Día litúrgico: Martes IV de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 10,22-30): Se celebró por entonces
en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el
Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta
cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente».
Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago
en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis
porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas
me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará
de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede
arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».
Comentario: Rev. D. Miquel MASATS i Roca (Girona, España)
Yo y el Padre somos uno
Hoy vemos a Jesús que se «paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón»
(Jn 10,23), durante la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Entonces, los
judíos le piden: «Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente», y Jesús les
contesta: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis» (Jn 10,24.25).
Sólo la fe capacita al hombre para reconocer a Jesucristo como el Hijo de
Dios. Juan Pablo II hablaba en el año 2000, en el encuentro con los jóvenes en
Tor Vergata, del “laboratorio de la fe”. Para la pregunta «¿Quién dicen las
gentes que soy yo?» (Lc 9,18) hay muchas respuestas... Pero, Jesús pasa después
al plano personal: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Para contestar
correctamente a esta pregunta es necesaria la “revelación del Padre”. Para
responder como Pedro —«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16,16)—
hace falta la gracia de Dios.
Pero, aunque Dios quiere que todo el mundo crea y se salve, sólo los
hombres humildes están capacitados para acoger este don. «Con los humildes está
la sabiduría», se lee en el libro de los Proverbios (11,2). La verdadera
sabiduría del hombre consiste en fiarse de Dios.
Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje del Evangelio diciendo: «Puedo
ver gracias a la luz del sol, pero si cierro los ojos, no veo; pero esto no es
por culpa del sol, sino por culpa mía».
Jesús les dice que si no creen, al menos crean por las obras que hace, que
manifiestan el poder de Dios: «Las obras que hago en nombre de mi Padre son las
que dan testimonio de mí» (Jn 10,25).
Jesús conoce a sus ovejas y sus ovejas escuchan su voz. La fe lleva al
trato con Jesús en la oración. ¿Qué es la oración, sino el trato con Jesucristo,
que sabemos que nos ama y nos lleva al Padre? El resultado y premio de esta
intimidad con Jesús en esta vida, es la vida eterna, como hemos leído en el
Evangelio.
=
Fuente: evangeli.net
No hay comentarios.:
Publicar un comentario