miércoles, enero 07, 2015

Los Apóstoles de Jesús, San Bartolomé


San Bartolomé Apóstol
Agosto 24


(Siglo I)
A este santo (que fue uno de los doce apóstoles de Jesús) lo pintaban los antiguos con la piel en sus brazos como quien lleva un abrigo, porque la tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su cuerpo, estando él aún vivo.

Parece que Bartolomé es un sobrenombre o segundo nombre que le fue añadido a su antiguo nombre que era Natanael (que significa "regalo de Dios") Muchos autores creen que el personaje que el evangelista San Juan llama Natanael, es el mismo que otros evangelistas llaman Bartolomé. Porque San Mateo, San Lucas y San Marcos cuando nombran al apóstol Felipe, le colocan como compañero de Felipe a Natanael.

El encuentro más grande de su vida.
El día en que Natanael o Bartolomé se encontró por primera vez a Jesús fue para toda su vida una fecha memorable, totalmente inolvidable. El evangelio de San Juan la narra de la siguiente manera: "Jesús se encontró a Felipe y le dijo: "Sígueme". Felipe se encontró a Natanael y le dijo: "Hemos encontrado a aquél a quien anunciaron Moisés y los profetas. Es Jesús de Nazaret". Natanael le respondió: " ¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?" Felipe le dijo: "Ven y verás". Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: "Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño" Natanael le preguntó: "¿Desde cuando me conoces?" Le respondió Jesús: "antes de que Felipe te llamara, cuando tú estabas allá debajo del árbol, yo te vi". Le respondió Natanael: "Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel". Jesús le contestó: "Por haber dicho que te vi debajo del árbol, ¿crees? Te aseguró que verás a los ángeles del cielo bajar y subir alrededor del Hijo del Hombre." (Jn. 1,43 ).

Felipe, lo primero que hizo al experimentar el enorme gozo de ser discípulo de Jesús fue ir a invitar a un gran amigo a que se hiciera también seguidor de tan excelente maestro. Era una antorcha que encendía a otra antorcha. Pero nuestro santo al oír que Jesús era de Nazaret (aunque no era de ese pueblo sino de Belén, pero la gente creía que había nacido allí) se extrañó, porque aquél era uno de los más pequeños e ignorados pueblecitos del país, que ni siquiera aparecía en los mapas. Felipe no le discutió a su pregunta pesimista sino solamente le hizo una propuesta: "¡Ven y verás que gran profeta es!"

Una revelación que lo convenció.
Y tan pronto como Jesús vio que nuestro santo se le acercaba, dijo de él un elogio que cualquiera de nosotros envidiaría: "Este si que es un verdadero israelita, en el cual no hay engaño". El joven discípulo se admira y le pregunta desde cuándo lo conoce , y el Divino Maestro le añade algo que le va a conmover: "Allá, debajo de un árbol estabas pensando qué sería de tu vida futura. Pensabas: ¿Qué querrá Dios que yo sea y que yo haga? Cuando estabas allá en esos pensamientos, yo te estaba observando y viendo lo que pensabas". Aquélla revelación lo impresionó profundamente y lo convenció de que este sí era un verdadero profeta y un gran amigo de Dios y emocionado exclamó: "¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! ¡Maravillosa proclamación! Probablemente estaba meditando muy seriamente allá abajo del árbol y pidiéndole a Dios que le iluminara lo que debía de hacer en el futuro, y ahora viene Jesús a decirle que El leyó sus pensamientos.

Esto lo convenció de que se hallaba ante un verdadero profeta, un hombre de Dios que hasta leía los pensamientos. Y el Redentor le añadió una noticia muy halagadora. Los israelitas se sabían de memoria la historia de su antepasado Jacob, el cuál una noche, desterrado de su casa, se durmió junto a un árbol y vio una escalera que unía la tierra con el cielo y montones de ángeles que bajaban y subían por esa escalera misteriosa. Jesús explica a su nuevo amigo que un día verá a esos mismos ángeles rodear al Hijo del Hombre, a ese salvador del mundo, y acompañarlo, al subir glorioso a las alturas.

Desde entonces nuestro santo fue un discípulo incondicional de este enviado de Dios, Cristo Jesús que tenía poderes y sabiduría del todo sobrenaturales. Con los otros 11 apóstoles presenció los admirables milagros de Jesús, oyó sus sublimes enseñanzas y recibió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.

El libro muy antiguo, y muy venerado, llamado el Martirologio Romano, resume así la vida posterior del santo de hoy: "San Bartolomé predicó el evangelio en la India. Después pasó a Armenia y allí convirtió a muchas gentes. Los enemigos de nuestra religión lo martirizaron quitándole la piel, y después le cortaron la cabeza".

Para San Bartolomé, como para nosotros, la santidad no se basa en hacer milagros, ni en deslumbrar a otros con hazañas extraordinarias, sino en dedicar la vida a amar a Dios, a hacer conocer y amar mas a Jesucristo, y a propagar su santa religión, y en tener una constante caridad con los demás y tratar de hacer a todos el mayor bien posible.

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Muerte de San Bartolomé

Cuando San Bartolomé se fue a la India, comenzó a echar a los demonios de los templos en que eran adorados y escuchados a través de sus profetas. Muchísimos milagros operó el santo en este sentido. Y por estos milagros, Polimio el rey se convirtió junto a su familia y renunció al trono, haciéndose discípulo del apóstol. A partir de entonces rigió los destinos del reino un hermano de Polimio, llamado Astiages. Poco después de que este iniciara su reinado, los pontífices de los templos paganos celebraron una asamblea y en ella acordaron quejarse ante el nuevo monarca por los daños inferidos a los dioses con la profanación del templo real y la destrucción de las imágenes de los ídolos; y, en efecto, se presentaron ante Astiages y acusaron al apóstol de haber ocasionado con sus artes mágicas los mencionados destrozos y de haber pervertido a Polimio. Astiages se hizo eco de la denuncia y, dejándose llevar de la cólera, ordenó que inmediatamente mil soldados, perfectamente armados, salieran en persecución de Bartolomé, al que sus perseguidores capturaron y condujeron ante el nuevo rey.

- ¡De modo, dijo el rey al apóstol, que tú eres el hombre que pervirtió a mi hermano!

- Yo no pervertí a tu hermano, sino que lo convertí, dijo Bartolomé.

A esto replicó Astiages:

- Pues voy a hacer contigo lo que tú hiciste con él; como tú obligaste a Polimio a renegar de mi dios y a creer en el tuyo, yo te obligaré a ti a renegar del tuyo y a creer en el mío.

El apóstol puntualizó:
- Yo lo que hice fue vencer al dios al que tu hermano adoraba, mostrarlo maniatado ante el público, y exigirle que rompiera las imágenes de los ídolos. Prueba tú a hacer lo mismo con el mío. Si consigues maniatar a mi Dios, te prometo que adoraré al tuyo; pero si no lo consigues, continuaré destruyendo las estatuas de tus falsas divinidades, y si tú fueses razonable te convertirías a mi religión como se convirtió tu hermano.

En esto alguien se presentó ante el rey y le comunicó que la imagen de Baldach, otro de sus ídolos, acababa de caer rodando por el suelo y de romperse en mil pedazos. El rey, al oír esta noticia, rasgó su manto púrpura, mandó que apalearan al apóstol y que tras propinarle una enorme paliza lo desollaran vivo.

Sobre el género de martirio padecido por San Bartolomé existen diferentes versiones. Según san Doroteo, fue crucificado. He aquí las propias palabras de este santo: "San Bartolomé dio a conocer el evangelio de san Mateo a los indios, predicándoles en la lengua que ellos hablaban, y murió crucificado cabeza abajo, en Albana, ciudad de la extensa región de Armenia". San Teodoro afirma que fue desollado. En cambio, en otros muchos libros se lee que este apóstol fue decapitado. Estas versiones, empero, no son necesariamente contradictorias, sino que, al contrario, todas ellas pueden ser verdaderas, conciliables entre sí y complementarias, puesto que bien pudo ocurrir que el santo apóstol fuese primeramente crucificado; luego, antes de morir, descolgado de la cruz y desollado vivo, para hacerle sufrir más; y, finalmente, estando todavía con vida, decapitado.

Ejecutada en todos sus extremos esta orden, los cristianos recogieron el cuerpo de santo mártir y reverentemente lo enterraron.
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