jueves, julio 04, 2013

Beata Catalina Jarrige, Virgen Dominica

Beata Catalina Jarrige, Virgen Dominica
Julio 4

Catherine nació el 4 de octubre de 1754 en una pobre familia de campesinos en Doumis, Cantal, Francia.

Sus padres con sus siete hijos vivían juntos en una pequeña casa. Siendo todavía bastante joven, como todos la juventud de su tiempo y medio, trabajó en los campos con su familia y a la edad de nueve años la enviaron a que trabajara como sirvienta de un vecino. Allí ella disfrutó de una vida alegre y traviesa.

Esa era también la edad, como era la norma, que ella hiciera su primera comunión, un recuerdo que ella atesoraría para el resto de su vida.

En la imitación de su patrona, Santa Catalina de Siena, ella se hizo terciaria dominica.

Disfrutaba enormemente de bailar Bourrée, pero ella renunció a eso para ayudar a los más pobres a conocer a Dios y en sus necesidades terrenales, ella mismo diría:

"Me gustaría que las personas se confiesen tanto como yo bailé el Bourrée"

Ella ofreció toda su vida en satisfacer necesidades espirituales y materiales del pobres, consiguiendo limosnas para ellos, e inspirando al más renuente a despertar su conciencia. Era totalmente consagrada a las personas más humildes y más pobres, los cuidaba proporcionándoles la comida y vestido, generalmente ayudándos y confortándolos a lo largo de la vida.

Durante la Revolución Francesa
Catalina fue la primera en ofrecer su ayuda a los sacerdotes perseguidos por la revolución, aquellos eran sacerdotes que se negaron a hacer un juramento poniendo la cosntitución por sobre Dios.

Ella los escondía para que ellos pudieran celebrar misa, y también colaboraba con ellos en sus trabajos pastorales llegando muchas veces a poner en riesgo su propia vida. Una vez que el levantamiento revolucionario terminó, ella siguió con sus labores caritativas hasta su muerte el 4 de julio de 1836.

Una gran muchedumbre asistió a sus funerales, y hasta hoy en día en la región de Mauriac su popularidad se mantiene intacta.

Fue beatificada por S.S. Juan Pablo II el 24 de noviembre de 1996.
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Autor: Xavier Villalta

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