Día litúrgico: Miércoles IX del tiempo ordinario
Santoral 3 de Junio: San Carlos Luanga, y 12 compañeros Mártires de
Uganda
Texto del Evangelio (Mc 12,18-27): En aquel tiempo, se le
acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan que haya resurrección, y le
preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno
y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar
descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero
murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar
descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia.
Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten,
¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer».
Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no
entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los
muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en
los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro
de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos.
Estáis en un gran error».
Comentario: Pbro. D. Federico Elías ALCAMÁN Riffo (Puchuncaví - Valparaíso,
Chile)
No es un Dios de muertos, sino de vivos
Hoy, la Santa Iglesia pone a nuestra consideración —por la palabra de
Cristo— la realidad de la resurrección y las propiedades de los cuerpos
resucitados. En efecto, el Evangelio nos narra el encuentro de Jesús con los
saduceos, quienes —mediante un caso hipotético rebuscado— le presentan una
dificultad acerca de la resurrección de los muertos, verdad en la cual ellos no
creían.
Le dicen que, si una mujer enviuda siete veces, «¿de cuál de ellos [los
siete esposos] será mujer?» (Mc 12,23). Buscan, así, poner en ridículo la
doctrina de Jesús. Mas, el Señor deshace tal dificultad al exponer que, «cuando
resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer, ni ellas marido, sino
que serán como ángeles en los cielos» (Mc 12,25).
Y, dada la ocasión, Nuestro Señor aprovecha la circunstancia para afirmar
la existencia de la resurrección, citando lo que le dijo Dios a Moisés en el
episodio de la zarza: «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob», y agrega: «No es un Dios de muertos, sino de vivos» (Mc 12,26-27). Ahí
Jesús les reprocha lo equivocados que están, porque no entienden ni la Escritura
ni el poder de Dios; es más, esta verdad ya estaba revelada en el Antiguo
Testamento: así lo enseñaron Isaías, la madre de los Macabeos, Job y
otros.
San Agustín describía así la vida de eterna y amorosa comunión: «No
padecerás allí límites ni estrecheces al poseer todo; tendrás todo, y tu hermano
tendrá también todo; porque vosotros dos, tú y él, os convertiréis en uno, y
este único todo también tendrá a Aquel que os posea a ambos».
Nosotros, lejos de dudar de las Escrituras y del poder misericordioso de
Dios, adheridos con toda la mente y el corazón a esta verdad esperanzadora, nos
gozamos de no quedar frustrados en nuestra sed de vida, plena y eterna, la cual
se nos asegura en el mismo Dios, en su gloria y felicidad. Ante esta invitación
divina no nos queda sino fomentar nuestras ansias de ver a Dios, el deseo de
estar para siempre reinando junto a Él.
=
=
Fuente: evangeli.net
No hay comentarios.:
Publicar un comentario