La viuda de las dos monedas
Tiempo Ordinario
Lucas
 21, 1-4.
Cristo no mira las apariencias y no se ha 
quedado indiferente ante el gesto de la viuda.
Del santo Evangelio según san Lucas 21, 1-4
En aquel tiempo, alzando Jesús la mirada, vio a unos ricos que 
echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio también a una viuda 
pobre que echaba allí dos moneditas, y dijo: De verdad os digo que esta 
viuda pobre ha echado más que todos. Porque todos éstos han echado como 
donativo de lo que les sobraba, ésta en cambio ha echado de lo que 
necesitaba, todo cuanto tenía para vivir.
Oración introductoria
Señor, contemplando el ejemplo de la viuda pobre del Evangelio, quiero 
ofrecerte mi vida entera, quiero entregártela sin reservas, como lo hizo
 la Virgen María. Concédeme tu gracia en esta oración para que este 
ofrecimiento sea una realidad al darte todo mi amor y todo mi ser, con 
alegría y generosidad.
Petición
Señor, enséñame a darlo todo por Ti y por los demás, con alegría, generosidad y caridad.
Meditación del Papa Francisco
Pero
 los pobres –y este es el tercer punto– no sólo son personas a las que 
les podemos dar algo. También ellos tienen algo que ofrecernos, que 
enseñarnos. ¡Tenemos tanto que aprender de la sabiduría de los pobres!
Un
 santo del siglo XVIII, Benito José Labre, que dormía en las calles de 
Roma y vivía de las limosnas de la gente, se convirtió en consejero 
espiritual de muchas personas, entre las que figuraban nobles y 
prelados. En cierto sentido, los pobres son para nosotros como maestros.
 Nos enseñan que una persona no es valiosa por lo que posee, por lo que 
tiene en su cuenta en el banco. Un pobre, una persona que no tiene 
bienes materiales, mantiene siempre su dignidad. Los pobres pueden 
enseñarnos mucho, también sobre la humildad y la confianza en Dios. En 
la parábola del fariseo y el publicano, Jesús presenta a este último 
como modelo porque es humilde y se considera pecador. También la viuda 
que echa dos pequeñas monedas en el tesoro del templo es un ejemplo de 
la generosidad de quien, aun teniendo poco o nada, da todo» (S.S. Francisco, Mensaje para la XXIX Jornada mundial de la juventud, enero 2014).
Reflexión
¡Qué hermosos ojos tiene nuestro Redentor que tan bellamente posa su 
mirada en cada uno de nuestros actos! A Cristo no le es indiferente 
cuanto podamos hacer, sobre todo, cuando son pequeñas menudencias que 
sólo Él ha visto y que sabrá premiar en su debido tiempo.
Hay en la escena algunos ricos echando grandes cantidades de dinero para
 Dios. Es lo que significa su ofrenda al Templo. Está lejos de Él una 
condena a los ricos, como alguna literatura ha querido ver en este y 
otros pasajes. Al contrario, seguramente se sintió a gusto al ver cómo 
los que cuentan con los medios necesarios, ponen en práctica la hermosa 
virtud de la magnificencia. ¡Qué sería del Templo, de las grandes obras 
de la Iglesia si no hubiera gente generosa a lo grande! Además está muy 
lejos de Cristo esa clase de favoritismos por unos o por otros. Y es que
 Dios no mira las apariencias como los hombres.
Precisamente porque no mira las apariencias se impresionó por el gesto 
de esa mujer pobre. Lo ha dado todo para Dios, ¡todo lo que tenía para 
su existencia! Y Cristo no se ha quedado indiferente ante tan grandioso 
gesto. Si hasta lo ha comunicado a sus apóstoles como diciendo: 
“aprended de esa mujer lo que es creer de veras en Dios”. Darlo todo. Y 
hay tanta gente que lo da todo en nuestro mundo del siglo XXI y, quizás 
sería importante abrir más los ojos y no dejarnos impresionar por las 
apariencias sino mirar con la mirada de Cristo y obrar con la 
generosidad de esa viuda. Porque para Dios ella no ha quedado 
desamparada. Porque a los que así obran Dios no los abandona sino que se
 conmueve de amor ante sus pequeños actos de generosidad. Pensemos sólo 
que gracias a ese pequeño acto de la viuda ella sigue siendo hasta ahora
 modelo para nosotros.
Propósito
No ofrecer lo que me sobra, tomar ejemplo de la viuda que da todo lo que
 tenía para vivir, y así se da a sí misma. Dar mi tiempo al escuchar con
 antención, acompañar, ayudar, agradecer, servir a los demás.
Diálogo con Cristo
Señor, no te puedo dar nada que no haya recibido de Ti, por lo que pongo
 en tus manos mi amor y mi total dependencia a tu voluntad. Con tu 
gracia podré vivir desprendido de las cosas y sabré darme con más 
generosidad y más amor a los demás.
=
Por: P . Clemente González |  Fuente: Catholic.net
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