Día litúrgico: Miércoles XV del tiempo ordinario
«Has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños»
P.
Raimondo M.
SORGIA Mannai OP - (San Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)
Hoy, el Evangelio nos ofrece la
oportunidad de penetrar, por así decir, en la estructura de la misma
divina sabiduría. ¿A quien entre nosotros no le apetece conocer
desvelados los misterios de esta vida? Pero hay enigmas que ni el mejor
equipo de investigadores del mundo nunca llegará siquiera a detectar.
Sin embargo, hay Uno ante el cual «nada hay oculto (...); nada ha
sucedido en secreto» (Mc 4,22). Éste es el que se da a sí mismo el
nombre de “Hijo del hombre”, pues afirma de sí mismo: «Todo me ha sido
entregado por mi Padre» (Mt 11,27). Su naturaleza humana —por medio de
la unión hipostática— ha sido asumida por la Persona del Verbo de Dios:
es, en una palabra, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, delante
la cual no hay tinieblas y por la cual la noche es más luminosa que el
pleno día.
Un proverbio árabe reza así: «Si en una noche negra una hormiga negra sube por una negra pared, Dios la está viendo». Para Dios no hay secretos ni misterios. Hay misterios para nosotros, pero no para Dios, ante el cual el pasado, el presente y el futuro están abiertos y escudriñados hasta la última coma.
Dice, complacido, hoy el Señor: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños» (Mt 11,25). Sí, porque nadie puede pretender conocer esos o parecidos secretos escondidos ni sacándolos de la obscuridad con el estudio más intenso, ni como debido por parte de la sabiduría. De los secretos profundos de la vida sabrá siempre más la ancianita sin experiencia escolar que el pretencioso científico que ha gastado años en prestigiosas universidades. Hay ciencia que se gana con fe, simplicidad y pobreza interiores. Ha dicho muy bien Clemente Alejandrino: «La noche es propicia para los misterios; es entonces cuando el alma —atenta y humilde— se vuelve hacia sí misma reflexionando sobre su condición; es entonces cuando encuentra a Dios».
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Fuente: evangeli.net
Gracias diarias a Dios y a la Virgen por los cuidados y ayudas que nos brindan.-Una oración por el Papa Francisco.-
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