Santa Cunegonda o Kinga, Reina de Polonia
Julio 24
(1234-1292) Nació en Hungría el año 1234, de familia real. Contrajo matrimonio con el príncipe Boleslao de Cracovia y, a la muerte de éste, se retiró al monasterio de clarisas que fundó en Sacz (Polonia), en el que más tarde profesó la regla de santa Clara y en el que murió el 24 de julio de 1292. Fue ejemplo de penitencia y oración, de servicio y entrega al bien de los ciudadanos y al progreso de su pueblo; tuvo predilección por los enfermos y los pobres. Juan Pablo II la canonizó el 16 de junio de 1999 en Sacz (Polonia).
Cunegunda nació en Esztergom (Hungría), de familia real, el 5 de marzo de 1234. Fue educada en la fe cristiana en la corte de su padre, el rey Bela IV (Adalberto). Desde su nacimiento, vivió rodeada de santos. En efecto, en la familia real de su padre destacan san Esteban, el patrono principal de Hungría, santa Ladislaa, santa Isabel de Turingia, santa Eduvigis de Silesia, santa Inés de Praga y las hermanas de Cunegunda: santa Margarita y la beata Yolanda. La luz de la santidad de su familia no podía por menos de dejar huella en su alma.
Al llegar a Polonia, desde muy niña, para ser educada en la corte de su futuro esposo, entabló una cordial relación con la madre de éste, Grzymislawa, y con su hija Salomé. Ambas se distinguían por una profunda religiosidad, por una vida ascética y por un gran amor a la oración, a la lectura de la sagrada Escritura y de las vidas de los santos. Su cordial compañía, especialmente en los primeros y difíciles años de su estancia en Polonia, ejerció gran influjo en Cunegunda. La aspiración a la santidad maduró cada vez más en su corazón, Buscando modelos para imitar que respondieran a su rango, eligió como patrona especial a su santa parienta la princesa Eduvigis de Silesia. Además de sus santas hermanas y parientes, indudablemente ejercieron gran influjo en su espiritualidad san Jacinto, que vivió en aquel tiempo, el beato Sadok, la beata Bronislawa, la beata Salomé, y todos los que formaron un ambiente de fe viva en la Cracovia de entonces.
Ya desde su adolescencia brilló por sus cualidades intelectuales, su bondad y su devoción en la oración. Se sintió especialmente atraída por los ideales de san Francisco de Asís y santa Clara. Por eso, entró en la Orden Tercera de san Francisco y decidió consagrarse a Dios con todo su corazón mediante el voto de virginidad. Y cuando, por las circunstancias históricas, se vio obligada a casarse con el príncipe polaco Boleslao de Sandomierz, lo convenció a llevar una vida virginal para gloria de Dios y, después de una prueba de dos años, ambos esposos hicieron voto de castidad perpetua en manos del obispo. Este estilo de vida dio a santa Cunegunda una gran libertad interior, gracias a la cual pudo preocuparse, con dedicación total, ante todo de las cosas del Señor, llevando una profunda vida religiosa.
En 1241, los tártaros invadieron Polonia y Hungría. Cunegunda, junto con Boleslao, se vio obligada a huir, experimentando así la dura vida de los prófugos, hasta que en el año 1247 pudieron volver a reinar en Cracovia.
Al lado de su marido, participó activamente en el gobierno del reino, demostrando firmeza y valentía, generosidad y solicitud por el bien de sus súbditos. Durante las turbulencias que tuvieron lugar en el interior del Estado, durante la lucha por el poder en un reino dividido en regiones, durante las devastadoras invasiones de los tártaros, santa Cunegunda supo afrontar las necesidades del momento. Con gran celo trató de promover la unidad de la herencia de los Piast y, para que el país resurgiera de las ruinas, no dudó en dar todo lo que había recibido de su padre como dote: siete toneladas de plata.
Se dedicó a curar a los enfermos, a socorrer a los necesitados, a promover la justicia social y las virtudes cristianas en las familias. Intervino en muchas ocasiones para restablecer la paz entre los príncipes cristianos.
Sus antiguas biografías confirman esa gran labor benéfica, testimoniando que el pueblo la llamaba: «consoladora», «médico», «nutricia» y «santa madre». Renunciando a la maternidad natural, se convirtió en verdadera madre de todos sus súbditos.
También se interesó por el desarrollo cultural de la nación. A su persona y al convento que fundó en Sacz está vinculado el nacimiento de verdaderos monumentos de la literatura, como el primer libro escrito en lengua polaca: El salterio de David.
Tras la muerte de Boleslao, acaecida el 7 de diciembre de 1279, Cunegunda renunció al gobierno del reino y se retiró a Sacz, donde reorganizó la región: fundó nuevas aldeas y ciudades, construyó iglesias y sobre todo con el mayor cariño fundó el monasterio de franciscanos y de clarisas en Sacz.
De acuerdo con el obispo, destinó toda su herencia al monasterio de las clarisas. En 1288 Cunegunda ingresó en el noviciado y el 24 de abril de 1289 emitió la profesión religiosa según la regla de santa Clara. Vivió de modo ejemplar los votos religiosos, sirviendo humildemente a sus hermanas, con espíritu de sacrificio y amor.
Ayudó a sus hermanas a entender las oraciones que hacían en latín, traduciendo al polaco los salmos.
En septiembre del año 1291 cayó enferma y durante muchos meses se vio obligada a guardar cama. Soportó los sufrimientos con espíritu de total sumisión a la voluntad de Dios.
Murió el 24 de julio del año 1292 en Sacz, a los 58 años. Se halla sepultada en la capilla de la santísima Virgen María del monasterio que fundó y donde vivió.
Fue venerada como santa inmediatamente después de su muerte. En 1690 el papa Alejandro VIII confirmó su culto, tributado durante siglos, lo cual equivale a su beatificación. Juan Pablo II la canonizó el 16 de junio de 1999 en la ciudad en que había fallecido y estableció que su fiesta se celebre el 24 de julio.
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[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 16 de julio de 1999]
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