Día litúrgico: Lunes XI del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús
dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por
diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en
la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para
quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una
milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no
le vuelvas la espalda».
Comentario: Rev. D. Joaquim MESEGUER García (Sant Quirze del Vallès,
Barcelona, España)
«Pues yo os digo: no resistáis al mal»
Hoy, Jesús nos enseña que el odio se supera en el perdón. La ley del talión
era un progreso, pues limitaba el derecho de venganza a una justa proporción:
sólo puedes hacer al prójimo lo que él te ha hecho a ti, de lo contrario
cometerías una injusticia; esto es lo que significa el aforismo de «ojo por ojo,
diente por diente». Aun así, era un progreso limitado, ya que Jesucristo en el
Evangelio afirma la necesidad de superar la venganza con el amor; así lo expresó
Él mismo cuando, en la Cruz, intercedió por sus verdugos: «Padre, perdónales,
porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
No obstante, el perdón debe acompañarse con la verdad. No perdonamos tan
sólo porque nos vemos impotentes o acomplejados. A menudo se ha confundido la
expresión “poner la otra mejilla” con la idea de la renuncia a nuestros derechos
legítimos. No es eso. Poner la otra mejilla quiere decir denunciar e interpelar
a quien lo ha hecho, con un gesto pacífico pero decidido, la injusticia que ha
cometido; es como decirle: «Me has pegado en una mejilla, ¿qué, quieres pegarme
también en la otra?, ¿te parece bien tu proceder?». Jesús respondió con
serenidad al criado insolente del sumo sacerdote: «Si he hablado mal,
demuéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn
18,23).
Vemos, pues, cuál debe ser la conducta del cristiano: no buscar revancha,
pero sí mantenerse firme; estar abierto al perdón y decir las cosas claramente.
Ciertamente no es un arte fácil, pero es el único modo de frenar la violencia y
manifestar la gracia divina a un mundo a menudo carente de gracia. San Basilio
nos aconseja: «Haced caso y olvidaréis las injurias y agravios que os vengan del
prójimo. Podréis ver los nombres diversos que tendréis uno y otro; a él lo
llamarán colérico y violento, y a vosotros mansos y pacíficos. Él se arrepentirá
un día de su violencia, y vosotros no os arrepentiréis nunca de vuestra
mansedumbre».
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Fuente: evangeli.net
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