San Jerónimo de Werten, Sacerdote y Mártir en Gorcum
Julio 2
Mártir en Gorcum. Sacerdote de la Primera Orden (1522-1572).
Canonizado por Pío IX el 29 de junio de 1867.
Jerónimo nació en 1522, en la pequeña ciudad de Werten, región de Horn
(Holanda meridional) de familia católica acomodada. De ingenio vivaz y corazón
generoso y extrovertido, de espíritu franco y magnánimo, pasó la juventud en la
inocencia y la bondad. Sintió en sí la vocación a la vida consagrada y realizó
su ideal entrando en la Orden de los Hermanos Menores. Después del noviciado, la
profesión y los estudios, fue ordenado sacerdote.
En la vida fraterna se distinguió, como el Seráfico Padre, por un ardiente
amor a la Pasión de Cristo y a los dolores de su afligida Madre. Partió como
misionero a Palestina, donde permaneció algunos años y tuvo plena posibilidad de
visitar aquella tierra santificada por Cristo con su vida y milagros, de la
Virgen Dolorosa y la vida apostólica de los primeros seguidores de Jesús. Su
actividad misionera en el país del Evangelio fue intensa. Fue arrestado por los
musulmanes, encarcelado, golpeado hasta derramar sangre y luego repatriado. La
gloria del martirio que no tuvo en Palestina, el Señor se la reservaba en su
propia patria. Los sufrimientos soportados por Jesús en Tierra Santa, la
incisión en el brazo derecho y en el pecho de una cruz roja, habían minado su
salud.
En Holanda fue destinado al convento de Gorcum, bajo el mando de San
Nicolás Pick. Allí se dedicó a la predicación en las ciudades y campos. Con
elocuencia y competencia condenaba el error, reanimaba a los tímidos, volvía al
buen camino a los descarriados, confirmaba en la fe a los hermanos. Por todos
era llamado el “Peregrino de Tierra Santa”.
Arrestado el 9 de julio de 1572, junto con sus cohermanos fue llevado a
través de poblados, expuesto a las burlas de la plebe. Conducido a Brielle, fue
torturado de muchos modos para forzarlo a renegar de la fe en la Eucaristía y en
el primado del Romano Pontífice. Al acercarse al patíbulo, un calvinista lo
compadeció y se burló de él, luego comenzó a vomitar horribles blasfemias contra
Cristo, la Virgen y los santos y viles calumnias contra el Papa. San Jerónimo
llegó al límite de su resistencia. Cuando en ese calvinista reconoció al que
había inducido a apostatar al joven novicio fray Enrique, que sin embargo más
tarde se arrepintió, regresó a la Orden y murió santamente, Jerónimo tuvo un
resto de fuerza.
Lo apostrofó: “Hijo y ministro de Satanás, hasta cuándo seguirás viviendo
en las tinieblas y manchándote de delitos? Un día vendrá también para ti el
juicio de Dios”. Lo agarró por un brazo, lo tiró por tierra y con un pie apoyado
en su pecho lo mantuvo inmóvil por unos momentos. Luego, con serenidad, le dijo:
“Y ahora haz lo que debes hacer!”. Los herejes se lanzaron contra él y
destrozaron su cuerpo. Invocando los nombres de Jesús y de María, inmoló su
vida. El lazo le fracturó la garganta y su espíritu redimido por la corona del
martirio, voló al cielo. Tenía 50 años.
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Fuente: franciscanos.net
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