Beato
Cristóbal de Santa Catalina Fernández de Valladolid, Presbítero y
Fundador
Julio 21 - 24
Julio 21 - 24
Fundador de las Congregaciones Franciscanas de Hermanas y Hermanos Hospitalarios
de Jesús Nazareno
Martirologio Romano: En Córdoba, España, Beato Cristóbal de Santa Catalina, en
el siglo Cristóbal Fernández Valladolid, sacerdote y fundador de las
Congregaciones Hospitalarias de Jesús Nazareno. (†
1690)
Fecha
de beatificación: 7 de abril de 2010, durante el ponfiricado de S.S.
Francisco
El Padre Cristóbal de Santa Catalina 1638-1690 nace en el seno de una familia emeritense, Mérida (España), cristiana y labradora, el 25 de Julio de 1638 y muere el 24 de julio de 1690, en la misión heroica hospitalaria y pastoral de los enfermos del cólera, epidemia que diezmaba la ciudad cordobesa (España).
El Padre Cristóbal de Santa Catalina 1638-1690 nace en el seno de una familia emeritense, Mérida (España), cristiana y labradora, el 25 de Julio de 1638 y muere el 24 de julio de 1690, en la misión heroica hospitalaria y pastoral de los enfermos del cólera, epidemia que diezmaba la ciudad cordobesa (España).
Educado en la Fe, la esperanza y la caridad Cristiana,
creció en los valores del Evangelio y desarrolló su personalidad en las
actitudes propias de los servidores de Dios y del prójimo
necesitado.
De
mente inteligente, siempre superior a su edad cronológica y de carácter alegre,
bondadoso, paciente, dócil, fraterno, siempre con las manos abiertas, disponible
para servir. Vive su infancia y su juventud motivado y misionado por Jesús
Nazareno para poner su fuerza joven al servicio voluntario de las necesidades
ajenas, tanto familiares como sociales, según los reclamos de la sociedad
emeritense, que en aquel tiempo sufría las consecuencias de la guerra hispano
portuguesa de 1640-1668, que ocasionaría la Independencia de
Portugal.
Voluntario para servir al Señor en el altar como
monaguillo y sacristán. Misionero voluntario en el único hospital emeritense que
quedaba y que sufría la carencia de fuerza joven para atender a enfermos y
heridos generados por la guerra, a quienes él veía como imágenes de Cristo
doliente.
Misionero, cuando habiendo alcanzado entre muchas
dificultades de tiempo y recursos, el estado sacerdotal, es enviado como
ayudante de sacerdote castrense a los campos de batalla, para atender las
necesidades espirituales y sanitarias de los sufridos soldados. Su primer
biógrafo lo describe como “un ángel solícito por todos, en medio de los horrores
de la guerra, siendo el consuelo universal de aquel tercio español”. Pues se
arriesgaba por amor, hasta la misma línea de
fuego.
Misionero cuando sacado con vida por la Divina
Providencia, de grandes peligros, emboscadas y enfermedad gravísima que contrajo
en la misión castrense, siente la nueva llamada del Señor y después de dura
lucha deja su casa, su familia y su querida tierra y marcha al desierto cordobés
donde Dios le llama.
Al
desierto llega, enviado por el Señor para hacerle santo, “varón perfecto” capaz
de renovar la vida eremítica de aquellos monjes, que por entonces estaba en
decadencia. Con su ejemplo convirtió el eremos en morada de hombres de Dios. Su
biógrafo dice: “El Señor sacó de Extremadura al P. Cristóbal y lo trajo al
desierto, para que convertido, renovase la estrecha vida de aquellos monjes, y
con su vida, enseñase a aquellos hombres a caminar hacia el cielo”. Esta era la
realidad que tenía que transformar por misión de Dios, pues la vida eremítica
cordobesa estaba en decadencia por falta de guías y maestros de
vida.
Pero
como fue elegido por Dios para que llenar el vació de los otros, cuando hubo
cumplido esta misión, el Señor lo sacó de esta soledad, y lo bajó a Córdoba
(España) para ser el remedio de las urgentes necesidades que sufrían los
pobres.
La
situación descrita por los historiadores era desastrosa: “La sociedad cordobesa
estaba corrupta: llena de escándalos y pecados; de injusticias múltiples y
miseria; se abusaba de los pobres, mientras abundaban las comilonas y vanidad de
los ricos y poderosos; Se luchaba ambiciosamente por el poder y el dinero,
creando violencia y desigualdades sociales que hundían más a los pobres en la
miseria. Clamores de vicios salían de las casas; jóvenes libertinos y
superfluos...
Sobre
este desorden, despreciados de todos cundía la prostitución para sobrevivir, los
marginados y mendigos; el abandono inmisericorde y total de mujeres ancianas,
enfermas tullidas, consumidas por el hambre , comidas de gusanos, casi difuntas,
tiradas sobre viejas y mugrientas esterillas por todos los rincones de la ciudad
sin que nadie las mirase. Lo mismo ocurría con la infancia: huérfana, abandonada
a la suerte de la calle, a la prostitución, a veces tirada al río por sus
propios familiares, para no verles morir de
hambre…”
Ante
esta situación ningún político ni titular del Reino se movía para poner remedio.
Nuestro joven ermitaño el P. Cristóbal, -que en 1670 profesara en la Orden
Tercera de San Francisco de Asís tomando el nombre de Santa Catalina-, captó la
voz de Dios en el grito de los pobres y respondió con presteza a la llamada del
Señor. Con su corazón Místico y profeta a la vez, decidió (en 1673) “no vivir
para sí mismo “, “sino para la pública
utilidad”.
Comenzó buscando sitio para recoger a tanto pobre. Lo
encontró providencialmente en la Cofradía de Jesús Nazareno, que gratuitamente
le donó su pequeño hospitalito de seis camas, donde traía personalmente a
hombros a las pobres ancianas abandonadas, solucionaba los problemas de la niñez
y juventud abandonada y de los mendigos y necesitados de toda
clase.
El
fuego de caridad de este buen samaritano encendió la generosidad dormida de los
ciudadanos cordobeses, que a la vista de su ejemplo se volcaron en su ayuda, con
limosnas, donaciones e incluso entregándose a sí mismos como voluntarios de su
magnífica misión de amor gratuito. Con estos y sus ermitaños del desierto fundó
la Congregación Hospitalaria de Jesús Nazareno, que dilató y extendió su obra de
amor por toda la ciudad y fuera de ella, hasta alcanzar hoy las tierras de
América.
El P.
Cristóbal, optó por los pobres, Se enraizó en su mundo, se hizo solidario amigo,
abogado, defensor; compañero de camino siguiendo al Nazareno y activando su
presencia viva entre ellos; Cercano, Padre, hermano, fiel a la misión
encomendada por el Señor puso su persona al servicio de los más pobres y Dios
bendijo su entrega gratuita y generosa hasta hoy. Dándole recursos abundantes y
Hermanos y hermanas para continuar su
obra.
Milagros de la
providencia
Además de su gran fe el Padre Cristóbal consiguió pagar
a los trabajadores de una obra a pesar de no tener dinero gracias a la
Providencia o que el pan no faltara de la
despensa.
Otro
hecho que fue verificado por todos fue la petición que las hermanas hicieron al
padre Cristóbal para "que suplicara a la caldera donde hacían la comida para los
enfermos que la cociese, ya que ésta tenía un agujero por el que se salía el
agua y apagaba el fuego".
Conmovido por tanta fe, nuestro beato se dirigió con
candor franciscano a la caldera y le dijo: en virtud de santa obediencia te
mando que no se cuele más el agua y deje cocer la comida para los
enfermos".
Inmediatamente la caldera comenzó a hervir y esto llegó
a oídos del obispo de Córdoba, Alonso de Salizanes, que quiso comprobar la
verdad del hecho. Y así
fue.
La
gran lección de nuestro beato es su profundo espíritu de
fe.
El retorno a la casa del
Padre
En
1690, el cólera infecta la ciudad. El P. Cristóbal cuida a los afectados por la
epidemia dentro y fuera del hospital Jesús Nazareno, y queda también
contagiado.
Son
días de gran dolor, que vive con paciencia y serenidad. Pide recibir la Comunión
y el sacramento de la Unción de enfermos. Sus Hermanos y Hermanas lo cuidan,
acompañan, oran y sufren. Cuando percibe que la hermana muerte está muy cerca
quiere despedirse de todos y darles su última bendición. Con la voz ya
entrecortada, les deja su
testamento:
"Pido
con todo encarecimiento a sus caridades, que atiendan ante todo a la honra y
gloria del Señor. Y procuren guardar el Instituto con gran humildad de sí mismos
y con gran caridad de los pobres, amándose unidos en el
Señor".
Pronto, abrazado a un Crucifijo, queda descansando en la
paz del Señor. Es 24 de julio de 1690. Hermanas y Hermanos, rotos de dolor pero
llenos de fe y confianza, se dirigen a la iglesia para postrarse ante Jesús
Nazareno y ofrecerse para continuar en el servicio a los pobres como lo han
venido haciendo hasta ahora junto al P.
Cristóbal.
El
Milagro para su
beatificación
S.S.
Benedicto XVI firmó el 20 de diciembre de 2012 el decreto con el cual se
reconocía un milagro gracias a la intercesión del Venerable Cristóbal de Santa
Catalina, lo cual permitió su
beatificación.
El
hecho se remonta a 2002, cuando una joven cordobesa, Alicia Sánchez, embarazada
de 17 semanas, descubrió en una revisión médica que había sufrido una rotura
prematura de membranas con pérdida de líquido amniótico. Dada la gravedad del
caso y la probabilidad de perder al bebé, la mujer fue ingresada en el Hospital
Reina Sofía el Martes
Santo.
Las
religiosas del Hospital Jesús Nazareno de Córdoba, que conocían a la muchacha
porque trabajaba como fisioterapeuta en la residencia hospitalaria Jesús
Nazareno, se enteraron del caso y comenzaron a rezarle a su fundador, el padre
Cristóbal de Santa Catalina, a quien se había encomendado
Alicia.
Cinco
días después y tras las pruebas diagnósticas pertinentes, los médicos del centro
hospitalario comprobaron que los problemas de la joven habían desaparecido, la
bolsa se había restaurado y el líquido amniótico regenerado. Fue dada de alta el
Sábado Santo y el embarazo continuó su curso hasta que el niño nació sano y
salvo varios meses
después.
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Fuente: Hosjena.org || ReligionEnLibertad.com ||
DiocesisDeCordoba.com
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