Señales de la venida del Reino
Tiempo Ordinario
Lucas
21, 29-33.
Es nuestra responsabilidad no perder el
tiempo porque es un regalo de Dios de valor incalculable.
Del santo Evangelio según san Lucas 21, 29-33
Les añadió una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles.
Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca.
Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino
de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta
que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán.
Oración introductoria
Espíritu Santo, te pido el don de ciencia para valorar las cosas humanas
en relación a mi último fin y para saber discernir lo que debo hacer en
cada momento. En este momento de oración, ayúdame a guardar el silencio
necesario para agradarte y escuchar lo que hoy me quieres decir.
Petición
Señor, dame fortaleza, para buscar con constancia la santidad.
Meditación del Papa Francisco
Al
final, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria: "Con su
perseverancia salvarán sus almas". ¡Cuánta esperanza en estas palabras!
Son un llamamiento a la esperanza y a la paciencia, a saber esperar los
frutos seguros de la salvación, confiando en el sentido profundo de la
vida y de la historia: las pruebas y las dificultades forman parte de un
designio más grande; el Señor, dueño de la historia, lleva todo a su
cumplimiento. ¡A pesar de los desórdenes y de los desastres que turban
al mundo, el designio de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá!
Y esta es nuestra esperanza. Ir así, por este camino, en el designio de Dios que se cumplirá. Es nuestra esperanza.
Este
mensaje de Jesús nos hace reflexionar sobre nuestro presente y nos da
la fuerza para afrontarlo con coraje y esperanza, en compañía de la
Virgen, que camina siempre con nosotros. (S.S. Francisco, 17 de noviembre de 2013).
Reflexión
La parábola de la higuera se sitúa prácticamente al final del discurso
de Jesús sobre las señales del fin universal. Hace aproximadamente dos
mil años que Cristo pronunció estas palabras, y no pueden ser más
actuales. No hace falta detenerse demasiado en dicho discurso para
encontrar rápidamente el paralelismo entre lo que Cristo nos describe y
lo que nosotros vivimos en la actualidad. Ante tanta adversidad el
mensaje de Cristo es, como siempre, esperanzador: "el Reino de Dios está
cerca". Somos pues, hijos todos de la misma generación, descendientes
de Adán y Eva, los expulsados del paraíso. Pero hijos principalmente de
Dios, que nos dignifica a través de su Hijo Jesucristo y que nos muestra
ya la higuera que retoña, es decir, el Reino naciente en cada corazón
que le ama.
El tiempo ha demostrado la autenticidad de las palabras de Nuestro
Señor: "El cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán". Esta
sorprendente expresión de Jesús está cargada de un profundo significado:
nada perdura en el tiempo, sólo Él es eterno, sólo Él puede decir
"siempre".
Por eso, nos equivocamos si centramos nuestra vida en lo estrictamente
pasajero, material y efímero. Debemos anclarnos en Cristo, con Él no
damos pasos en falso.
Desde luego, y estamos avisados, la senda es estrecha y espinada, y
cuesta transitarla, pero vamos acompañados y guiados por el Maestro.
Este pasaje nos llama a volver a la frescura del Evangelio, a buscar la
autenticidad del mensaje cristiano, seguros de que no pasa, jamás se
desfasa, ni es atemporal. A veces, nuestros prejuicios nos empujan a
quedarnos en lo más superficial de lo que conforma nuestra fe; nos
ocupamos con demasiada frecuencia de lo externo; estamos estancados en
nuestra dimensión más horizontal, olvidándonos de que es la vertical la
que nos conduce a las alturas.
Propósito
El Señor nos advierte: "mis palabras no pasarán", es nuestra
responsabilidad no perder más el tiempo, el tiempo es un regalo de Dios
de valor incalculable. Utilizarlo de cara a Él, obedeciendo su santa
voluntad. He ahí la tarea del cristiano y lo único que puede darnos la
felicidad.
=
Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net
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