San José María Tomasi, Cardenal
Enero 1
(1649-1713)
Cardenal, de la Orden de los Clérigos Regulares Teatinos
El
insigne servidor de Dios José María Tomasi, Cardenal, a quien el Papa Pío VII
decoró con los honores de los Beatos en el año 1803, y a quien hoy el Sumo Pontífice
Juan Pablo II inscribe solemnemente en el libro de los Santos, nació en
Licata, Sicilia, diócesis de Agrigento, el dia 12 de septiembre de 1649, hijo
primogénito de Julio Tomasi y de Rosalía Traina, Príncipes de Lampedusa y Duques
de Palma de Montechiaro.
Su vida estuvo orientada hacia Dios ya desde
sus primeros años. Formado y educado en la noble casa paterna, en la que no
faltaban ni riquezas ni virtudes, dio prueba de un espíritu muy dispuesto al estudio
y a la piedad. Así pues sus padres cuidaron con esmero su formación cristiana
y su instrucción en las lenguas clásicas y modernas, especialmente en la
lengua española, en cuanto destinado por la familia a la corte de Madrid, debiendo
heredar de su padre, por sus títulos nobiliarios, la dignidad de Grande de
España.
Pero, ya desde su infancia, su espíritu aspiraba a ser pequeño
en el Reino de Dios, y a servir no a los reyes de la tierra, sino al Rey del
Cielo. Cultivó en su corazón ese piadoso deseo hasta que obtuvo el consentimiento
paterno para seguir su vocación a la vida religiosa.
Después de
haber renunciado, mediante documento notarial, al principado que le pertenecía
por herencia, y al riquísimo patrimonio familiar, entró en la Orden de Clérigos
Regulares Teatinos, fundada por S. Cayetano de Thiene en el año 1524. Emitió la
profesión religiosa en la casa teatina de S. José de Palermo el día 25 de marzo
de 1666.
En el nuevo estado de vida, que abrazó para seguir la llamada
de Cristo, pudo dedicarse mejor a la piedad y al estudio. La sagrada liturgia
lo había atraído desde niño, ya desde entonces hubiera querido vestir los
colores litúrgicos del día. El canto gregoriano floreció muy tempranamente en sus
labios, que exultaban de alegría al cantar los salmos litúrgicos. Desde su adolescencia
conoció y apreció, corno por innata disposición, las lenguas sagradas
latina y griega.
Cursó los estudios filosóficos en Mesina, Ferrara,
Bolonia y Modena; obligado a esos desplazamientos por motivos de salud. La teología
la estudió en Roma, en la casa de S. Andrea della Valle.
En
Roma, después de haber recibido el subdiaconado y diaconado, fue ordenado sacerdote
en la Basílica Lateranense por Mons. Giacomo de Angelis, Arzobispo de Urbino,
Vicegerente del Cardenal Vicario Gaspar Carpegna, el día 23 de diciembre de
1673, el sábado de las témporas de Adviento. Dos días más tarde, en la noche de
Navidad, celebraba su primera misa en la iglesia de S. Silvestre al Quirinal,
sede entonces de la Casa Generalicia de los Padres Teatinos.
La unción
sacerdotal pareció que incardinaba definitivamente al P. Tomasi en Roma y que
le daba la ciudadanía romana. Aquí, en la casa de S. Silvestre al Quirinal,
durante casi cuarenta años a partir de su ordenación sacerdotal, se dedicará con
fecunda intensidad a la piedad, al ejercicio humilde y perseverante de las virtudes
y al estudio asiduo. Al conocimiento del latín y griego, que adquirió en
la adolescencia, añade ahora el de las lenguas hebrea, siríaca, caldea y árabe.
Transportado
por su eximio amor a los documentos antiguos de la Iglesia
y a las sanas tradiciones eclesiásticas, reputó que el dedicarse, con espíritu
de fe, a la publicación de raros libros litúrgicos y de antiguos textos de
la sagrada Litúrgia, podía ser un buen camino para su perfección religiosa.
e
esa forma consiguió sacar a la luz muchos sagrados tesoros que yacían
olvidados en las bibliotecas.
De hecho, gracias a su multíplice
ciencia de las cosas sagradas, editó muchos volúmenes de argumentos bíblicos, patrísticos
y principalmente litúrgicos. De estas sea suficiente mencionar: Codices
Sacramentorum nongentis annis vetustiores (editado el año 1680); la edición
crítica del Salterio en su doble versión romana y galicana: los Antifonarios y
Responsoriales de la Iglesia Romana que estaban en uso en tiempos de S. Gregorio
Magno (editados en 1686); la edición crítica de los títulos y argumentos de
la Sagrada Bíblia según los códices del siglo V al siglo XI (publicada en 1688).
Por
su vasta erudición y por sus excelentes y bien conocidas virtudes,
el P. Tomasi gozaba de tal fama y estima que eran muchos los que buscaban
su conocimiento y amistad y se honraban con ellos.
La Reina de Suecia
Cristina Alejandra, lo quiso entre los miembros que ornaban su círculo de doctos.
La Academia Romana de la Arcadia lo enumeró entre sus socios más ilustres.
El docto Rabino de la Sinagoga de Roma, Moisés Cave, que fue convertido al catolicismo
por el P. Tomasi, discípulo suyo en la lengua hebrea, lo consideraba amigo
y padre en la fe.
Sin embargo, cuanto mayores eran las alabanzas
que le tributaban sus contemporaneos, tanto más procuraba permanecer escondido,
hasta el punto de publicar, por humildad, alguna de sus obras bajo pseudónimo.
El
estar en relación con personas importantes y eruditas de su mismo
rango, no le impidió a Tomasi dedicar su atención a la formación de los simples
fieles para los que compuso: Vera norma di glorificare Iddio e di far Orazione
secondo la dottrina delle divine Scriture e dei Santi Padri, y también Breve
istruzione del modo di assistere fruttuosamente al Santo Sacrificio della Messa,
y además una versión reducida de Salmos elegidos y dispuestos para facilitar
la oración del cristiano.
Fue nombrado Consultor General de su Orden
pero, por humildad, renunció al poco tiempo a tal encargo aduciendo como motivo
las muchas otras ocupaciones por los encargos que ya tenía en la Curia Romana,
entre los cuales, Consultor de las Sagradas Congregaciones de Ritos y de Indulgencias,
y Calificador del Santo Oficio.
Sus numerosas publicaciones
de argumento litúrgico, en las que hermanaba la piedad y la erudición, le
granjearon el título de "Príncipe de los Liturgistas Romanos" y el de "Doctor Liturgicus"
con los que lo denominaban algunos de sus contemporaneos.
En
verdad, no pocas normas que, emanadas por la autoridad de los Romanos Pontífices
y por los documentos del Concilio Vaticano II, están hoy felizmente en uso
en la Iglesia, fueron ya propuestas y deseadas por el P. Tomasi. Entre estas
cabe recordar: la forma actual de la Liturgia de las Horas para la oración del
Oficio Divino; la distinción y el uso del Misal y del Leccionario en la celebración
de la Eucaristía; varias normas contenidas en el Pontifical y en el Ritual
Romano;
el uso de la lengua vulgar que él mismo recomendaba en las
devociones privadas y en las oraciones hechas en común por los fieles; todo ello
encaminado a promover una más íntima y personal participación del pueblo de Dios
en la celebración de la Sagrada Líturgia.
Todas sus fatigas y premuras
en la investigación y en el estudio, no desviaron mínimamente al P. Tomasi
de tender, constantemente y con todas sus fuerzas, a la conquista de aquella
perfección evangélica a la que Dios lo había llamado desde su infancia. Era de
ejemplo para los demás por su profunda humildad, su espíritu de mortificación
y sacrificio, su fiel observancia regular, su mansedumbre, su pobreza, su piedad,
su devoción filial a la Santísima Virgen María. Ayudaba a los pobres, confortaba
a los enfermos, tanto en casa como en el hospital de S. Juan de Letrán. De
este modo se unían armoniosamente en él la sabiduría y la caridad.
Clemente
XI, que conocía personalmente al P. Tomasi y admiraba sus eximias virtudes
y la difundida fama de su doctrina, lo nombró Cardenal del Título de los Santos
Silvestre y Martín al Monti, en el Consistorio del 18 de mayo de 1712. Aceptó
el cardenalato solamente por obediencia al mandato explícito del Papa.
Colocado
en ese sublime grado, como lámpara en el candelabro, iluminó con
el resplandor de sus virtudes de tal forma la Iglesia Romana, que muchos lo
veneraban como un nuevo S. Carlos Borromeo, al que se había propuesto imitar.
Unió
a la dignidad cardenalicia todas aquellas virtudes que lo habían
distinguido como religioso teatino; no mutó lo más mínimo su precedente regla
de vida. Para su corte y para el servicio de su casa eligió, por motivos de caridad,
personas pobres, débiles, claudicantes y con otras deficiencias físicas.
En
su Iglesia Titular de los Santos Silvestre y Martín al Monti, no
sólo participaba, con los clérigos de su familia, a las celebraciones litúrgicas
de los Padres Carmelitas, sino que también se dedicaba a enseñar a los niños
y demás fieles el catecismo de la doctrina cristiana.
Pero tamaño resplandor
de buen ejemplo y de virtudes brilló por poco tiempo. No se habían cumplido
ocho meses de su cardenalato, cuando después de haber tomado parte a la Capilla
Papal de la Vigilia de Navidad en la Basílica Vaticana, atacado por violenta
pulmonía, expiraba santamente en su residencia del palacio Passarini de via
Panisperna.
Era el día 1 de enero de 1713.
El primer panegírico
del Cardenal Tomasi lo pronunciaba el mismo Papa Clemente XI en el Consistorio
celebrado un mes después de su tránsito. "No podemos disimular -dijo el Papa-
el íntimo dolor que nos ha producido la muerte del eximio y piadosísimo Cardenal
Tomasi ... Auténtico ejemplar de la más santa y antigua disciplina, y de cuyas
virtudes y doctrina tanto nos esperabamos todavía".
La fama de santidad
que durante la vida acompañó al Cardenal Tomasi, creció aún más después
de su muerte. Por eso, después de solo cinco meses de su piadoso tránsito, se
empezó, por deseo de Celemente XI, el Proceso Canónico Ordinario Informativo para
su Beatificación. Después de haber superado vicisitudes y dificultades de diverso
tipo, Pío VII, aprobados dos milagros atribuidos a la intercesión del Ven.
Cardenal Tomasi, lo proclamó Beato el día 29 de septiembre de 1803.
Un
nuevo milagro, atribuido a la intercesión del Beato José María Tomasi, fue
aprobado, con decreto del 6 de julio de 1985, por el Santo Padre Juan Pablo II,
para su Canonización.
Las reliquias de su cuerpo fueron trasladadas
en el año 1971 desde la Basílica de su título, Santos Silvestre y Martín ai Monti,
a la Basílica de S. Andrea della Valle de los Padres Teatinos, donde actualmente
están expuestas a la veneración de los fieles.
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