Día litúrgico: Sábado III del tiempo ordinario
Santoral 31 de enero: San Juan Bosco, presbítero
Texto del Evangelio (Mc 4,35-41): Un día,
al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Pasemos a la otra orilla».
Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras
barcas con Él. En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas
irrumpían en la barca, de suerte que ya se anegaba la barca. Él estaba
en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: «Maestro,
¿no te importa que perezcamos?».
Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla,
enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo:
«¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?». Ellos se
llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién es éste
que hasta el viento y el mar le obedecen?».
Comentario:
Rev. D.
Joaquim
FLURIACH i Domínguez
(St. Esteve de P., Barcelona, España)
¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?
Hoy, el Señor riñe a los discípulos
por su falta de fe: «¿Cómo no tenéis fe?» (Mc 4,40). Jesucristo ya
había dado suficientes muestras de ser el Enviado y todavía no creen. No
se dan cuenta de que, teniendo con ellos al mismo Señor, nada han de
temer. Jesús hace un paralelismo claro entre “fe” y “valentía”.
En otro lugar del Evangelio, ante una situación en la que los Apóstoles
dudan, se dice que todavía no podían creer porque no habían recibido el
Espíritu Santo. Mucha paciencia le será necesaria al Señor para
continuar enseñando a los primeros aquello que ellos mismos nos
mostrarán después, y de lo que serán firmes y valientes testigos.
Estaría muy bien que nosotros también nos sintiéramos “reñidos”. ¡Con
más motivo aun!: hemos recibido el Espíritu Santo que nos hace capaces
de entender cómo realmente el Señor está con nosotros en el camino de la
vida, si de verdad buscamos hacer siempre la voluntad del Padre.
Objetivamente, no tenemos ningún motivo para la cobardía. Él es el único
Señor del Universo, porque «hasta el viento y el mar le obedecen» (Mc
4,41), como afirman admirados los discípulos.
Entonces, ¿qué es lo que me da miedo? ¿Son motivos tan graves como para
poner en entredicho el poder infinitamente grande como es el del Amor
que el Señor nos tiene? Ésta es la pregunta que nuestros hermanos
mártires supieron responder, no ya con palabras, sino con su propia
vida. Como tantos hermanos nuestros que, con la gracia de Dios, cada día
hacen de cada contradicción un paso más en el crecimiento de la fe y de
la esperanza. Nosotros, ¿por qué no? ¿Es que no sentimos dentro de
nosotros el deseo de amar al Señor con todo el pensamiento, con todas
las fuerzas, con toda el alma?
Uno de los grandes ejemplos de valentía y de fe, lo tenemos en María,
Auxilio de los cristianos, Reina de los confesores. Al pie de la Cruz
supo mantener en pie la luz de la fe... ¡que se hizo resplandeciente en
el día de la Resurrección!
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Fuente: evangeli.net
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