Día litúrgico: Viernes XXXIV del tiempo ordinario
«Cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca»
Diácono D.
Evaldo
PINA FILHO - (Brasilia, Brasil)
Hoy somos invitados por Jesús a ver
las señales que se muestran en nuestro tiempo y época y, a reconocer en
ellas la cercanía del Reino de Dios. La invitación es para que fijemos
nuestra mirada en la higuera y en otros árboles —«Mirad la higuera y
todos los árboles» (Lc 21,29)— y para fijar nuestra atención en aquello
que percibimos que sucede en ellos: «Al verlos, sabéis que el verano
está ya cerca» (Lc 21,30). Las higueras empezaban a brotar. Los brotes
empezaban a surgir. No era apenas la expectativa de las flores o de los
frutos que surgirían, era también el pronóstico del verano, en el que
todos los árboles "empiezan a brotar".
Según Benedicto XVI, «la Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo». En efecto, «realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo». Esa Palabra viva que nos muestra el verano como señal de proximidad y de exuberancia de la luminosidad es la propia Luz: «Cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca» (Lc 21,31). En ese sentido, «ahora, la Palabra no sólo se puede oír, no sólo tiene una voz, sino que tiene un rostro (...) que podemos ver: Jesús de Nazaret» (Benedicto XVI).
La comunicación de Jesús con el Padre fue perfecta; y todo lo que Él recibió del Padre, Él nos lo dio, comunicándose de la misma forma con nosotros. De esta manera, la cercanía del Reino de Dios, —que manifiesta la libre iniciativa de Dios que viene a nuestro encuentro— debe movernos a reconocer la proximidad del Reino, para que también nosotros nos comuniquemos con el Padre por medio de la Palabra del Señor —Verbum Domini—, reconociendo en todo ello la realización de las promesas del Padre en Cristo Jesús.
«El Reino de Dios está cerca»
+ Rev. D.
Albert
TAULÉ i Viñas - (Barcelona, España)
Hoy Jesús nos invita a mirar cómo
brota la higuera, símbolo de la Iglesia que se renueva periódicamente
gracias a aquella fuerza interior que Dios le comunica (recordemos la
alegoría de la vid y los sarmientos, cf. Jn 15): «Mirad la higuera y
todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el
verano está ya cerca» (Lc 21,29-30).
El discurso escatológico que leemos en estos días, sigue un estilo profético que distorsiona deliberadamente la cronología, de manera que pone en el mismo plano acontecimientos que han de suceder en momentos diversos. El hecho de que en el fragmento escogido para la liturgia de hoy tengamos un ámbito muy reducido, nos da pie a pensar que tendríamos que entender lo que se nos dice como algo dirigido a nosotros, aquí y ahora: «No pasará esta generación hasta que todo esto suceda» (Lc 21,32). En efecto, Orígenes comenta: «Todo esto puede suceder en cada uno de nosotros; en nosotros puede quedar destruida la muerte, definitiva enemiga nuestra».
Yo quisiera hablar hoy como los profetas: estamos a punto de contemplar un gran brote en la Iglesia. Ved los signos de los tiempos (cf. Mt 16,3). Pronto ocurrirán cosas muy importantes. No tengáis miedo. Permaneced en vuestro sitio. Sembrad con entusiasmo. Después podréis recoger hermosas gavillas (cf. Sal 126,6). Es verdad que el hombre enemigo continuará sembrando cizaña. El mal no quedará separado hasta el fin de los tiempos (cf. Mt 13,30). Pero el Reino de Dios ya está aquí entre nosotros. Y se abre paso, aunque con mucho esfuerzo (cf. Mt 11,12).
El Papa San Juan Pablo II nos lo decía al inicio del tercer milenio: «Duc in altum» (cf. Lc 5,4). A veces tenemos la sensación de no hacer nada provechoso, o incluso de retroceder. Pero estas impresiones pesimistas proceden de cálculos demasiado humanos, o de la mala imagen que malévolamente difunden de nosotros algunos medios de comunicación. La realidad escondida, que no hace ruido, es el trabajo constante realizado por todos con la fuerza que nos da el Espíritu Santo.
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Fuente: evangeli.net
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