Conversión de Pablo
Marcos 16, 15-18.
Fiesta de la Conversión San Pablo.
No esperemos más, convirtámonos en esos apóstoles resucitados.
Del santo Evangelio segú san Marcos 16, 15-18
En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once y les dijo: Id por
todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y
sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son
las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán
demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y
aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los
enfermos y se pondrán bien.
Oración introductoria
Señor, permite que esta meditación me marque el camino para seguir
el gran ejemplo de la vida del apóstol san Pablo, que una vez que
experimentó tu amor ya no hubo nada ni nadie que lo apartará de su
misión. En este nuevo año quiero sepultar a ese hombre viejo que hay en
mí para dejarme conquistar por tu amor.
Petición
Señor, concédeme que mi testimonio comunique la alegría de mi fe.
Meditación del Papa
Los tres Evangelios sinópticos enfocan distintos aspectos del envío a
la misión: ésta se basa en una experiencia personal: "Vosotros soís
testigos"; se expresa en relaciones: "Haced discípulos a todos los
pueblos"; trasmite un mensaje universal: "Proclamad el Evangelio a toda
la creación". Sin embargo, a causa de las pretensiones y de los
condicionamientos del mundo, el testimonio viene repetidamente ofuscado,
alienadas las relaciones y relativizado el mensaje. Si después la
Iglesia, como dice el Papa Pablo VI, "trata de adaptarse a aquel modelo
que Cristo le propone, es necesario que ella se diferencie
profundamente del ambiente humano en el cual vive y al cual se
aproxima". Para cumplir su misión, ella tomará continuamente las
distancias de su entorno, debe en cierta medida ser desmundanizada. La
misión de la Iglesia deriva ciertamente del misterio del Dios uno y
trino, del misterio de su amor creador. El amor no está presente en
Dios de un modo cualquiera: Él mismo, por su naturaleza, es amor. Y el
amor de Dios no quiere quedarse en sí mismo, quiere difundirse. (Benedicto XVI, 25 de septiembre de 2011).
Reflexión:
Nos encontramos en el monte de los olivos, en el mismo lugar donde
cuarenta días antes, Jesús era entregado por uno de sus discípulos y
donde todos los demás le abandonaron. Pero las cosas han cambiado y ya
no son los mismos apóstoles de antes, la Resurrección los ha cambiado. Y
Jesús se da cuenta de esto, por eso, les da una nueva misión: predicar
el evangelio a todos los hombres, suscitar la fe, transmitir la
salvación mediante el bautismo: he aquí la misión de los apóstoles
después de la Resurrección. Y nosotros católicos somos hoy en día esos
apóstoles resucitados.
Es verdad que en nuestras vidas hemos abandonado a Cristo muchas
veces, pero eso a Jesús no le importa. Él nos llama a predicar el
evangelio como volvió a llamar a los apóstoles y como un día llamó a san
Pablo, cuya conversión celebramos hoy. San Pablo persiguió a los
apóstoles y quería borrar el nombre de Jesús de Nazareth de la faz de
Israel. Pero Jesús resucitado le convierte de un perseguidor a un
precursor de la Buena Nueva y en un apóstol apasionado de este Cristo a
quien perseguía. Jesús nos manda a predicar el Evangelio y es el
primero que nos da ejemplo convirtiendo al más "temido" de todos los
judíos.
La conversión infundió en Saulo una fe que lo hace ser misionero
incansable; enciende en su alma un ardor de caridad que le obliga a
transmitir a los demás la verdad que ha encontrado; le da la fuerza para
ser tanto de palabra como de obra un ferviente testimonio del
evangelio. Ahora bien, ¿qué nos diferencia a nosotros de san Pablo?
Tenemos la misma fe, la misma caridad, la misma doctrina, el mismo
Dios... Pero nos falta su amor apasionado a Cristo, que le llevó a
considerar todo basura y estiércol comparado con Cristo.
Propósito
Hoy es un día de conversión. No esperemos más, convirtámonos en esos
apóstoles resucitados y pidamos esa fe y ese amor que convirtió a san
Pablo para que nos convierta también a nosotros en luz y fuego en medio
de la oscuridad del mundo.
Diálogo con Cristo
Señor, ¡quiero ser un san Pablo para mi familia y el mundo de hoy!
Quiero dejarme conquistar por la fe para lograr mi transformación
interior y poder llegar a decir, por la gracia que me das, que ya no
vivo yo sino que es Cristo quien vive en mí. Quiero dejar el afán por el
aparecer, por el bienestar, por las posesiones, por el éxito pero,
sobre todo, teniendo en cuenta que mi vida cristiana no se resume en
negaciones sino en la entrega, por amor, a los demás.
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Autor: Noé Patiño | Fuente: Catholic.net
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