Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño
acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían
dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de
lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas
estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron
glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto,
conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días
para circuncidarle, se le dio el nombre de Jesús, el que le dio el
ángel antes de ser concebido en el seno.
Oración introductoria
Gracias, Señor, por permitir que inicie este año buscando tener un
momento de intimidad contigo en la oración. Invoco a tu santísima Madre
para que me ayude a contemplar su ejemplo y virtudes. Ruego al Espíritu
Santo que infunda en mí su luz y fortaleza para crecer en la humildad de
los pastores.
Petición
Señor, ayúdame a incrementar mi amor por María.
Meditación del Papa Francisco
Ocho
días atrás resonó el anuncio angélico: “Gloria a Dios y paz a los
hombres”. Hoy lo acogemos nuevamente de la madre de Jesús que
“custodiaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”, para hacer
de esto nuestro empeño en el curso del año que se abre. […] El Espíritu
Santo actúe en los corazones, derrita lo que está cerrado y las durezas y
nos conceda volvernos tiernos delante de la debilidad del Niño Jesús.
La paz de hecho, necesita de la fuerza de la mansedumbre, la fuerza no
violenta de la verdad y del amor. En las manos de María, Madre del
Redentor, ponemos con confianza filial todas nuestras esperanzas.
A
ella que extiende su maternidad a todos los hombres, le confiamos el
grito de paz de las poblaciones oprimidas por la guerra y la violencia,
para que el coraje del diálogo y de la reconciliación prevalga sobre las
tentaciones de la venganza, de la prepotencia, y de la corrupción. A
ella le pedimos que el evangelio de la fraternidad, anunciado y
testimoniado por la Iglesia, pueda hablar a cada conciencia y abatir las
murallas que impiden a los enemigos reconocerse como hermanos.» (S.S. Francisco, 1 de enero de 2014).
Reflexión
Empezamos el año festejando a la Virgen. Es una oportunidad de oro para ponernos en sus manos desde el primer respiro del año.
Los hombres, al igual que hace más de dos mil años, siguen necesitando
de Cristo. Pero pocos le reciben y le aceptan, porque se olvidan del
ejemplo que nos dan María y los pastorcillos. El Evangelio nos dice que
los pastores después de escuchar el mensaje del ángel "fueron a toda
prisa".. Porque los “sencillos de corazón verán a Dios”. Es decir,
pusieron en práctica lo que les pedía Dios: caminar hacia Belén, donde
encontrarían al Salvador. Y es precisamente esto lo que necesitamos.
Sabemos que para tener a Cristo hay que decidirse a dejar los "rebaños"
del egoísmo, de la comodidad, el placer y la vanidad, pues no existe un
Cristo a nuestra medida, sino el único Cristo que encontraron los
pastorcillos "un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre".
Para llegar a Él hace falta ser humildes, pues la entrada de la cueva es
pequeña y exige agacharse. Es Dios mismo quien nos enseña, desde ese
pesebre, que su seguimiento exige cruz, dolor, humildad, pureza y
pobreza de corazón, y obediencia a la voluntad de Dios. Y es esto lo que
da la paz y la felicidad en el corazón. María, la Madre de Dios, nos
enseña que para llegar a Cristo hace falta también la oración. Ella
"guardaba todas la cosas y las meditaba en su corazón".
Para ser Madre de Dios, María no tuvo que renunciar o dejar al margen
nada de su feminidad, al contrario, la tuvo que realizar en nobleza y
plenitud, santificada como fue por la acción del Espíritu Santo.
Al nacer de una mujer Dios ha enaltecido y llevado a perfección "el
genio femenino" y la dignidad de la mujer y de la madre. La Iglesia, al
celebrar el uno de enero la maternidad divina de María, reconoce gozosa
que María es también madre suya, que a lo largo de los días y los meses
del año engendra nuevos hijos para Dios.
Madre, bendición y memoria. En el designio de Dios, que es fuente de la
maternidad, ésta es siempre una bendición: como a María, se puede decir a
toda madre: "Bendito el fruto de tu vientre".
Una bendición primeramente para la misma mujer, que mediante la
generación da cumplimiento a la aspiración más fuerte y más noble de su
constitución, de su psicología y de su intimidad.
Bendición para el matrimonio, en el que el hijo favorece la unidad, la entrega, la felicidad.
Bendición para la Iglesia, que ve acrecentar el número de sus hijos y la familia de Dios.
Bendición para la sociedad, que se verá enriquecida con la aportación de nuevos ciudadanos al servicio del bien común.
La maternidad es también memoria. María hacía "memoria" de todas esas cosas en su corazón.
Memoria no tanto de sí misma, cuanto del hijo, sobre todo de los
primeros años de su vida en que dependía totalmente de ella. Memoria que
agradece a Dios el don inapreciable del hijo. Memoria que reflexiona y
medita las mil y variadas peripecias de la existencia de sus hijos.
Memoria que hace sufrir y llorar, que consuela, alegra y enternece.
Memoria serena y luminosa, que recupera retazos significativos del
pasado para bendecir a Dios y cantar, como María, un "magnificat",
Propósito
Si queremos salir de estas Navidades "glorificando y alabando a Dios por
todo lo que hemos visto y oído" y de habernos encontrado con Cristo
niño, hace falta desprendimiento de nosotros mismos, humildad y oración.
Y así, todos los que nos escuchen se maravillarán de las cosas que les
decimos.
Diálogo con Cristo
Gracias, Señor, porque hoy me muestras la fe de la Virgen, que meditaba
todos los acontecimientos en su corazón. Y los pastores, qué gran
lección de humildad y de amor. No preguntan, no cuestionan, con
sencillez aceptan el anuncio y salen maravillados después de contemplar a
Jesús. Permite, Señor, que en este nuevo año sepa cultivar la unión
contigo en la oración, para que pueda verte en todos los
acontecimientos. Para ello sé que se necesita más que el deseo o la
buena intención, tengo que hacer una opción radical por la oración, que
me lleve a dedicarte lo mejor de mi tiempo.
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Por: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.,net
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