Día litúrgico: 28 de Octubre: San Simón y San Judas, apóstoles
Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.
«Jesús se fue al monte a orar»
+ Rev. D.
Albert
TAULÉ i Viñas - (Barcelona, España)
Hoy contemplamos un día entero de
la vida de Jesús. Una vida que tiene dos claras vertientes: la oración y
la acción. Si la vida del cristiano ha de imitar la vida de Jesús, no
podemos prescindir de ambas dimensiones. Todos los cristianos, incluso
aquellos que se han consagrado a la vida contemplativa, hemos de dedicar
unos momentos a la oración y otros a la acción, aunque varíe el tiempo
que dediquemos a cada una. Hasta los monjes y las monjas de clausura
dedican bastante tiempo de su jornada a un trabajo. Como contrapartida,
los que somos más “seculares”, si deseamos imitar a Jesús, no deberíamos
movernos en una acción desenfrenada sin ungirla con la oración. Nos
enseña san Jerónimo: «Aunque el Apóstol nos mandó que oráramos siempre,
(…) conviene que destinemos unas horas determinadas a este ejercicio».
¿Es que Jesús necesitaba de largos ratos de oración en solitario cuando todos dormían? Los teólogos estudian cuál era la psicología de Jesús hombre: hasta qué punto tenía acceso directo a la divinidad y hasta qué punto era «hombre semejante en todo a nosotros, menos en el pecado» (He 4,5). En la medida que lo consideremos más cercano, su “práctica” de oración será un ejemplo evidente para nosotros.
Asegurada ya la oración, sólo nos queda imitarlo en la acción. En el fragmento de hoy, lo vemos “organizando la Iglesia”, es decir, escogiendo a los que serán los futuros evangelizadores, llamados a continuar su misión en el mundo. «Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles» (Lc 6,13). Después lo encontramos curando toda clase de enfermedad. «Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos» (Lc 6,19), nos dice el evangelista. Para que nuestra identificación con Él sea total, únicamente nos falta que también de nosotros salga una fuerza que sane a todos, lo cual sólo será posible si estamos injertados en Él, para que demos mucho fruto (cf. Jn 15,4).
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Fuente: evangeli.net
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