-Judas Tadeo: Fue muerto a flechazos.
Muerte de San Simón y San Judas Tadeo
Estando los apóstoles en Babilonia convirtieron a gran cantidad de gente, entre la que se encontraba el rey y muchos ricos.
Dos hombres que hacían magia e idolatría se trasladaron a una población
llamada Samir en la que vivían setenta pontífices de los ídolos, y se
dedicaron a predisponer a sus habitantes contra los apóstoles,
incitándoles a que, cuando vinieran a predicarles su religión, los
mataran si se negaban a ofrecer sacrificios en honor de los dioses.
Tras evangelizar toda la provincia, Simón y Judas se presentaron en
Samir y, en cuanto llegaron, los habitantes de esta ciudad se arrojaron
sobre ellos, los prendieron y los llevaron a un templo dedicado al sol;
mas, tan pronto como los prisioneros penetraron en el recinto, los
demonios, por medio de ciertos energúmenos, empezaron a decir a voces:
- ¿A qué venís aquí, apóstoles del Dios vivo? Sabéis de sobra que entre
vosotros y nosotros no hay nada en común. Desde que llegasteis a Samir
nos sentimos abrasados por un fuego insoportable.
Acto seguido aparecióse a Judas y a Simón un ángel del Señor y les dijo:
- Elegid entre estas dos cosas la que queráis: o que toda esta gente
muera ahora mismo repentinamente, o vuestro propio martirio.
Los apóstoles respondieron:
- La elección ya está hecha. Pedimos a Dios misericordioso una doble
merced: que conceda a esta ciudad la gracia de su conversión, y a
nosotros el honor de morir mártires.
A continuación, Simón y
Judas rogaron a la multitud que guardara silencio, y, cuando todos
estuvieron callados, hablaron ellos y dijeron:
- Para
demostraros que estos ídolos no son dioses, y que en su interior hay
demonios agazapados, vamos a mandar a los malos espíritus que salgan
inmediatamente de las imágenes en que permanecen escondidos, y que cada
uno de ellos destruya la estatua que hasta ahora le ha servido de
escondite.
Seguidamente los apóstoles dieron la orden
anunciada, y en aquel mismo momento, de las dos estatuas que había en el
templo salieron sendos individuos horrendos que en presencia de los
asistentes destrozaron las imágenes de cuyo interior salieron, y
rápidamente escaparon de allí dando voces y alaridos. Mientras la gente,
impresionada pro lo que acababa de ver, permanecía muda de asombro, los
pontífices paganos, irritados, se arrojaron sobre uno y otro apóstol y
los despedazaron. En el preciso instante en que Simón y Judas murieron,
el cielo, que hasta entonces había estado sereno y completamente
despejado, se cubrió repentinamente de nubarrones; se organizó una
terrible tormenta que derrumbó el templo aplastando a los magos.
Cuando el rey tuvo noticia de que Simón y Judas habían sido
martirizados, recogió sus cadáveres, los trasladó a la capital del reino
y les dio sepultura en una magnífica y suntuosa iglesia que mandó
construir en su honor.
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