San
Felipe Evans, Sacerdote y
Mártir
Julio
22
Martirologio Romano: En Cardiff, ciudad de Gales, santos Felipe Evans, de la Compañía de Jesús, y Juan Lloyd, presbíteros y mártires, que, siendo rey Carlos II, fueron ahorcados al descubrirse que ejercían el sacerdocio en su patria (1679).
Martirologio Romano: En Cardiff, ciudad de Gales, santos Felipe Evans, de la Compañía de Jesús, y Juan Lloyd, presbíteros y mártires, que, siendo rey Carlos II, fueron ahorcados al descubrirse que ejercían el sacerdocio en su patria (1679).
Etimológicamente: Felipe = Aquel que es amigo de los
caballos, es de origen griego.
Felipe nace el año 1645, en Monmouthshire, Gales. Cerca de la parroquia de Abergavenny, se encuentra la casa paterna. Sus padres, que han permanecido como buenos católicos, lo envían al continente, cuando tiene quince años, para recibir su educación en el Colegio Inglés de la Compañía de Jesús ubicado en la ciudad de Saint Omer, en Flandes.
Felipe nace el año 1645, en Monmouthshire, Gales. Cerca de la parroquia de Abergavenny, se encuentra la casa paterna. Sus padres, que han permanecido como buenos católicos, lo envían al continente, cuando tiene quince años, para recibir su educación en el Colegio Inglés de la Compañía de Jesús ubicado en la ciudad de Saint Omer, en Flandes.
En la Compañía de
Jesús
Terminados los estudios de filosofía, have
discernimiento vocacional e ingresa en la Compañía a la edad de 20 años. Es
ordenado de sacerdote en
1675.
Se
conserva un informe de su vida, escrito por su Provincial: "Tiene una
disposición maravillosamente franca y un comportamiento simpático, sin
nubarrones. Su frente est siempre libre de
arrugas".
De regreso a
Gales
Tan
pronto como completa la formación, los superiores lo destinan a la patria. Queda
asignado al pequeño Colegio de
Cwm.
Muy
pronto empieza a ser conocido por su extraordinario celo apostólico. Dice
regularmente la misa y predica, a los numerosos grupos católicos, en la mansión
de Thomas Gunter, ubicada en la calle de la Santa Cruz, una de las principales
de Abergavenny. Más de un centenar de personas se agrupa, cada domingo y día
festivo, en la capilla adornada en el frontis con el IHS de los jesuitas. La
iglesia está en el amplio jardín y, en la casa, hay un lugar secreto que puede
ocultar al
sacerdote.
Felipe también frecuenta, dos millas al norte de
Abergavenny, la casa de campo de Charles Proger, quien hábilmente combina su
cargo de juez de paz con su calidad de católico. Allí acuden también algunos
cientos de
personas.
Igualmente, recorre el valle de Glamorgan en la zona
oeste de Gales, y dice misa en Sker House, propiedad de Christopher Turberville,
quien con gran valentía lo
protege.
Cuando estalla, en 1678, la tormenta provocada por Titus
Oates, el juez de paz de Llanvihangel Court, John Arnold, ofrece una recompensa
de 200 libras esterlinas por la captura de
Felipe.
Los
amigos avisan a Felipe y lo tratan de convencer para que salga de Gales, por lo
menos hasta que pase la tormenta. Pero él no acepta dejar el lugar donde lo ha
colocado la obediencia. Christopher Turberville tiene el valor de ocultarlo en
Sker House, su
casa.
El 2
de diciembre de 1678, Felipe es detenido por William Bassett y un grupo de
hombres armados. La traición, por parte de un pariente protestante del dueño de
casa, parece ser
cierta.
Felipe y su anfitrión son llevados a la cárcel de
Dunraven Castle. Allí Richard Lougher, el juez de paz, ofrece una fianza por
Felipe, la que es rechazada por William Bassett. Con escolta armada, es
conducido a
Cardiff.
Durante la noche, se detiene la comitiva en Cowbridge.
Esta vez, es Sir Edward Stradling quien ofrece una fianza a Felipe con la
condición de que preste el juramento prescrito en las Actas de Supremacía y de
Fidelidad. Él agradece al magistrado su atención, pero manifiesta que rechaza el
ofrecimiento porque no puede ir contra la propia
conciencia.
En la
prisión de Cardiff, Felipe es confinado en un calabozo sin luz y sin
ventilación, ubicado en los subterráneos de la Torre negra. Pasa veinte días en
estricto aislamiento, hasta que el gobernador accede a que Felipe pueda
compartir una celda con otro sacerdote. Este es John Lloyd, diocesano y buen
amigo de Felipe, quien sufre prisión por la misma causa. John ha sido formado en
el Colegio jesuita inglés de Valladolid y, por lo tanto, tienen muchas cosas en
común. Juntos ocupan, ahora, una celda amplia en el primer piso de la Torre con
una pequeña ventana ubicada en lo
alto.
Felipe y John son mantenidos prisioneros durante cinco
meses, mientras las autoridades buscan testigos adecuados, que los acusen de
haberlos visto actuar como
sacerdotes.
Los testigos y el
juicio
El
primero de los testigos católicos que encuentran rechaza vehementemente
prestarse a sus propósitos. Por ello es golpeado con tal violencia, que una de
sus costillas se rompe y muere en la tortura. Varios otros, que rechazan, son
azotados. Al fin, convencen, con una recompensa de doscientas libras a cada una,
a la anciana Margaret John Lewis y a su hija Mary Lewis, ambas antiguas
católicas. Otros cinco testigos, por cien libras, son encontrados para
atestiguar contra John
Lloyd.
El
proceso queda fijado para el día 9 de mayo. Ambos prisioneros son acusados de
ser sacerdotes y jesuitas, lo cual los have jurídicamente traidores y no
merecedores de un veredicto de inocencia. Nada dicen acerca de complicidad en el
complot fraguado por
Oates.
Las
dos mujeres declaran contra Felipe. Afirman que ellas han asistido a las misas
celebradas por el P. Evans y que han recibido la comunión de sus manos. A estos
cargos, Felipe no responde, porque sabe que dicen la verdad. Mayne Trott,
contratado también por Bassett, pretende envolverlo en el complot de Titus
Oates, pues jura que a los pocos días de manifestado ese complot, Felipe habría
dicho: "Si ustedes temen a las leyes penales actúan tontamente, porque les
aseguro que dentro de poco no habrá en Inglaterra otra religión que la
católica".
Con
ello, Felipe estaría anunciando que el duque de York, católico, hermano y
heredero del rey, iba a restablecer en su reinado al catolicismo como a única
religión de Inglaterra. Felipe, solemnemente, niega estos cargos, a lo cual el
Juez accede retirarlos. El Juez, que es un hombre amable, invita a Felipe para
que rechace los primeros testimonios. Pero Felipe no puede hacerlo y nuevamente
guarda
silencio.
Entonces el Juez se dirige al jurado: "Señores, si Uds.
creen que estas mujeres han dicho la verdad, es un deber pronunciar el veredicto
de que es culpable". Richard Bassett, que es miembro del jurado, have
castañetear sus dedos y en voz alta dice: "Deje Ud. este asunto a nosotros. Le
aseguro, por Dios, que lo declararemos
culpable".
El
veredicto del jurado es unánime: culpable. Al escuchar Felipe esa condena a
muerte, inclina la cabeza. Agradece al Juez, después al jurado, y muy
especialmente a Richard
Bassett.
Los
testigos contra John Lloyd no se presentan. Las evidencias de su sacerdocio las
presentan: Samuel Hancorne, Benjamin Browne, la misma Margaret Lewis y John
Nicholls. El jurado también declara culpable al sacerdote John
Lloyd.
En la antesala de la
muerte
De
regreso a la Torre del Castillo, ambos son encadenados. Felipe pide al alcaide
permiso para hacer traer su arpa. Con las cadenas en los pies, toca, canta y
have cantar a muchos en la prisión. La ejecución es diferida casi tres meses.
Hay rumores de una posible liberación. Debido a ello, Felipe y John empiezan a
ser tratados con mayor atención. Les quitan las cadenas, les permiten salir de
la celda y aun jugar tenis en el
patio.
El 21
de julio, repentinamente, mientras Felipe juega un partido de tenis, es
informado por el alcaide que su muerte ha sido fijada para el día siguiente en
la mañana. Continuó jugando hasta terminar el partido. Después se mostró
feliz.
Más
tarde Felipe y John son nuevamente encadenados. Con mucha paz, dedica las horas
a tocar el arpa, a cantar y a conversar alegremente con las numerosas personas
que vienen a despedirse. Después a solas, con su amigo John, rezan un largo
rato.
Hacia el
patíbulo
El 22
de julio de 1679, alrededor de las nueve de la mañana, Felipe y John son subidos
a una carreta en dirección a Gallows Field, el lugar del suplicio. Ambos van con
los brazos atados a la espalda. Muy temprano, ambos han recitado al
breviario.
Cardiff era una ciudad pequeña en ese entonces. La
comitiva tomó la calle principal, hasta Gallows Field. No sabemos, con
exactitud, qué actitud tomaron las personas que siguieron el cortejo. Sin duda,
unos eran amigos, otros son
hostiles.
Cuando llegan al lugar donde están las horcas, los dos
las saludan con las palabras de San Andrés apóstol: "Salve, cruz santa, tanto
tiempo deseada". Se ponen de rodillas y besan el cadalso. Se levantan y
preguntan al capitán Thomas Gibbon cuál de los dos deber morir primero. Este
dice: "Felipe Evans". Felipe abraza a su amigo y sube al
patíbulo.
De pie, junto al cadalso, Felipe dice sus
últimas
palabras:
"Sin
duda éste es el mejor púlpito que un hombre puede tener para decir un sermón. En
verdad, solamente puedo decir de nuevo que muero por Dios y por la religión. Me
siento muy feliz. Si tuviera muchas vidas, las daría todas, libremente, por esta
buena
causa.
Si yo
pudiera vivir, eso sería por poco tiempo, aunque soy joven. Soy dichoso porque
puedo adquirir con un sufrimiento breve una vida eterna. Yo agradezco a los que
han sido amables conmigo, en especial a usted,
capitán.
Adiós, querido amigo John. Será por muy poco tiempo,
porque, en breve, estaremos nuevamente juntos. Rueguen por mí, todos. Yo les
devolveré estas oraciones, con el favor de Dios, desde el cielo. Si ustedes que
me ven así morir libremente por mi religión, tienen un buen pensamiento sobre mi
muerte, yo me sentiré
feliz".
Después, reza por el rey y termina pidiendo a los
católicos presentes que se unan a su oración. Los amigos que están cerca se
ponen de
rodillas.
Al
llegar a la horca, Felipe se dirige a John: "Padre Lloyd, cumpla lo que Ud. ha
prometido". No podemos saber el significado estricto de esta frase. Tal vez es
una exhortación a tener valor, tal vez es un recuerdo, porque ha pedido recibir
la
absolución.
Después, have una pausa. Felipe se concentra un momento,
y dice con voz clara y cariñosa: "Señor, en tus manos encomiendo mi alma". Unos
segundos después, su cuerpo queda suspendido en la
horca.
John,
con lágrimas en los ojos, contempla la ejecución de Felipe. Le da la absolución
y mira, con veneración, cuando es descuartizado. Felipe tiene apenas 34
años.
San
Felipe Evans es canonizado por el papa Pablo VI, el día 25 de octubre de 1970,
conjuntamente con San Edmundo Campion y otros ocho mártires jesuitas ingleses.
También el mismo día el Papa canoniza al amigo de San Felipe Evans: John Lloyd.
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Fuente:
cpalsj.org
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