domingo, agosto 18, 2013

Evangelio Agosto 18, 2013

He venido a traer fuego sobre la tierraLucas 12, 49-53.
Tiempo Ordinario.
Anunciar y vivir el estilo de vida de Jesús provoca rechazo, descrédito, conflicto y división.
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 49-53

He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Oración introductoria
Señor, Tú viniste a traer fuego a la tierra, ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo en mi corazón! Que esta oración me dé el fuego de tu amor, de la fe y de la esperanza, pues sólo con estas tres virtudes teologales podré vivir mi vocación a la santidad.

Petición
Señor, aumenta mi fe para poder amarte sobre todas las cosas y a mi prójimo como a mí mismo.

Meditación del Papa
Hay una pasión nuestra que debe crecer desde la fe, que debe transformarse en el fuego de la caridad. Jesús nos ha dicho: He venido para echar fuego a la tierra y como querría que ya estuviese encendido. Orígenes nos ha transmitido una palabra del Señor: "Quien está cerca de mí está cerca del fuego". El cristiano no debe ser tibio. El Apocalipsis nos dice que este es el mayor peligro del cristiano: que no diga no, sino un sí muy tibio. Esta tibieza desacredita al cristianismo. La fe tiene que ser en nosotros llama del amor, una llama que realmente encienda mi ser, que sea una gran pasión de mi ser, y así encienda al próximo. Este es el modo de la evangelización: "Accéndat ardor próximos", que la verdad se vuelva en mí caridad y la caridad encienda como fuego también al otro. Sólo con este encender al otro por medio de la llama de nuestra caridad crece realmente la evangelización, la presencia del Evangelio, que ya no es sólo palabra, sino también realidad vivida. (Benedicto XVI, 9 de octubre de 2012).

Reflexión
En el camino que Jesús recorre con sus discípulos hacia Jerusalén, nos va exponiendo diversas actitudes sobre su misión y el seguimiento de los discípulos.

Jesús exige al discípulo una determinación sincera, tajante y total. Jesús no quiere medianías. Ante Él hay que decidirse. El Reino de Dios, el proyecto de Dios es lo más importante para el discípulo del Evangelio. ¡O se lo toma o se lo deja!

Jesús anuncia con pasión el Reino de Dios. Es el ardor con que propone a sus seguidores asumir su vocación de entrega, de "quemar las naves", de aceptar como lo más importante, con santa obsesión y entrega, el proyecto de Dios, asumido totalmente por Jesús.

El mensaje de Jesús causa, a veces, conflicto: con uno mismo (sus tendencias, ilusiones, planes) y con la familia.

No es que Jesús pretenda sembrar la división en los vínculos familiares. Sino, quiere resaltar que lo primero es el Reino de Dios, el proyecto de salvación, su propuesta y entrega total. Jesús busca la radicalidad. El único Absoluto es Dios.

La imagen bíblica del fuego no habla de destrucción. Sino que es la fuerza de vida. La que viene a traer el Mesías. Lo dice Juan el Bautista. Yo les bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo, a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego (Lc 3, 16).

Lucas en el libro de los Hechos describe la venida del Espíritu Santo como fuego. Aparecieron lenguas como de fuego (Hch 2, 3). Éste es el fuego que quiere Jesús prender en el corazón de sus seguidores. Es el ardor, el ímpetu de la entrega decidida a la causa de Evangelio.

El mismo Jesús ha de pasar por esa prueba terrible. Y sufre la angustia hasta que llegue el momento de la destrucción en su cuerpo, para que la vida florezca.

He venido a traer… división

Esta afirmación de Jesús no contradice en nada el mandamiento del amor, que Él mismo lo propone como el único. En nada se contrapone con la paz a los hombres, que prometen los ángeles en el nacimiento de Jesús (Lc 2, 14).

Jesús viene a establecer entre sus seguidores y entre los hombres la verdadera paz, a pesar de las envidias, codicias, guerras que se dan entre unos y otros. Su enseñanza y su testimonio son la prueba más evidente de que Él es el signo de contradicción (Lc 2, 34), que Simeón avisó a María, la Madre, en el momento de la presentación del Niño en el templo. Él fue el mártir que se entregó voluntariamente a la muerte para ser el "pacificador" de los hombres entre sí y con el Padre.

La división que indica Jesús es consecuencia de la opción radical por seguirle a Él. A pesar de que muchas veces la vocación de ser cristiano no es comprendida ni siquiera por los propios familiares, sin embargo, Jesús sigue llamando a la entrega total, hasta el martirio cruento muchas veces, de sus verdaderos discípulos.

En una sociedad que favorece la muerte de los no-nacidos y de los ancianos, que aplaude lel crecimiento injusto de las riquezas en manos de pocos, frente a la miseria que sufren la mayoría de los ciudadanos, el cristiano está llamado a ser "signo de contradicción" como Jesús. El discípulo de Jesús, fiel y coherente, tiene que estar dispuesto a sufrir la contradicción constante de una vida entregada a la causa de los más desfavorecidos.

Anunciar y vivir el estilo de vida de Jesús provoca en esta sociedad consumista rechazo, descrédito, conflicto y división. Es una constante en la historia de la Iglesia. Es el cumplimiento de la bienaventuranza proclamada por el mismo Jesús: Dichosos serán ustedes cuando los injurien y los persigan, y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía (Mt 5, 11).

La Palabra de Jesús provoca división. Y esto sucede en el interior de la Iglesia, entre aquellos que se afirman como cristianos comprometidos. El modo de interpretar y llevar a la práctica la Palabra de Dios origina en la Iglesia diversas tendencias, movimientos y comunidades. De tal modo que se dan dentro de la Iglesia grupos extremistas, unos más cercanos a vivir la fe desde una seudomística que les evade del esfuerzo social a favor de los marginados y otros que entienden la práctica del Evangelio como una lucha permanente por el cambio social.

Es difícil optar y mantenerse en un equilibrio nacido de una fe profunda y una praxis pastoral que vaya creando la coherencia entre fe y vida, oración y acción, compromiso por el Reino y compromiso social.

Diálogo con Cristo
Jesús, te pido que me des la madurez, la coherencia y el coraje para nunca tener miedo a la vida. Sé que nunca te alejas y lo que permites, aunque a veces no me guste o no lo entienda, tiene una buena razón de ser. Con tu gracia podré seguirte en todas las circunstancias de la vida, pero humildemente te suplico me des la fuerza de voluntad que necesito para serte siempre fiel.

Propósito
Vivir el Evangelio, transformarse cada uno para transformar la sociedad.
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Autor: P. Martín Irure | Fuente: Catholic.net

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