Día litúrgico: Viernes XXVIII del tiempo ordinario
«No temáis; valéis más que muchos pajarillos»
Fr.
Salomon
BADATANA - (Wau, Sudán del Sur)
Hoy contemplamos a Nuestro Señor
Jesucristo dirigiéndose a las gentes después de haberse confrontado con
las autoridades religiosas judías, es decir, los fariseos y los
escribas. El Evangelio nos cuenta que el gentío era tan grande que se
pisaban unos a otros. Ahí queda claro que estaban hambrientos de la
Palabra de Jesús, el cual hablaba con tan extraordinaria autoridad a sus
líderes religiosos.
Pero san Lucas nos informa que antes de nada, Jesús empezó hablando a sus discípulos diciendo: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía» (Lc 12,1). Nuestro Señor desea conducirnos a la práctica de la sinceridad y transparencia, superando la hipocresía con que se manejaban los fariseos y escribas. Puesto que ellos mostraban una actitud externa no conforme con su camino interior de vida: ellos pretendían ser lo que no eran.
Es contra esto sobre lo que Jesucristo nos quiere prevenir en el Evangelio de hoy cuando dice: «Nada hay encubierto que no haya de ser descubierto ni oculto que no haya de saberse» (Lc 12,2). Sí, todo va a ser revelado. Por este motivo nosotros debemos luchar por ajustar nuestra vida según lo que profesamos y proclamamos. Obviamente, esto no es fácil. Pero no debemos temer, pues nuestro Dios está atento. Tal como dijo san Juan Pablo II, «el amor de Dios no impone cargas que nosotros no podamos llevar (…). Porque para todo lo que Él nos pida, Él nos proveerá de la ayuda necesaria». Nada ocurre sin que Él lo conozca. ¡Incluso nuestros cabellos están contados! Sí, nosotros tenemos un precio ante Dios. No tengamos miedo, pues su amor no tiene límites.
Señor, concédenos la sabiduría para llevar bien nuestra vida hacia las exigencias de nuestra fe, incluso en medio de las dificultades de este mundo. Amén.
«Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía»
P.
Raimondo M.
SORGIA Mannai OP - (San Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)
Hoy, el Señor nos invita a
reflexionar sobre un tipo de mala levadura que no fermenta el pan, sino
solamente lo engrandece en apariencia, dejándolo crudo e incapaz de
nutrir: «Guardaos de la levadura de los fariseos» (Lc 12,1). Se llama
hipocresía y es solamente apariencia de bien, máscara hecha con trapos
multicolores y llamativos, pero que esconden vicios y deformidades
morales, infecciones del espíritu y microbios que ensucian el
pensamiento y, en consecuencia, la propia existencia.
Por eso, Jesús advierte de tener cuidado con esos usurpadores que, al predicar con los malos ejemplos y con el brillo de palabras mentirosas, intentan sembrar alrededor la infección. Recuerdo que un periodista —brillante por su estilo y profesor de filosofía— quiso afrontar el tema de la postura de la Iglesia católica frente a la cuestión del pretendido “matrimonio” entre homosexuales. Y con paso alegre y una sarta de sofismas grandes como elefantes, intentó contradecir las sanas razones que el Magisterio expuso en uno de sus recientes documentos. He aquí un fariseo de nuestros días que, después de haberse declarado bautizado y creyente, se aleja con desenvoltura del pensamiento de la Iglesia y del espíritu del Cristo, pretendiendo pasar por maestro, acompañante y guía de los fieles.
Pasando a otro tema, el Maestro recomienda distinguir entre temor y temor: «No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más» (Lc 12,4), que serían los perseguidores de la idea cristiana, que matan a decenas a los fieles en tiempo de “caza al hombre” o de vez en cuando a testigos singulares de Jesucristo.
Miedo absolutamente diverso y motivado es el de poder perder el cuerpo y el alma, y esto está en las manos del Juez divino; no que el alma muera (sería una suerte para el pecador), sino que guste una amargura que se la puede llamar “mortal” en el sentido de absoluta e interminable. «Si eliges vivir bien aquí, no serás enviado a las penas eternas. Dado que aquí no puedes elegir el no morir, mientras vives elige el no morir eternamente» (San Agustín).
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Fuemte: evangeli.net
Es necesario dar gracias a Dios y a la Virgen, todos los días, por los cuidados y ayudas que nos brindan.-Una oración por el Papa Francisco.-
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