Día litúrgico: Viernes IV del tiempo ordinario
Santoral 6 de Febrero: San Pablo Miki, y compañeros mártires
Texto del Evangelio (Mc 6,14-29): En aquel
tiempo, se había hecho notorio el nombre de Jesús y llegó esto a noticia
del rey Herodes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de
entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas». Otros
decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas». Al
enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha
resucitado». Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y
le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su
hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a
Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías
le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan,
sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle,
quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un
banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.
Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a
los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que
quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la
mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a
pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al
punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora
mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se
llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de
los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con
orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y
trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha
se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger
el cadáver y le dieron sepultura.
Comentario:
Rev. D.
Ferran
BLASI i Birbe
(Barcelona, España)
Se había hecho notorio el nombre de Jesús y llegó esto a noticia del rey Herodes
Hoy, en este pasaje de Marcos, se
nos habla de la fama de Jesús —conocido por sus milagros y enseñanzas—.
Era tal esta fama que para algunos se trataba del pariente y precursor
de Jesús, Juan el Bautista, que habría resucitado de entre los muertos. Y
así lo quería imaginar Herodes, el que le había hecho matar. Pero este
Jesús era mucho más que los otros hombres de Dios: más que aquel Juan;
más que cualquiera de los profetas que hablaban en nombre del Altísimo:
Él era el Hijo de Dios hecho Hombre, Perfecto Dios y perfecto Hombre.
Este Jesús —presente entre nosotros—, como hombre, nos puede comprender
y, como Dios, nos puede conceder todo lo que necesitamos.
Juan, el precursor, que había sido enviado por Dios antes que Jesús, con
su martirio le precede también en su pasión y muerte. Ha sido también
una muerte injustamente infligida a un hombre santo, por parte del
tetrarca Herodes, seguramente a contrapelo, porque éste le tenía aprecio
y le escuchaba con respeto. Pero, en fin, Juan era claro y firme con el
rey cuando le reprochaba su conducta merecedora de censura, ya que no
le era lícito haber tomado a Herodías como esposa, la mujer de su
hermano.
Herodes había accedido a la petición que le había hecho la hija de
Herodías, instigada por su madre, cuando, en un banquete —después de la
danza que había complacido al rey— ante los invitados juró a la
bailarina darle aquello que le pidiera. «¿Qué voy a pedir?», pregunta a
la madre, que le responde: «La cabeza de Juan el Bautista» (Mc 6,24). Y
el reyezuelo hace ejecutar al Bautista. Era un juramento que de ninguna
manera le obligaba, ya que era cosa mala, contra la justicia y contra la
conciencia.
Una vez más, la experiencia enseña que una virtud ha de ir unida a todas
las otras, y todas han de crecer orgánicamente, como los dedos de una
mano. Y también que cuando se incurre en un vicio, viene después la
procesión de los otros.
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Fuente: evangeli.net
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