Día litúrgico: Jueves XXX del tiempo ordinario
»¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».
«¡Jerusalén, Jerusalén! (...) ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos (...) y no habéis querido!»
Rev. D.
Àngel Eugeni
PÉREZ i Sánchez - (Barcelona, España)
Hoy podemos admirar la firmeza de
Jesús en el cumplimiento de la misión que le ha encomendado el Padre del
cielo. Él no se va a detener por nada: «Yo expulso demonios y llevo a
cabo curaciones hoy y mañana» (Lc 13,32). Con esta actitud, el Señor
marcó la pauta de conducta que a lo largo de los siglos seguirían los
mensajeros del Evangelio ante las persecuciones: no doblegarse ante el
poder temporal. San Agustín dice que, en tiempo de persecuciones, los
pastores no deben abandonar a los fieles: ni a los que sufrirán el
martirio ni a los que sobrevivirán, como el Buen Pastor, que al ver
venir al lobo, no abandona el rebaño, sino que lo defiende. Pero visto
el fervor con que todos los pastores de la Iglesia se disponían a
derramar su sangre, indica que lo mejor será echar a suertes quiénes de
los clérigos se entregarán al martirio y quiénes se pondrán a salvo para
luego cuidarse de los supervivientes.
En nuestra época, con desgraciada frecuencia, nos llegan noticias de persecuciones religiosas, violencias tribales o revueltas étnicas en países del Tercer Mundo. Las embajadas occidentales aconsejan a sus conciudadanos que abandonen la región y repatríen su personal. Los únicos que permanecen son los misioneros y las organizaciones de voluntarios, porque les parecería una traición abandonar a los “suyos” en momentos difíciles.
«¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa» (Lc 13,34-35). Este lamento del Señor produce en nosotros, los cristianos del siglo XXI, una tristeza especial, debida al sangrante conflicto entre judíos y palestinos. Para nosotros, esa región del Próximo Oriente es la Tierra Santa, la tierra de Jesús y de María. Y el clamor por la paz en todos los países debe ser más intenso y sentido por la paz en Israel y Palestina.
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Fuente: evangeli.net
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