Día litúrgico: Sábado XII del tiempo ordinario
Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; Él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades».
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano»
Rev. D.
Xavier
JAUSET i Clivillé - (Lleida, España)
Hoy, en el Evangelio, vemos el
amor, la fe, la confianza y la humildad de un centurión, que siente una
profunda estima hacia su criado. Se preocupa tanto de él, que es capaz
de humillarse ante Jesús y pedirle: «Señor, mi criado yace en casa
paralítico con terribles sufrimientos» (Mt 8,6). Esta solicitud por los
demás, especialmente para con un siervo, obtiene de Jesús una pronta
respuesta: «Yo iré a curarle» (Mt 8,7). Y todo desemboca en una serie de
actos de fe y confianza. El centurión no se considera digno y, al lado
de este sentimiento, manifiesta su fe ante Jesús y ante todos los que
estaban allí presentes, de tal manera que Jesús dice: «En Israel no he
encontrado en nadie una fe tan grande» (Mt 8,10).
Podemos preguntarnos qué mueve a Jesús para realizar el milagro. ¡Cuántas veces pedimos y parece que Dios no nos atiende!, y eso que sabemos que Dios siempre nos escucha. ¿Qué sucede, pues? Creemos que pedimos bien, pero, ¿lo hacemos como el centurión? Su oración no es egoísta, sino que está llena de amor, humildad y confianza. Dice san Pedro Crisólogo: «La fuerza del amor no mide las posibilidades (...). El amor no discierne, no reflexiona, no conoce razones. El amor no es resignación ante la imposibilidad, no se intimida ante dificultad alguna». ¿Es así mi oración?
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo...» (Mt 8,8). Es la respuesta del centurión. ¿Son así tus sentimientos? ¿Es así tu fe? «Sólo la fe puede captar este misterio, esta fe que es el fundamento y la base de cuanto sobrepasa a la experiencia y al conocimiento natural» (San Máximo). Si es así, también escucharás: «‘Anda; que te suceda como has creído’. Y en aquella hora sanó el criado» (Mt 8,13).
¡Santa María, Virgen y Madre!, maestra de fe, de esperanza y de amor solícito, enséñanos a orar como conviene para conseguir del Señor todo cuanto necesitamos.
=
Fuente: evangeli.net
No hay comentarios.:
Publicar un comentario