Día litúrgico: Miércoles V del tiempo ordinario
Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le preguntaban sobre la parábola. Él les dijo: «¿Así que también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?» —así declaraba puros todos los alimentos—. Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre».
«Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle»
Rev. D.
Norbert
ESTARRIOL i Seseras - (Lleida, España)
Hoy Jesús nos enseña que todo lo
que Dios ha hecho es bueno. Es, más bien, nuestra intención no recta la
que puede contaminar lo que hacemos. Por eso, Jesucristo dice: «Nada hay
fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que
sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre» (Mc 7,15). La
experiencia de la ofensa a Dios es una realidad. Y con facilidad el
cristiano descubre esa huella profunda del mal y ve un mundo esclavizado
por el pecado. La misión que Jesús nos encarga es limpiar —con ayuda de
su gracia— todas las contaminaciones que las malas intenciones de los
hombres han introducido en este mundo.
El Señor nos pide que toda nuestra actividad humana esté bien realizada: espera que en ella pongamos intensidad, orden, ciencia, competencia, afán de perfección, no buscando otra mira sino restaurar el plan creador de Dios, que todo lo hizo bueno para provecho del hombre: «Pureza de intención. —La tendrás, si, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios» (San Josemaría).
Sólo nuestra voluntad puede estropear el plan divino y hace falta vigilar para que no sea así. Muchas veces se meten la vanidad, el amor propio, los desánimos por falta de fe, la impaciencia por no conseguir los resultados esperados, etc. Por eso, nos advertía san Gregorio Magno: «No nos seduzca ninguna prosperidad halagüeña, porque es un viajero necio el que se para en el camino a contemplar los paisajes amenos y se olvida del punto al que se dirige».
Convendrá, por tanto, estar atentos en el ofrecimiento de obras, mantener la presencia de Dios y considerar frecuentemente la filiación divina, de manera que todo nuestro día —con oración y trabajo— tome su fuerza y empiece en el Señor, y que todo lo que hemos comenzado por Él llegue a su fin.
Podemos hacer grandes cosas si nos damos cuenta de que cada uno de nuestros actos humanos es corredentor cuando está unido a los actos de Cristo.
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Fuente: evangeli.net
Otro dia dando gracias a Dios y a la Virgen por los cuidados y ayudas que nos brindan.-Una oracion por el Papa Francisco.-
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