Día litúrgico: Jueves XXIII del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel
tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis:
Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los
que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una
mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le
niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no
se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo
vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?
Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los
que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores
hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir,
¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para
recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el
bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será
grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos
y los perversos.
»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no
seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis
perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida,
rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida
con que midáis se os medirá».
«Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo»
Rev. D.
Jaume
AYMAR i Ragolta
- (Badalona, Barcelona, España)
Hoy, en el Evangelio, el Señor nos
pide por dos veces que amemos a los enemigos. Y seguidamente da tres
concreciones positivas de este mandato: haced bien a los que os odien,
bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Es un
mandato que parece difícil de cumplir: ¿cómo podemos amar a quienes no
nos aman? Es más, ¿cómo podemos amar a quienes sabemos cierto que nos
quieren mal? Llegar a amar de este modo es un don de Dios, pero es
preciso que estemos abiertos a él. Bien mirado, amar a los enemigos es
lo más sabio humanamente hablando: el enemigo amado se verá desarmado;
amarlo puede ser la condición de posibilidad para que deje de ser
enemigo. En la misma línea, Jesús continúa diciendo: «Al que te hiera en
una mejilla, preséntale también la otra» (Lc 6,29). Podría parecer un
exceso de mansedumbre. Ahora bien, ¿qué hizo Jesús al ser abofeteado en
su pasión? Ciertamente no contraatacó, pero respondió con una firmeza
tal, llena de caridad, que debió hacer reflexionar a aquel siervo
airado: «Si he hablado mal, di en qué, pero si he hablado como es
debido, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,22-23).
En todas las religiones hay una máxima de oro: «No hagas a nadie lo que
no quieres que te hagan a ti». Jesús es el único que la formula en
positivo: «Lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros
igualmente» (Lc 6,31). Esta regla de oro es el fundamento de toda la
moral. Comentando este versículo, nos alecciona san Juan Crisóstomo:
«Todavía hay más, porque Jesús no dijo únicamente: ‘desead todo bien
para los demás’, sino ‘haced el bien a los demás’»; por eso, la máxima
de oro propuesta por Jesús no se puede quedar en un mero deseo, sino que
debe traducirse en obras.
=
Fuente: evangeli.net
No hay comentarios.:
Publicar un comentario