Día litúrgico: Jueves III de Pascua
Santoral 23 de Abril: San Jorge, mártir
Texto del Evangelio (Jn 6,44-51): En aquel tiempo, Jesús
dijo a la gente: «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo
atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: serán
todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No
es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha
visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna. Yo
soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y
murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo
soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre;
y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
Comentario: Rev. D. Pere MONTAGUT i Piquet (Barcelona, España)
Yo soy el pan vivo, bajado del cielo
Hoy cantamos al Señor de quien nos viene la gloria y el triunfo. El
Resucitado se presenta a su Iglesia con aquel «Yo soy el que soy» que lo
identifica como fuente de salvación: «Yo soy el pan de la vida» (Jn 6,48). En
acción de gracias, la comunidad reunida en torno al Viviente lo conoce
amorosamente y acepta la instrucción de Dios, reconocida ahora como la enseñanza
del Padre. Cristo, inmortal y glorioso, vuelve a recordarnos que el Padre es el
auténtico protagonista de todo. Los que le escuchan y creen viven en comunión
con el que viene de Dios, con el único que le ha visto y, así, la fe es comienzo
de la vida eterna.
El pan vivo es Jesús. No es un alimento que asimilemos en nosotros, sino
que nos asimila a nosotros. Él nos hace tener hambre de Dios, sed de escuchar su
Palabra que es gozo y alegría del corazón. La Eucaristía es anticipación de la
gloria celestial: «Partimos un mismo pan, que es remedio de inmortalidad,
antídoto para no morir, para vivir por siempre en Jesucristo» (San Ignacio de
Antioquía). La comunión con la carne del Cristo resucitado nos ha de acostumbrar
a todo aquello que baja del cielo, es decir, a pedir, a recibir y asumir nuestra
verdadera condición: estamos hechos para Dios y sólo Él sacia plenamente nuestro
espíritu.
Pero este pan vivo no sólo nos hará vivir un día más allá de la muerte
física, sino que nos es dado ahora «por la vida del mundo» (Jn 6,51). El
designio del Padre, que no nos ha creado para morir, está ligado a la fe y al
amor. Quiere una respuesta actual, libre y personal, a su iniciativa. Cada vez
que comamos de este pan, ¡adentrémonos en el Amor mismo! Ya no vivimos para
nosotros mismos, ya no vivimos en el error. El mundo todavía es precioso porque
hay quien continúa amándolo hasta el extremo, porque hay un Sacrificio del cual
se benefician hasta los que lo ignoran.
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Fuente: evangeli.net
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