No he venido a traer paz
Tiempo Ordinario
Lucas
12, 49-53.
La esencia del cristianismo se encuentra
en la caridad.
En esto conocerán que somos de Cristo.
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: He venido a arrojar un
fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!
Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta
que se cumpla! ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os
lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y
estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos
el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la
hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera
contra la suegra.
Oración introductoria
Señor, Tú viniste a traer fuego a la tierra, ¡cuánto desearía que ya
estuviera ardiendo en mi corazón! Dame en esta oración ese fuego de tu
amor, que me lleve a sacrificar mi comodidad por el bien de los demás.
Dame esa fe que me asegura tu amor. Dame esa esperanza que me lleve a
confiar en tu misericordia
Petición
Señor, ayúdame a encender en mí tu caridad divina, para poder amarte sobre todas las cosas y a mi prójimo, como a mí mismo.
Meditación del Papa Francisco
Una
palabra de Jesús que nos pone en crisis, y que se ha de explicar,
porque de otro modo puede generar malentendidos. Jesús dice a los
discípulos: “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino
división”. ¿Qué significa esto?
Significa
que la fe no es una cosa decorativa, ornamental; vivir la fe no es
decorar la vida con un poco de religión, como si fuese un pastel que se
le decora con nata [betún]. No, la fe no es esto. La fe comporta elegir a
Dios como criterio- base de la vida, y Dios no es vacío, Dios no es
neutro, Dios es siempre positivo, Dios es amor, y el amor es positivo.
Después de que Jesús vino al mundo no se puede actuar como si no
conociéramos a Dios. Como si fuese una cosa abstracta, vacía, de
referencia puramente nominal; no, Dios tiene un rostro concreto, tiene
un nombre: Dios es misericordia, Dios es fidelidad, es vida que se dona a
todos nosotros.» (S.S. Francisco, 18 de agosto de 2013)
Reflexión
Cuando se ha entendido que la esencia del cristianismo se halla en la
caridad, en el apasionado amor a Dios y sus cosas, estas palabras del
Señor no deberían sonar extrañas o contradictorias. ¡Fuera de esto sino
todo lo contrario! Es más, Cristo está empleando un lenguaje
contradictorio en apariencia para dar a entender precisamente en qué
consiste el verdadero amor a Él. Sí, porque el amor, realmente como lo
ha de entender el cristiano está muy lejos de ser un diluido sentimiento
de afecto, bonito y pasajero como una flor de primavera. Más bien es
como el fuego que a la vez lo enciende todo y va consumiendo una y otra
cosa; es algo que se extiende, que tiende por su naturaleza a expandirse
con calor, con pasión y que divide a los corazones fríos y mezquinos
que nada más piensan en llenar sus pobres pretensiones.
Así es la caridad. Ese es el fuego que Cristo espera arder en los
corazones de los que le amen. Están, por tanto, muy lejos de ser sus
palabras interpretadas con la literalidad de la carne. Hay que haber
experimentado el fuego de su amor para entenderlas correctamente.
Pidamos, por tanto, el don de la caridad, de un amor apasionado a Cristo
que traiga la guerra a las fuerzas que quieren destruir la verdadera
paz en la tierra. Pidamos saber amar hasta ser incomprendidos por los
egoístas de nuestro mundo. Pidamos vivir en estado de lucha, en la lucha
del que cree en la fuerza del amor y consigue que el mayor número de
seres humanos conozca a ese Dios que se entregó por ellos por puro amor.
En esto conocerán los demás que somos de Cristo. Y a tener confianza en
Él. Porque el amor siempre logrará la victoria definitiva sobre el
pecado y la muerte.
Propósito
Dar gracias a Dios en la oración y cuidar de ser agradecido con todas las personas con las que convivo.
Diálogo con Cristo
Santísima Trinidad, gracias por esta oración y por el don de mi
bautismo. Esa chispa de vida divina que recibí debe estar en continuo
crecimiento. No quiero que las presiones externas o mi propia debilidad,
me lleven a la mediocridad o la indiferencia que puede apagar esta luz.
Te agradezco mi familia y te suplico que nunca permitas que yo sea
piedra de tropiezo en su fe. Dame la sabiduría para saber cuándo hablar y
cuándo quedarme callado
=
Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
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