Día litúrgico: 26 de Diciembre: San Esteban, protomártir
«Os entregarán a los tribunales y os azotarán»
Fray
Josep Mª
MASSANA i Mola OFM
- (Barcelona, España)
Hoy, recién saboreada la profunda
experiencia del Nacimiento del Niño Jesús, cambia el panorama litúrgico.
Podríamos pensar que celebrar un mártir no encaja con el encanto
navideño… El martirio de san Esteban, a quien veneramos como protomártir
del cristianismo, entra de lleno en la teología de la Encarnación del
Hijo de Dios. Jesús vino al mundo para derramar su Sangre por nosotros.
Esteban fue el primero que derramó su sangre por Jesús. Leemos en este
Evangelio como Jesús mismo lo anuncia: «Os entregarán a los tribunales y
(…) seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis
testimonio» (Mt 10,17.18). Precisamente “mártir” significa exactamente
esto: testigo.
Este testimonio de palabra y de obra se da gracias a la fuerza del
Espíritu Santo: «El Espíritu de vuestro Padre (…) hablará en vosotros »
(Mt 10,19). Tal como leemos en los “Hechos de los Apóstoles”, capítulo
7, Esteban, llevado a los tribunales, dio una lección magistral,
haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento, demostrando que todo él
converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se cumple todo lo
que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los patriarcas.
En la narración de su martirio encontramos una bellísima alusión
trinitaria: «Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y
vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios» (Hch
7,55). Su experiencia fue como una degustación de la Gloria del Cielo. Y
Esteban murió como Jesús, perdonando a los que lo inmolaban: «Señor, no
les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60); rezó las palabras del
Maestro: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc, 23, 34).
Pidamos a este mártir que sepamos vivir como él, llenos del Espíritu
Santo, a fin de que, fijando la mirada en el cielo, veamos a Jesús a la
diestra de Dios. Esta experiencia nos hará gozar ya del cielo, mientras
estamos en la tierra.
«Os entregarán a los tribunales y os azotarán»
Hoy, la Iglesia celebra la fiesta de su primer mártir, el diácono san Esteban. El Evangelio, a veces, parece desconcertante. Ayer nos transmitía sentimientos de gozo y de alegría por el nacimiento del Niño Jesús: «Los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2,20). Hoy parece como si nos quisiera poner sobre aviso ante los peligros: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán» (Mt 10,17). Es que aquellos que quieran ser testimonios, como los pastores en la alegría del nacimiento, han de ser también valientes como Esteban en el momento de proclamar la Muerte y Resurrección de aquel Niño que tenía en Él la Vida.
El mismo Espíritu que cubrió con su sombra a María, la Madre virgen, para que fuera posible la realización del plan de Dios de salvar a los hombres; el mismo Espíritu que se posó sobre los Apóstoles para que salieran de su escondrijo y difundieran la Buena Nueva —el Evangelio— por todo el mundo, es el que da fuerzas a aquel chico que discutía con los de la sinagoga y ante el que «no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba» (Hch 6,10).
Era un mártir en vida. Mártir significa “testimonio”. Y fue también mártir por su muerte. En vida hizo caso de las palabras del Maestro: «No os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento» (Mt 10,19). Esteban, «mirando al cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios» (Hch 7,55). Esteban lo vio y lo dijo. Si el cristiano hoy es un testigo de Jesucristo, lo que ha visto con los ojos de la fe lo ha de decir sin miedo con las palabras más comprensibles, es decir, con los hechos, con las obras.
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Fuente: evangeli.net
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