Día litúrgico: Sábado XXIII del tiempo ordinario
»¿Por qué me llamáis: ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo? Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quién es semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa».
«Cada árbol se conoce por su fruto»
P.
Raimondo M.
SORGIA Mannai OP - (San Domenico di Fiesole, Florencia, Italia)
Hoy, el Señor nos sorprende
haciendo “publicidad” de sí mismo. No es mi intención “escandalizar” a
nadie con esta afirmación. Es nuestra publicidad terrenal lo que
empequeñece a las cosas grandes y sobrenaturales. Es el prometer, por
ejemplo, que dentro de unas semanas una persona gruesa pueda perder por
lo menos cinco o seis kilos usando un determinado “producto-trampa” (u
otras promesas milagrosas por el estilo) lo que nos hace mirar a la
publicidad con ojos de sospecha. Mas, cuando uno tiene un “producto”
garantizado al cien por cien, y —como el Señor— no vende nada a cambio
de dinero sino solamente nos pide que le creamos tomándole como guía y
modelo de un preciso estilo de vida, entonces esa “publicidad” no nos ha
de sorprender y nos parecerá la más lícita del mundo. ¿No ha sido Jesús
el más grande “publicitario” al decir de sí mismo «Yo soy la Vía, la
Verdad y la Vida» (Jn 14,6)?
Hoy afirma que quien «venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica» es prudente, «semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca» (Lc 6,47-48), de modo que obtiene una construcción sólida y firme, capaz de afrontar los golpes del mal tiempo. Si, por el contrario, quien edifica no tiene esa prudencia, acabará por encontrarse ante un montón de piedras derruidas, y si él mismo estaba al interior en el momento del choque de la lluvia fluvial, podrá perder no solamente la casa, sino además su propia vida.
Pero no basta acercarse a Jesús, sino que es necesario escuchar con la máxima atención sus enseñanzas y, sobre todo, ponerlas en práctica, porque incluso el curioso se le acerca, y también el hereje, el estudioso de historia o de filología... Pero será solamente acercándonos, escuchando y, sobre todo, practicando la doctrina de Jesús como levantaremos el edificio de la santidad cristiana, para ejemplo de fieles peregrinos y para gloria de la Iglesia celestial.
=
Fuente: evangeli.net
No hay comentarios.:
Publicar un comentario