Día litúrgico: La Epifanía del Señor
Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle».
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.
«Entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron»
Rev. D. Joaquim VILLANUEVA i Poll - (Barcelona, España)
Hoy, el profeta Isaías nos anima: 
«Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor 
amanece sobre ti» (Is 60,1). Esa luz que había visto el profeta es la 
estrella que ven los Magos en Oriente, con muchos otros hombres. Los 
Magos descubren su significado. Los demás la contemplan como algo que 
les parece admirable, pero que no les afecta. Y, así, no reaccionan. Los
 Magos se dan cuenta de que, con ella, Dios les envía un mensaje 
importante por el que vale la pena cargar con las molestias de dejar la 
comodidad de lo seguro, y arriesgarse a un viaje incierto: la esperanza 
de encontrar al Rey les lleva a seguir a esa estrella, que habían 
anunciado los profetas y esperado el pueblo de Israel durante siglos.
Llegan a Jerusalén, la capital de los judíos. Piensan que allí sabrán 
indicarles el lugar preciso donde ha nacido su Rey. Efectivamente, les 
dirán: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del 
profeta» (Mt 2,5). La noticia de la llegada de los Magos y su pregunta 
se propagaría por toda Jerusalén en poco tiempo: Jerusalén era entonces 
una ciudad pequeña, y la presencia de los Magos con su séquito debió ser
 notada por todos sus habitantes, pues «el rey Herodes se sobresaltó y 
con él toda Jerusalén» (Mt 2,3), nos dice el Evangelio.
Jesucristo se cruza en la vida de muchas personas, a quienes no 
interesa. Un pequeño esfuerzo habría cambiado sus vidas, habrían 
encontrado al Rey del Gozo y de la Paz. Esto requiere la buena voluntad 
de buscarle, de movernos, de preguntar sin desanimarnos, como los Magos,
 de salir de nuestra poltronería, de nuestra rutina, de apreciar el 
inmenso valor de encontrar a Cristo. Si no le encontramos, no hemos 
encontrado nada en la vida, porque sólo Él es el Salvador: encontrar a 
Jesús es encontrar el Camino que nos lleva a conocer la Verdad que nos 
da la Vida. Y, sin Él, nada de nada vale la pena.
=
Fuente: evangeli.net

No hay comentarios.:
Publicar un comentario