Los signos de los tiempos
Tiempo Ordinario
Lucas
12, 54-59.
Fiesta san Rafael Guízar y Valencia.
¿Somos capaces de
leerlos, de discernir lo esencial de lo accidental?
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 54-59
En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: Cuando veis una nube que se
levanta en el occidente, al momento decís: "Va a llover", y así sucede.
Y cuando sopla el sur, decís: "Viene bochorno", y así sucede.
¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo
no exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos
lo que es justo? Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura
en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre ante el juez, y
el juez te entregue al alguacil y el alguacil te meta en la cárcel. Te
digo que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo.
Oración introductoria
Padre, te pedimos que al escuchar tus palabras, nos des la gracia que
nos permite esperar y encaminarnos llenos de confianza a Tu encuentro,
como Juez, como nuestro "abogado".
Petición
Jesús, te pedimos que nos des la gracia de ser capaces de leer los
signos de los tiempos, de discernir lo esencial de lo accidental y de
conocer la solidez de Tu doctrina y ponerla en práctica.
Meditación del Papa Francisco
Una
palabra de Jesús que nos pone en crisis, y que se ha de explicar,
porque de otro modo puede generar malentendidos. Jesús dice a los
discípulos: “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino
división”. ¿Qué significa esto?
Significa
que la fe no es una cosa decorativa, ornamental; vivir la fe no es
decorar la vida con un poco de religión, como si fuese un pastel que se
le decora con nata [betún]. No, la fe no es esto. La fe comporta elegir a
Dios como criterio- base de la vida, y Dios no es vacío, Dios no es
neutro, Dios es siempre positivo, Dios es amor, y el amor es positivo.
Después de que Jesús vino al mundo no se puede actuar como si no
conociéramos a Dios. Como si fuese una cosa abstracta, vacía, de
referencia puramente nominal; no, Dios tiene un rostro concreto, tiene
un nombre: Dios es misericordia, Dios es fidelidad, es vida que se dona a
todos nosotros.» (S.S. Francisco, 18 de agosto de 2013)
Reflexión
El Concilio Vaticano II supuso una lectura de los “signos de los
tiempos”. Cambiaron muchas cosas: liturgia, costumbres, lenguaje, etc.
Eran necesario adaptarse a la realidad del siglo XX. La Iglesia supo
discernir los acontecimientos y se adaptó. Suprimió lo innecesario,
profundizó en lo esencial y estableció un diálogo más estrecho con las
ciencias humanas y las otras realidades religiosas.
Pero había cosas que no podían cambiar: el Papa sigue siendo el Vicario
de Cristo en la tierra; en la Eucaristía está verdaderamente presente
Cristo Jesús y la caridad sigue siendo el mandamiento nuevo. No hay
lugar a dudas. Los tiempos cambian pero las palabras de Cristo y de su
Iglesia permanecen y permanecerán eternamente.
¿Somos capaces de leer los signos de los tiempos, de discernir lo
esencial de lo accidental? ¿Somos de los cristianos que conocen la
solidez de la doctrina del Señor y la ponen en práctica? ¿O estamos
cayendo en el error de los que dicen conocer los signos de los tiempos
pero luego dan cabida en sus vidas a comportamientos que dicen mucho de
una verdadera pertenencia a la Santa Madre Iglesia? De allí la sabia
recomendación de Cristo: vivir con justicia, saber dar a Dios lo debido y
a los hombres.
Y en el corazón de tal justicia, que está lejos de ser una legalista y
fría justicia humana, encontramos el perdón y la misericordia. Si falta
el ingrediente del perdón, para obtener la conversión del corazón; si
falta la virtud de la misericordia para saber perdonar a quien nos lo
pide, no hay verdadera justicia y somos de los que aparentamos una vida
incólume, adaptada a los tiempos, pero en realidad no somos más que una
fotocopia de cristiano.
Por tanto la justicia de nuestro corazón, la justicia divina, la
justicia a modelo de Cristo nos permitirá saber leer los signos de los
tiempos, saber discernir lo esencial de lo accidental, saber saborear
las palabras de vida eterna del Señor y nos evitará aparentar una vida
de justos y cumplidores, de dobles e hipócritas que nos reportaría el
peso de una dura paga quizás ya en esta tierra, tal vez en aquella otra
de purgación o, Dios nos libre, en donde no hay paga que valga.
Propòsito
Pidamos al que es Justísimo, el don de la verdadera justicia y Él que
brilla en justicia y verdad no tardará en donárnosla con amor.
=
Por: P. Luis Gralla | Fuente: Catholic.net
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