Día litúrgico: Jueves IV del tiempo ordinario
Santoral 5 de febrero: Santa Águeda o Ágata de Catania, Virgen y Mártir
(Memoria
Litúrgica)
Texto del Evangelio (Mc 6,7-13): En aquel
tiempo, Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos,
dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen
para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla
en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas». Y
les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de
allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí
sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra
ellos». Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a
muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Comentario:
+ Rev. D.
Josep
VALL i Mundó
(Barcelona, España)
Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos (...) Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran
Hoy, el Evangelio relata la primera
de las misiones apostólicas. Cristo envía a los Doce a predicar, a
curar todo tipo de enfermos y a preparar los caminos de la salvación
definitiva. Ésta es la misión de la Iglesia, y también la de cada
cristiano. El Concilio Vaticano II afirmó que «la vocación cristiana
implica como tal la vocación al apostolado. Ningún miembro tiene una
función pasiva. Por tanto, quien no se esforzara por el crecimiento del
cuerpo sería, por ello mismo, inútil para toda la Iglesia como también
para sí mismo»
El mundo actual necesita —como decía Gustave Thibon— un “suplemento de
alma” para poderlo regenerar. Sólo Cristo con su doctrina es medicina
para las enfermedades de todo el mundo. Éste tiene sus crisis. No se
trata solamente de una parcial crisis moral, o de valores humanos: es
una crisis de todo el conjunto. Y el término más preciso para definirla
es el de una “crisis de alma”.
Los cristianos con la gracia y la doctrina de Jesús, nos encontramos en
medio de las estructuras temporales para vivificarlas y ordenarlas hacia
el Creador: «Que el mundo, por la predicación de la Iglesia, escuchando
pueda creer, creyendo pueda esperar, y esperando pueda amar» (san
Agustín). El cristiano no puede huir de este mundo. Tal como escribía
Bernanos: «Nos has lanzado en medio de la masa, en medio de la multitud
como levadura; reconquistaremos, palmo a palmo, el universo que el
pecado nos ha arrebatado; Señor, te lo devolveremos tal como lo
recibimos aquella primera mañana de los días, en todo su orden y en toda
su santidad».
Uno de los secretos está en amar al mundo con toda el alma y vivir con
amor la misión encomendada por Cristo a los Apóstoles y a todos
nosotros. Con palabras de san Josemaría, «el apostolado es amor de Dios,
que se desborda, con entrega de uno mismo a los otros (...). Y el afán
de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la
vida interior». Éste ha de ser nuestro testimonio cotidiano en medio de
los hombres y a lo largo de todas las épocas.
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Fuente: evangeli.net
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