Día litúrgico: Domingo III (A) de Adviento
Cuando éstos se marchaban, se puso Jesús a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes. Entonces, ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Éste es de quien está escrito: ‘He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino’. En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él».
«No ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista»
Dr.
Johannes
VILAR - (Köln, Alemania)
Hoy, como el domingo anterior, la
Iglesia nos presenta la figura de Juan el Bautista. Él tenía muchos
discípulos y una doctrina clara y diferenciada: para los publicanos,
para los soldados, para los fariseos y saduceos... Su empeño es preparar
la vida pública del Mesías. Primero envió a Juan y Andrés, hoy envía a
otros a que le conozcan. Van con una pregunta: «Eres tú el que ha de
venir, o debemos esperar a otro?» (Mt 11,3). Bien sabía Juan quién era
Jesús. Él mismo lo testimonia: «Yo no lo conocía, pero el que me envió a
bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre el que veas descender el
Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza en el Espíritu
Santo’» (Jn 1,33). Jesús contesta con hechos: los ciegos ven y los cojos
andan...
Juan era de carácter firme en su modo de vivir y en mantenerse en la Verdad, lo cual le costó su encarcelamiento y martirio. Aún en la cárcel habla eficazmente con Herodes. Juan nos enseña a compaginar la firmeza de carácter con la humildad: «No soy digno de desatarle las sandalias» (Jn 1,27); «Es preciso que Él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30); se alegra de que Jesucristo bautice más que él, pues se considera sólo “amigo del esposo” (cf. Jn 3,26).
En una palabra: Juan nos enseña a tomar en serio nuestra misión en la tierra: ser cristianos coherentes, que se saben y actúan como hijos de Dios. Debemos preguntarnos: —¿Cómo se prepararían María y José para el nacimiento de Jesucristo? ¿Cómo preparó Juan las enseñanzas de Jesús? ¿Cómo nos preparamos nosotros para conmemorarlo y para la segunda venida del Señor al final de los tiempos? Pues, como decía san Cirilo de Jerusalén: «Nosotros anunciamos la venida de Cristo, no sólo la primera, sino también la segunda, mucho más gloriosa que aquélla. Pues aquélla estuvo impregnada por el sufrimiento, pero la segunda traerá la diadema de la divina gloria».
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Fuente: evangeli.net
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