San Hilario, XLVI Papa
Febrero 28 (29)
Martirologio Romano: En Roma, en la vía Tiburtina, sepultura de san
Hilario, papa, que escribió cartas sobre la fe católica, con las que
confirmó los concilios de Nicea, Éfeso y Calcedonia, enalteciendo el
primado de la Sede Romana (468).
En los años bisisestos se celebra el día 29 en lugar del 28.
Hilarus, natural de Cerdeña.
Cuando sólo era diácono tuvo una intervención muy especial en el
concilio de Éfeso actuando como legado del papa san León I el Magno, en
el 449. No firma la deposición de san Flaviano, patriarca de
Constantinopla. Tan mal se pusieron las cosas en aquél concilio – el del
latrocinio– que llegó a temer las iras de los adversarios y huyó
llevando la apelación de Flaviano al papa. (Este texto se descubrió en
el 1882). Desde Roma escribe a la emperatriz Pulqueria dándole
información precisa de lo ocurrido. También intervino en la cuestión
controvertida entre griegos y latinos sobre la fijación de la fecha
común para celebrar la fiesta de la Pascua.
Hilario sucedió al
papa san León en la Sede de san Pedro a finales del 461. Y en los siete
años que duró su pontificado gobernó la Iglesia dedicándose por entero y
con firmeza a asentar principios teóricos y prácticos en materia de
disciplina y jurisdicción. Era la puesta en marcha de ese funcionamiento
interno que la Iglesia había de ir tejiendo en el tiempo buscando el
bien de los pastores y de los fieles y para la mejor difusión del
Evangelio. De modo especial hubo de intervenir en la corrección de
abusos por parte de altos eclesiásticos en las Galias, como es el caso
del obispo Hermes, usurpador de la sede narbonense, sin mediación del
arzobispo Leoncio.
También tomó decisiones en el caso de
Mamerto, en Viena, que consagraba obispos sin conocimiento del
metropolitano. Y para no ser menos, corrigió igualmente abusos cometidos
en España, en la provincia Tarraconense, donde algún obispo abandonó a
su grey y fijó arbitrariamente su residencia en lugar diferente, algún
otro interfería en labores pastorales ajenas y además existían
consagraciones ilegales de obispos. El deseo que el papa expresa en la
carta dirigida a Leoncio es trabajar "en pro de la universal concordia
de los sacerdotes del Señor, procuraré que nadie se atreva a buscar su
propio interés, sino que todos se esfuercen en promover la causa de
Cristo".
En estos asuntos solía usar una forma colegiada de
gobernar inclinándose a promover encuentros de obispos, más o menos
numerosos, que le asesoraran sobre las cuestiones difíciles, le ayudaran
a mirar cada problema desde distintos ángulos y le proporcionaran
elementos de juicio suficientes para poder tomar decisiones justas con
el ministerio y con las personas.
En Roma fomentó el culto,
edificó capillas en la basílica constantiniana de Letrán, construyó un
monasterio dedicado a san Lorenzo y dejó testimonio de la devoción
agradecida que profesó al Apóstol y evangelista san Juan a quien
atribuyó siempre la gracia de haber sido librado de la ira de los
hombres, cuando el Latrocinio de Éfeso.
Murió el último día de febrero del año 468.
San Hilario conocía bien al hombre; ese espíritu humano que es proclive
a pactar con la soberbia, la comodidad, el afán de poder y el bien que
reportan las riquezas; eso tan común de lo que no están exentos ni los
jerarcas de ayer, ni los de hoy. Su fortaleza de entonces con
disposiciones claras, supongo que ayudará a los que profetizan,
santifican y mandan a estar bien vigilantes en su esfuerzo personal de
fidelidad al Evangelio. De ese modo no hay peligro de que el servicio a
la Iglesia que comporta el ministerio se pervierta convirtiéndose en
instrumento de lucro personal.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
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