Día litúrgico: Viernes XXXI del tiempo ordinario
»Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’. Respondió: ‘Cien medidas de aceite’. Él le dijo: ‘Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta’. Después dijo a otro: ‘Tú, ¿cuánto debes?’. Contestó: ‘Cien cargas de trigo’. Dícele: ‘Toma tu recibo y escribe ochenta’.
»El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz».
«Los hijos de este mundo son más astutos (...) que los hijos de la luz»
Mons.
Salvador
CRISTAU i Coll
Obispo Auxiliar de Terrassa
- (Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos presenta una
cuestión sorprendente a primera vista. En efecto, dice el texto de san
Lucas: «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado
astutamente» (Lc 16,8).
Evidentemente, no se nos propone aquí que seamos injustos en nuestras
relaciones, y menos aún con el Señor. No se trata, por tanto, de una
alabanza a la estafa que comete el administrador. Lo que Jesús
manifiesta con su ejemplo es una queja por la habilidad en solucionar
los asuntos de este mundo y la falta de verdadero ingenio por parte de
los hijos de la luz en la construcción del Reino de Dios: «Los hijos de
este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la
luz» (Lc 16,8).
Todo ello nos muestra —¡una vez más!— que el corazón del hombre continúa
teniendo los mismos límites y pobrezas de siempre. En la actualidad
hablamos de tráfico de influencias, de corrupción, de enriquecimientos
indebidos, de falsificación de documentos... Más o menos como en la
época de Jesús.
Pero la cuestión que todo esto nos plantea es doble: ¿Acaso pensamos que
podemos engañar a Dios con nuestras apariencias, con nuestra
mediocridad como cristianos? Y, al hablar de astucia, tendríamos también
que hablar de interés. ¿Estamos interesados realmente en el Reino de
Dios y su justicia? ¿Es frecuente la mediocridad en nuestra respuesta
como hijos de la luz? Jesús dijo también que allí donde esté nuestro
tesoro estará nuestro corazón (cf. Mt 6,21). ¿Cuál es nuestro tesoro en
la vida? Debemos examinar nuestros anhelos para conocer dónde está
nuestro tesoro... Nos dice san Agustín: «Tu anhelo continuo es tu voz
continua. Si dejas de amar callará tu voz, callará tu deseo».
Quizás hoy, ante el Señor, tendremos que plantearnos cuál ha de ser
nuestra astucia como hijos de la luz, es decir nuestra sinceridad en las
relaciones con Dios y con nuestros hermanos. «En verdad, la vida es
siempre una opción: entre honradez e injusticia, entre fidelidad e
infidelidad, entre bien y mal (…). En definitiva —dice Jesús— hay que
decidirse» (Benedicto XVI).
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Fuente: evangeli.net
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