Día litúrgico: Martes IV de Cuaresma
Santoral 17 de Marzo: San Patricio de Irlanda, obispo (Patrono principal de
Irlanda)
Texto del Evangelio (Jn 5,1-3.5-16): Era el día de fiesta
de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la
Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco
pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos,
esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho
años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le
dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que
me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja
antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante
el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.
Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido
curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió:
«El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le
preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el
curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha
gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice:
«Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre
se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los
judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
Comentario: Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch (Salt, Girona, España)
Jesús, viéndole tendido (...), le dice: ‘¿Quieres
curarte?’
Hoy, san Juan nos habla de la escena de la piscina de Betsaida. Parecía,
más bien, una sala de espera de un hospital de trauma: «Yacía una multitud de
enfermos, ciegos, cojos, paralíticos» (Jn 5,3). Jesús se dejó caer por
allí.
¡Es curioso!: Jesús siempre está en medio de los problemas. Allí donde haya
algo para “liberar”, para hacer feliz a la gente,
allí está Él. Los fariseos, en cambio, sólo pensaban en si era sábado. Su
mala fe mataba el espíritu. La mala baba del pecado goteaba de sus ojos. No hay
peor sordo que el que no quiere entender.
El protagonista del milagro llevaba treinta y ocho años de invalidez.
«¿Quieres curarte?» (Jn 5,6), le dice Jesús. Hacía tiempo que luchaba en el
vacío porque no había encontrado a Jesús. Por fin, había encontrado al Hombre.
Los cinco pórticos de la piscina de Betsaida retumbaron cuando se oyó la voz del
Maestro: «Levántate, toma tu camilla y anda» (Jn 5,8). Fue cuestión de un
instante.
La voz de Cristo es la voz de Dios. Todo era nuevo en aquel viejo
paralítico, gastado por el desánimo. Más tarde, san Juan Crisóstomo dirá que en
la piscina de Betsaida se curaban los enfermos del cuerpo, y en el Bautismo se
restablecían los del alma; allá, era de cuando en cuando y para un solo enfermo.
En el Bautismo es siempre y para todos. En ambos casos se manifiesta el poder de
Dios por medio del agua.
El paralítico impotente a la orilla del agua, ¿no te hace pensar en la
experiencia de la propia impotencia para hacer el bien? ¿Cómo pretendemos
resolver, solos, aquello que tiene un alcance sobrenatural? ¿No ves cada día, a
tu alrededor, una constelación de paralíticos que se “mueven” mucho, pero que
son incapaces de apartarse de su falta de libertad? El pecado paraliza,
envejece, mata. Hay que poner los ojos en Jesús. Es necesario que Él —su gracia—
nos sumerja en las aguas de la oración, de la confesión, de la apertura de
espíritu. Tú y yo podemos ser paralíticos sempiternos, o portadores e
instrumentos de luz.
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Fuente: evangeli.net
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