Día litúrgico: Lunes X del tiempo ordinario
«Bienaventurados los pobres de espíritu»
Rev. D.
Àngel
CALDAS i Bosch - (Salt, Girona, España)
Hoy, con la proclamación de las
Bienaventuranzas, Jesús nos hace notar que a menudo somos unos
desmemoriados y actuamos como los niños, pues el juego nos hace perder
el recuerdo. Jesús temía que la gran cantidad de “buenas noticias” que
nos ha comunicado —es decir, de palabras, gestos y silencios— se
diluyera en nuestros pecados y preocupaciones. ¿Recordáis, en la
parábola del sembrador, la imagen del grano de trigo ahogado en las
espinas? Por eso san Mateo engarza las Bienaventuranzas como unos
principios fundamentales, para que no las olvidemos nunca. Son un
compendio de la Nueva Ley presentada por Jesús, como unos puntos básicos
que nos ayudan a vivir cristianamente.
Las Bienaventuranzas están destinadas a todo el mundo. El Maestro no sólo enseña a los discípulos que le rodean, ni excluye a ninguna clase de personas, sino que presenta un mensaje universal. Ahora bien, puntualiza las disposiciones que debemos tener y la conducta moral que nos pide. Aunque la salvación definitiva no se da en este mundo, sino en el otro, mientras vivimos en la tierra debemos cambiar de mentalidad y transformar nuestra valoración de las cosas. Debemos acostumbrarnos a ver el rostro del Cristo que llora en los que lloran, en los que quieren vivir desprendidos de palabra y de hechos, en los mansos de corazón, en los que fomentan las ansias de santidad, en los que han tomado una “determinada determinación”, como decía santa Teresa de Jesús, para ser sembradores de paz y alegría.
Las Bienaventuranzas son el perfume del Señor participando en la historia humana. También en la tuya y en la mía. Los dos últimos versículos incorporan la presencia de la Cruz, ya que invitan a la alegría cuando las cosas se ponen feas humanamente hablando por causa de Jesús y del Evangelio. Y es que, cuando la coherencia de la vida cristiana sea firme, entonces, fácilmente vendrá la persecución de mil maneras distintas, entre dificultades y contrariedades inesperadas. El texto de san Mateo es rotundo: entonces «alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,12).
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Fuente: evangeli.net
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